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Cine crítica

A Dian Fossey también le mataban gorilas

Salvador Calvo (1898, los últimos de Filipinas) y el guionista Alejandro Hernández (El escritor, Mientras dure la guerra, Caníbal) muestran con visión panorámica las causas subyacentes de la migración de africanos a España y Europa. Tres historias salteadas: un aventurero español (Tosar) intentando salvar elefantes y reformar a su díscola hija, un niño africano (Oumarou, el Adu del título) cruzando medio continente hasta el Estrecho de Gibraltar; y un guardia civil (Cervantes), con remordimientos por haber abusado de la fuerza en la frontera melillense.

Comienzo con la porra. La trama del agente fronterizo es blandita, lejos, verbigracia, de la francesa (nominada al Oscar) Los miserables. La del niño es mejor, aunque sigue faltándole la sutileza de, otro ejemplo, la libanesa Cafarnaúm. Y la del aventurero me ha chirriado. Por esquivar el espinoso asunto de los escándalos puntuales de algunas ONG, se inventan un llanero solitario inverosímil, y su conflicto paternal es muy melodramático. Paso al guante. La realización aprovecha el presupuesto, el ritmo es ágil, los actores dan lo mucho o bastante que son capaces. Y el guión, aún pecando de cierto buenismo, no intenta lavar la imagen de los occidentales. Insiste en que la migración no es una plaga, no vienen a robarnos el pan, a usurparnos nuestros puestos de trabajo. Incluso asoma fugazmente una paradoja: los desfavorecidos, algunos, por supervivencia e inercias de su entorno, se muestran muy crueles con los animales; después, al intentar huir de la miseria son tratados a su vez casi como animales. Resumido, ameno, loable intento de vacunarnos contra la inquina, las mentiras de Vox y resto de populismos.

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