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Crítica de cine

Tradición y masculinidad

Aunque en los países occidentales esté bastante asimilada socialmente la homosexualidad, a pesar del repunte de la extrema derecha homófoba, en muchas otras naciones sigue siendo una aberración, un tabú. En la república exsoviética de Georgia, sin ser un delito tan grave como en las dictaduras más feroces, está muy denigrada, limitada a pequeños focos urbanos.

En esta película Levan Akin (georgiano residente en Suecia) promueve la apertura de su país en dos niveles. El más evidente, con una trama amorosa tópica (spoilers): joven adulto (Gelvakhiani) medio ennoviado con una amiga de toda la vida (Javakishvili), en un momento dado descubre que le atraen los hombres; su primer amorío es turbulento, descubre el ambiente de la ciudad, su novia se enfada y acaban siendo amigos, insinuándose que se casarán por la tremenda presión social. La segunda trama desarrolla la vocación cuasi profesional del trío, la danza tradicional. A pesar de ser muy dinámica y alegre, los dirigentes culturales de ese país la consideran un bastión de masculinidad, impermeable a evolucionar o añadirle matices levemente femeninos. La realización impone ritmo ágil a los ensayos, atractivos por el exotismo de esas danzas, se relaja con los juegos de miradas cortejantes, resuelve con sensibilidad el par de escenas más pasionales y brilla sobre todo cuando la cámara en mano se pega al expresivo Gelvakhiani. El resto del reparto añade palmito y naturalidad. A pesar de un guion muy melodramático, el filme es muy recomendable por la lanza a favor de la homosexualidad y por la denuncia del poder de los patriarcados más rancios y anquilosados.

Solo nos queda bailar

***½

Nacionalidad: Suecia, Georgia, 113 mins. Director: Levan Akin. Actores: Levan Gelvakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Kakha Gogidze. Cines: Augusta, CineCiutat.

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