Debutó con Joan Chamorro presenta Eva Fernández (Temps Record, 2013) bajo el ala de “el maestro que engancha a los niños al jazz en la Sant Andreu Jazz Band haciéndoles disfrutar del aprendizaje”, valedor también de Andrea Motis. Posteriormente publicó That Darkness (Taller de Músics, 2015), en la que además de estándares y relecturas ya incluía una composición propia, la que da título al álbum.

El pasado 2018 esta saxofonista y clarinetista, luego cantante y ahora también compositora publicó su última referencia, Yo pregunto (Taller de Músics / Discmedi), escrito íntegramente por el trío que forma junto a los mallorquines residentes en Barcelona Josep Munar (guitarra eléctrica) y Enric Fuster (batería), y nutrido con poemas de figuras como Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar o Alfonso Costafreda. Después de girar con el disco por medio planeta, el pasado sábado lo presentó en el Teatre de Manacor merced a la promotora Nohihatemps, cerrando un círculo que se abrió en 2017 en el ciclo ManacorJazz, organizado por la misma casa manacorina, y donde precisamente debutó este formato trío.

-Yo pregunto: ¿qué cuestiones le rondan la cabeza a Eva Fernández?

-Es el título de uno de los poemas del disco, pero el significado no tiene nada que ver con el significado que yo quise adoptar para el proyecto. Siempre digo que “Yo pregunto” no cuestiona nada, sino que es una declaración de principios de mi cambio artístico, de coger las riendas de querer componer y hacer mi propia música. He descubierto que todo este proceso es infinito y me va a llevar toda la vida. No dejaré de hacerme preguntas. Por eso encontré que tenía mucho sentido titular el proyecto así.

-Tras That Darkness, con quinteto, reduce a trío para That DarknessYo pregunto

-Ninguna de las dos. Son dos proyectos muy distintos. That Darkness eran reinterpretaciones de temas que ya existían, y supongo que lo he hecho es ir un paso más allá en mi propia intimidad. Por eso he utilizado el formato trío, y también porque creo que es lo que pedían estas canciones.

-Primero fue el saxo, después cantó y ahora compone. ¿Cuánto hay de proceso fluido y cuánto de evolución esforzada por lógica personal y/o profesional?

-Diría que van de la mano. Lo fluido es lo que sin darte cuenta te apetece hacer, y tocar, luego cantar para más adelante componer son inquietudes que han ido viniendo hasta mí. Pero siendo consciente de que la única manera de satisfacer una inquietud es el esfuerzo y el trabajo. Y como siento que todo, inquietudes, voluntad de trabajo, nacen y viven juntas, no sé cuánto hay de cada una. La parte intuitiva y la más puramente racional de trabajar se provocan juntas.

-Ya ha comentado alguna vez que lo siguiente será escribir también los textos. ¿Qué lugar cree que ocuparán en su jerarquía de ambiciones como artista? Porque escribir es un órdago como creación. ¿Pasarán a estar por delante de músicas y/o del dominio técnico de los instrumentos que utiliza?

-Lo hago y lo haré desde la máxima humildad. No soy escritora ni poeta. Hay gente que se prepara mucho para ello. Escribir textos es un medio de expresión, pero mis historias quiero contarlas con mi música. No pasarán por delante de la música. Escribo como necesidad de base, pero no pretendo nada excepcional con ello. Solo explicarme mejor.

-¿Cómo es su relación con el saxo: confía en él y él confía en usted?

-[ríe] ¡Sí! Nos conocemos desde que tengo 7 años, y es cierto que a menudo es como una relación personal. Vamos por épocas. A veces se enfada un poco conmigo, o yo con él. Pero siempre estamos ahí el uno para el otro.

-¿Y con su voz?

-Es otra historia. Empecé más mayor, de adolescente. El saxo llegó a mí siendo una niña, cuando tienes muy pocos prejuicios. El proceso que viví con mi voz fui muy intenso. Primero porque es un instrumento que te compromete muchísimo: eres tú misma, lo que sale de tu cuerpo. He vivido muchas circunstancias con ella, porque cuando cantas te sobreexpones, pero al final han sido episodios maravillosos porque incluso todo ello me ha ayudado a superar asuntos personales. Me llevo muy bien con mi voz, pero ha sido un proceso muy largo y muy, muy personal.

