"Esta residencia ha sido mi salvavidas", dice el escritor Sebastià Portell, que es uno de los quince creadores o investigadores que participan en la Residència Faber de Olot estas dos semanas (se encontraron el viernes), donde progresa la escritura de su tercera novela, "un proyecto muy ambicioso" al que su activa vida profesional no le permite dedicar todo el tiempo que requiere.

La Residència Faber es un encuentro dirigido a apoyar el desarrollo de los proyectos de los participantes gracias al intercambio de experiencias y a la proporción de un espacio de trabajo. Esta en concreto, de temática LGTBIQ+, está enfocada al replanteamiento de las diversidades de género, sexo e identidad y su relación con la cultura, la religión o la edad, entre otros aspectos.

"Los residentes que participamos nos hemos comprometido a realizar una actividad durante nuestra estancia aquí", cuenta el escritor de Ses Salines, afincado en Barcelona desde hace años. Se encuentra con los demás creadores por la mañana, para desayunar, y por la noche. El resto del día lo tiene libre, algo con lo que "se corre el riesgo de que no fluya la creación o que te bloquees". Sin embargo, está muy satisfecho con estos primeros tres días: "El paisaje volcánico de la Garrotxa es muy potente. Salir de tu entorno ayuda a airear la cabeza y que las ideas lleguen", explica el escritor, que también señala que la relación con los demás participantes es desigual: "Es imposible que la relación sea igual con todos, pero he tenido conversaciones que me han entusiasmado con Richard Hudlesson, un traductor irlandés doctorando en Estudis Catalans, por ejemplo".

Esta no es la primera experiencia del Portell en una residencia. Fue en una en Nueva York donde acabó la escritura de su novela Ariel i els cossos. Y asegura que cada estancia "es un universo peculiar con su forma de funcionar".