Ana Morgade (Madrid, 1979), recala el próximo fin de semana en el Auditorium de Palma para presentar Conductas Alteradas, una comedia en la que interpreta a una mujer que recurre a la Super Nanny, la televisiva psicóloga infantil, para intentar arreglar sus problemas familiares. La presentadora y actriz, debutó en televisión en 2007 y desde entonces ha pasado por el late show Buenafuente, El Club de la Comedia o El Hormiguero, entre muchos otros programas. De los profesionales con los que ha compartido plató dice haber aprendido "muchos trucos, pero si te los dijera, tendría que matarte. Cuando tienes suerte y trabajas con gente brillante lo mejor que puedes hacer es observar, disfrutarlo y callarte. Lo último es lo que más me cuesta", admite. La intérprete cree que el medio que la he hecho popular "sirve para un montón de cosas, pero está pensada para el público general y eso en el fondo significa que está hecha para nadie en particular. Por eso creo que no deberíamos tomárnosla muy a pecho, nadie pensaba en ninguno de nosotros en concreto cuando hizo una serie, un programa o unas declaraciones. Y aunque la idea fundacional de la tele era informar, formar y entretener, todo cambia bastante según a qué canal te abones y cuánto tiempo y credibilidad le des. La televisión no suele tener la culpa del modo en que la usamos, no es cuestión de canonizarla ni de convertirla en una maldición", reflexiona.

Conocida sobre todo por su labor como humorista, la madrileña admite que "el humor es como la vida: está ahí, no sirve para absolutamente nada y sin embargo es lo mejor que te ha pasado. Las cosas más increíbles y alucinantes de la vida son así, no se explican, no son prácticas, no tienen ningún sentido. Son como las croquetas. ¿Podrías explicar las croquetas? No. Pero, ¿querrías vivir en un mundo sin ellas?.

Sobre la escasa nómina de mujeres en los shows de humor Morgade opina que "siempre hubo muchísimas mujeres haciendo reír. Lo que pasa es que antes no había mucha gente escuchándolas". En este sentido afirma que "quiero pensar que no vivo en un mundo dominado por hombres, es una expresión feísima. Vivo en un mundo que se lo pone más difícil a las mujeres en muchos aspectos, y que -al menos en mi entorno- se va dando cuenta de que no es un sistema justo ni fructífero, que no funciona un mundo donde la mitad de la población no es tenida en cuenta para cualquier cosa", concluye.