Quan el cel embogeix (Adia Edicions) es la última novela de Antoni Vidal Ferrando (Santanyí, la séptima. El escritor presenta un relato que es un homenaje a la literatura, y que está lleno de poesía -ha publicado tres poemarios-: "No entiendo la literatura sin poesía. Es algo que debe estar en cualquier obra que se considere literatura", apunta Vidal, que señala haber escrito estas páginas "con la misma actitud que escribo un poema". Una razón explica esto: "Últimamente me interesa romper las barreras de los géneros", advierte.

El protagonista de este título, que se presentará el 27 de febrero en la librería Drac Màgic de Palma, es un escritor frustrado y decepcionado por su poca repercusión literaria, de ideas progresistas pero con una visión pesimista del mundo, "aunque también realista, porque tampoco podemos presumir del mundo en el que vivimos", explica Vidal.

El objetivo que persigue este personaje es escribir la crónica literaria de su época, y es aquí cuando empieza el "juego de espejos" de esta novela: "Me interesó contrastar al escritor frustrado, que es un enamorado de la literatura universal, con Marcel Proust, precisamente porque el francés escribió la crónica literaria del momento histórico que le tocó vivir. Además, otro personaje clave es un fiscal nostálgico de la dictadura de Franco y miembro de la Opus Dei. Aparentemente son individuos totalmente diferentes: un mito literatura universal, un enamorado de la literatura que no consigue su propio éxito y un representante de la nueva extrema derecha". Sin embargo, hay algo que le llama la atención a Vidal, uno de esos "misterios de la condición humana": la cantidad de semejanzas que albergan estos personajes. "Son vanidosos, viciosos, contradictorios, inconformistas. Me hacía gracia hablar de cómo podemos ser tan diferentes y tan iguales". Y opina que "piense lo que piense un escritor, sus obras no tienen que ser panfletos, sino un espacio de libertad que permitan que cada lector haga su interpretación".

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Por suerte, el escritor de Santanyí no sufre tanto por su repercusión literaria como su personaje, que en un momento de la narración se pregunta si se escribe por placer o por la posteridad. Vidal tiene claro que escribe por placer, que esa necesidad de volcar los pensamientos o las ideas sobre un papel es algo íntimo y personal -"escribimos para nosotros mismos, para poner orden"-; pero reconoce que "el gusto por compartir forma parte de la naturaleza humana. Estamos contentos con lo que hemos escrito si podemos transmitirlo a los demás". Sin embargo, considera que "es muy poco inteligente poner nuestra felicidad en manos de los demás".

Pero cuidado, dice el escritor y poeta, porque hay que sudar mucho para escribir: "Un árbol, para crecer, necesita tiempo. Y una obra, también. Hay que dejarla reposar y regresar a ella una y otra vez. Cuando acabas, te preguntas: ¿Esto es el mejor libro del mundo? Evidentemente la respuesta es que no. Hay que seguir trabajando hasta que uno diga: No puedo más, esto es lo máximo que puedo hacer".

Con la novela Quan el cel embogeix, Vidal deja claro que "la literatura no son los escritores, sino las obras. Hay gente con vidas para nada recomendables, incluso delictivas que es capaz de crear belleza y transmitir placer estético". Otro misterio de la condición humana.

"La gent no és feliç", dice el protagonista del libro, pero que Vidal comparte: "Pienso que la gente no es tan feliz como podría ser. El mundo nos impone ser triunfadores, y nos dice que si no tenemos éxito somos unos fracasado. Nos hacen competir entre nosotros cuando, como les digo a mis nietas, lo que tenemos que hacer es probarnos a nosotros mismos, tenemos que superarnos, sabiendo que el aprendizaje será pequeño. El hecho de competir, y todo lo que implica, el consumo, la velocidad, no nos ayuda a ser más felices; a parte de las inmensas injusticias que se cometen a diario. En esta atmósfera la gente no es tan feliz como podría ser", manifiesta. Por suerte existe el humor, "herramienta imprescindible para aligerar la vida".

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