Cavalls sota la terra es la pieza de Teatre de Barra (2017) de la que nace la obra Amarg, un drama que se centra en los últimos años de Federico García Lorca, y sobre todo en sus viajes a Nueva York, Cuba o Argentina. Hoy llega al Teatre Mar i Terra (podrá verse hasta el domingo), y pronto arrancará su gira por la isla. La dramaturgia es de Rafel Gallego y, desde el principio, la actriz Núria Fiol interpreta al poeta granadino, “todo un reto”, dice. “A través de las palabras de Lorca y la ficción de Gallego exploramos toda la vida y obra del poeta, sus viajes y cómo se ve el contexto histórico a través de su obra artística”, explica Fiol sobre el título, y se emociona cuando habla de su personaje y todo lo que ha descubierto sobre la figura del genio: “Conocía algunas de sus obras, su originalidad y personalidad, pero gracias a Amarg he descubierto la parte luchadora, ideológica y humana de Lorca. Una parte a través de los ojos de Rafel [Gallego], y otra a partir de biografías sobre el poeta. Para mí ha sido un regalo conocer sus pasiones y poder transmitirlas al público”, cuenta. “En su momento fue una figura transgresora, luchó por todas las libertades, y estas luchas siguen vigentes. Sigue habiendo rechazo al diferente, y Amarg es una obra necesaria porque reivindica al diferente”.

Dirigida por Josep Ramon Cerdà y producida por Òrbita, Amarg es una obra con tres personajes (Lorca, Emili y Fernanda) interpretados por Fiol, Ona Borràs y Marina Colau. “Aunque puede chocar al principio, el público suele olvidarse de que somos mujeres interpretando a hombres (en el caso de Fiol y Borràs). No hemos trabajado buscando referentes masculinos. Es a través de la dramaturgia y las experiencias de los personajes que hemos construido su manera de estar y moverse”, señala, un hecho que les permitió reflexionar sobre el movimiento, la corporalidad y los roles de género.

El espacio escénico, desnudo y limpio, es otro elemento clave de la obra, un minimalismo que provoca que el público centre toda su atención en las actrices. “Trabajábamos imaginándonos el espacio. Al ser tan limpia la escenografía, teníamos que conseguir que el espectador viajara con nosotras a un sitio concreto, porque en la obra hay muchos saltos temporales. El espacio escénico no cambia, lo que cambia es la manera en que nosotras lo habitamos”, concreta Fiol que, junto a sus compañeras, canta, baila y recita, siempre con la música en directo de la percusionista Naile Sosa, durante este viaje “intenso y visceral que nos acerca un poco más a Lorca”.

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