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Talento mallorquín

Documentalistas, los activistas del cine

Los profesionales reclaman que las instituciones públicas apuesten de verdad por este formato audiovisual ? Miguel Eek reivindica el documental como obra de arte y anima al sector a "experimentar"

"Hacer documentales debería ser una manera de ganarse la vida", dice el cineasta Miguel Eek ( Ciutat dels morts, Vida i mort d'un arquitecte). Sin embargo, "es imposible ganarse la vida haciendo documentales", apunta Pablo Azorín ( L'home més perillós d'Europa, Espías en la arena), una afirmación muy similar a la de Victoria Morell ( La Paca, la matriarca de la droga; Samper, el ritme amnèsic): "Esta profesión es vocacional, no es rentable en absoluto. Tiene una parte de responsabilidad social, política y es un acto reivindicativo. Dedicarse al cine documental es un ejercicio de romanticismo", sugiere la directora.

La producción isleña de documentales ha sido premiada en varios festivales de cine. Durante dos años consecutivos la Academia de Cine ha galardonado en la categoría Mejor Cortometraje Documental de los Goya a producciones con sello mallorquín ( Gaza, de Carles Bover, en el 2019; y Nuestra vida como refugiados en Europa, de Silvia Venegas, en 2020), sin olvidar la nominación de la pieza de Marcos Cabotá y Joan Bover, Kyoko, nominada junto a Gaza. Eek suma dos premios Ciutat de Palma en esta categoría. Sin embargo, pese al evidente talento del que puede presumir Mallorca en este ámbito, el del documental sigue siendo un negocio no rentable y una industria que también se ve afectada por la insularidad: "Conseguir contratos con, por ejemplo, RTVE es más difícil. El roce hace el cariño, y estamos lejos", comenta Azorín, quien resalta la cantidad de grandes profesionales de la industria audiovisual (en general) en un territorio donde la formación en este sector es "reducida". Además, critica que los partidos de la derecha siempre digan que los de la cultura "somos unos subvencionados cuando la política es el primer sector que vive de subvenciones y ayudas públicas. No tienen ni idea de cómo de mal lo pasamos", insiste.

Morell avisa: "Este 2020 será un año muy difícil para la industria, ya que la partida para ayudas en la producción audiovisual del 2019 era de solo 600.000 euros. En la propuesta de resolución se ve cómo muchos de los proyectos se han quedado sin subvención". De 53 proyectos que se presentaron, finalmente han conseguido fondos 15. Aunque hubo 16 alegaciones a la resolución del Consell, no se espera que el documento definitivo de la convocatoria del Institut d'Indústries Culturals (ICIB) cambie mucho. La directora de La Paca, matriarca de la droga, manifiesta que las instituciones públicas deberían tener una apuesta firme con el documental y, en general, con el sector audiovisual.

Eek, por su parte, cuestiona las bases de las convocatorias y sugiere que tendrían que ser más flexibles, adaptarse a los productos que se consumen actualmente: "Es muy difícil recibir una ayuda pública en Mallorca para un proyecto ambicioso que trasciende la cultura de Balears, algo que es un error porque todos consumimos proyectos universales. Por ejemplo, si no tiene un tanto por ciento en catalán, probablemente no reciba ayuda. Esto choca con otras políticas de internacionalización de creaciones de las islas, ya que los proyectos más universales quedan excluidos de las ayudas y puede que no lleguen a realizarse".

Los profesionales entrevistados por DIARIO de MALLORCA coinciden en que muchos de los trabajadores del sector audiovisual optan por dedicarse al documental. Esto es así, según Eek, porque es económicamente más asequible. No obstante, el director de Ciutat dels morts anima a sus colegas a ser más atrevidos, "ya que el documental es un formato muy elástico que permite la experimentación", y considera necesario un cambio de paradigma: "Aquí siempre se ha utilizado el documental como medio para poner algo en valor, y esto tiene que cambiar. El documental tiene valor por sí mismo porque aspira a ser una obra de arte", puntualiza quien opina que el cine documental no se entiende como una película cuando, al final, también es una historia: "Cuando arrancas un documental no quieres demostrar nada, sino que como cineasta emprendes una aventura, que tiene mucho de proceso vital, que te llevará a descubrir algo".

Carles Bover, que trabaja con las cámaras en su tiempo libre, entiende este formato audiovisual como "una herramienta de transformación social" con la que se puede arrojar luz y dar voz a historias silenciadas. Sobre el apoyo institucional, no se atreve a ponderar si es o no suficiente, pero sí que concreta que "se tendría que valorar, además de la producción, el desarrollo de la idea, la postproducción o la distribución" de un proyecto.

Marta Hierro, documentalista y coordinadora de la APAIB (Asociación de Productores Audiovisuales de Balears) señala que, aunque tiene que existir una reclamación de ayudas de las instituciones públicas por parte del sector, no hay que poner todo el peso sobre ellas. "También nosotros tenemos que trabajar en la creación de nuevos públicos, algo que estamos intentando desde la APAIB". Además, luchan para que los documentales isleños cuenten con un espacio en las parrillas de la televisión pública y en las subvenciones públicas. Marcos Cabotá, que no se considera documentalista, se apunta a la línea de Hierro y manifiesta que la gente "debería dejar de tener miedo al documental". Pero advierte que en Mallorca "vivimos en una burbuja y pensamos que somos los mejores. Hay mucho talento, sí, pero no más que en Albacete. Sobre todo hay muchos entusiastas, pero no tantos buenos profesionales".

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