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Teatro: crítica

Sueñan los hombres con robots muy humanos

Sueñan los hombres con robots muy humanos

Ginoide

Teatre Principal

Dirección y dramaturgia: Catalina Carrasco Intérpretes: Catalina Carrasco y Gaspar Morey

Esa ‘vieja’ ensoñación, seguramente más de ellos que de ellas, por poseer objetos con apariencia humana, personificar sus formas, sus voces, ignorando la ausencia de alma o tal vez conformándose con que ésta tome una naturaleza peculiar… Es el punto de partida, filosófico, ético tirando a moral, de una pieza delicada y contundente a la par, danza física con texto y pretexto.

Me conecta Ginoide con ejemplos remotos de lo expuesto: Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1974) o los replicantes de Ridley Scott en Blade Runner; pero también con películas más o menos recientes: Lars and the real girl (Craig Gilespie, 2007) con un Ryan Gosling semidesconocido como protagonista, o las enormes Air doll (Hirokazu Koreeda, 2009) o Her (Spike Jonze, 2103).

Me resulta un montaje maduro, cocinado a fuego lento, no exento de riesgo, incómodo en el buen sentido y coherente en la exposición de todos sus elementos -la música, la coreografía, el relato visual, la tecnología que se usa y hasta el vestuario-. Me choca, sin molestarme en absoluto, el desnivel entre Carrasco y Morey (ella es profesional hiperconsagrada, él baila desde hace poco) aunque está claro que es un recurso pretendido, y me confunde la presencia del tercer intérprete, cuya identidad no desvelaremos por aquello de intrigar a quién no sepa de qué hablamos. Una confusión, en todo caso, muy bienvenida por la invitación a la reflexión que lleva implícita. Alguien comentó a Carrasco que Ginoide triunfaría en Europa. Esperemos que también lo haga en esta parte del mundo, que aunque a veces no lo parezca también es europea. Pues eso, largo y exitoso recorrido a la obra y a la Compañía Baal.

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