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Teatro Crítica

Si Donizetti levantara la cabeza

Convertir la presentación de la temporada de ópera en un espectáculo mayor quizá sea toda una declaración de intenciones. En todo caso, seguro que supone una novedad, una manera de sacudir alfombras. Loopera fue una traca armada por Joan Fullana (¿Quién mejor que él para romper moldes?). Un iniziamo la festa, arrancando con la danza vertical de la compañía Delrevés -"impecable" me susurró Mariantònia Oliver, que de esto sabe- y retorciendo electrónicamente arias y piezas que sonarán en los próximos meses, cuando Carmen, Lucia di Lammermoor y La flauta mágica ocupen un escenario ayer convertido en discoteca de aires e intenciones neoyorquinas. "Esto no parece Palma", me comentaba una compañera periodista al acabar un espectáculo en el que Josep Orfila reinó como maestro de ceremonias, en plan divo semidesnudo y hubo momentos sublimes, como cuando la Reina de la Noche elevó su voz en un agudo que siempre me ha parecido imposible, envuelta de tecno, laser y un público entregado; o esa imagen final del Cor Juvenil apostado en un palco, mirando a las tablas, estableciendo un diálogo brutal con los espectadores. Si Bizet, Donizetti y Mozart levantaran la cabeza€

Antes del éxtasis, Cecilia Molano presentó Luciérnagas, una suerte de poema largo, multidisciplinar, evocador, de conceptos subordinados y posibles lecturas entre líneas que a mí se me escaparon. Por momentos tuve la misma sensación que el Jep Gambardella de La Grande Bellezza cuando asiste a la performance en las afueras de Roma. Valoro siempre el riesgo, pero reconozco que me pierdo en los bosques de la creación post-contemporánea. La Sala Petita estaba llena.

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