-Storni, al igual que Pizarnik y Costrafreda, se suicidó. ¿Esos episodios le han inspirado? En el sentido de si ha querido reflejar en tu música esa tristeza, o esa intensidad emocional que puede llevarle a alguien a quitarse la vida.

-No del todo. En realidad fue bastante casual porque antes de escoger los poemas no sabía que los tres se habían suicidado. Pero al mismo tiempo me atraía mucho su forma de escribir. Cuando los lees puedes intuir qué tipo de personas son, aunque tal vez es demasiado ambicioso decirlo... Yo no lo sabía previamente, pero me llamó poderosamente la forma de expresarse de los tres, digamos oscura. Cuando supe de su final fue como si acabara de entenderles. Pero mentiría si dijera que escogerlos fue algo intencionado, porque es algo que me sorprendió posteriormente.

-Dice verse a si misma “a medio camino entre el jazz y la canción”. ¿50-50?

-Supongo que sí. Empecé a escuchar y estudiar música con Joan Chamorro, siempre jazz, pero a la vez en mi casa siempre se ha escuchado música muy variada. Hay muchas cosas que me gustan, como las canciones bonitas, simples y sencillas, que cuentan algo muy concreto. Y me gusta mezclar eso.

-¿Cuánto mira hacia atrás una intérprete tan joven, y cuánto hacia músicas actuales?

-Me gusta mezclarlo. Es importante tener memoria de lo que ha pasado y conciencia de qué estéticas han aparecido en la música, por qué te gustan o por qué no. Pero a la vez es muy importante tener un ojo en la actualidad, qué gusta a la gente y comprobar si me gusta o no. Pero al final ves muchos prejuicios en la gente, tanto en los que defienden que lo bueno es lo que ya pasó, o los que parecen no querer recordar o no conocer lo que ya se ha hecho. Es un poco tonto: la mejor manera de vivir el presente es tener la información de lo que ya ha pasado.

-Ha señalado lo importante que es para ti tener una sólida base en la improvisación. Incluso, que componer es poner en orden lo que se le ocurre improvisando. O como dijo un profesor suyo, “componer es improvisar a cámara lenta”. ¿Cómo va a ser el directo, ahora con sus propias composiciones? ¿Se va a contener dado que ahora es su propia música?

-Nunca lo había pensado así... Me sigue gustando mucho aquella frase de mi profesor, pero ahora lo veo como algo muy distinto. Porque todo son elementos con lo que voy a poder jugar en directo. Sí, son mis canciones, pero en muchas de ellas, como arreglo, sigo necesitando el punto de la improvisación. Ahora distingo mucho mejor cuándo puedo utilizar un elemento u otro.

-Términos habituales respecto a Eva Fernández: prometedora, talentosa, sorprendente, ineludible. ¿Qué método utiliza para mantener los pies en la tierra, si quiere hacerlo?

-[ríe] Toda esa lista abruma un poco. Me sorprender y me halaga, pero también veo claro que la manera de mantener los pies en la tierra es seguir haciendo lo que haces sin escuchar mucho ni lo bueno ni lo malo. No es que me niegue a escuchar ninguna opinión pero confío mucho en el camino de hormiguita. Ir haciendo, que de sus frutos e ir recogiendo para la cesta, pero sin dejar de seguir con ese caminito por creer que la cesta está muy llena de frutos. Cosa que me resulta y me resultará fácil porque hago lo que me gusta.

-¿Su música es feminista?

-Creo que sí porque, aunque no lo busque como premisa base, sí tengo una actitud feminista con la que no me pongo por debajo ni por encima de nadie. Trabajo con músicas y con músicos, tratando de ser muy consciente de que todo se ajuste al nivel deseado. Supongo que sí aunque no tenga ninguna canción que hable específicamente del tema.

-La pregunta más subjetiva para el final. Su voz me comunica que canta, como dicen los gitanos, “como las viejas”. Sabia. Con recorrido y madurez. Que ha sentido intenso dolor y felicidad inabarcable. ¿Cuánto ha vivido? ¿Qué edad tiene Eva Fernández dentro de sí?

-(pausa) 25.

-¿Solo 25?

-(larga pausa) Sí, solo 25.