Bunyola, donde nació hace 58 años, y también Mallorca, se mueven al ritmo que marca Miquel Brunet Estarellas. El pianista, compositor y productor lleva media vida al frente de Ona, un sello que acumula cientos de referencias y que, situado en la zona de Son Serra, en plena naturaleza, está abierto a todos los estilos. Ligado a Els Valldemossa desde los años 70, cuando entró como bajista para acabar como teclista y director musical del histórico grupo, concibe la música como una necesidad vital a la que se entrega de día y de noche, tanto para proyectos ajenos, el último, un álbum de Biel Majoral, como propios, caso de Ferments. El mapa sensitiu d'una illa, entre muchos otros.

Su infancia fue muy especial, "atípica", reconoce. Su padre se encargaba del mantenimiento de los jardines de Alfabia y a diferencia de otros niños de su edad, que correteaban por la plaza de Bunyola tras una pelota, él se divertía entre restos mozárabes, elementos del rococó, nenúfares, extranjeros y minifaldas. "Esos jardines me marcaron para siempre", confiesa un músico que siempre ha estado en sintonía con la tierra, con el folk.

El internado en La Porciúncula, donde permaneció siete años, resultó determinante para su formación musical. "Aquello no fue una reclusión sino una liberación", aclara. Conocer a Antoni Mulet le cambió la vida. Gracias a este fraile descubrió la electrónica y la música de Bach, las guitarras eléctricas y los amplificadores, en definitiva, un mundo que le dejó fascinado y por el que sigue sintiendo pasión. "Mulet me inculcó la pasión por los botones. Era uno de los fundadores de Los 4 de Asís, un conjunto que adaptaba temas de Dylan y otros grandes del folk americano. Gracias a él encontré una puerta abierta a un mundo al que de otra manera nunca habría accedido", reconoce. Mulet le dio las primeras lecciones de piano, instrumento que perfeccionó con el tiempo en el Conservatorio Superior, con Miquel Segura como profesor. Pero su primer juguete musical no fue el piano sino el contrabajo. "Lo tocaba en La Porciúncula, los jueves, con un grupito en el que también sonaba una batería, un órgano hammond y una guitarra eléctrica. Tocábamos piezas que el Pare Antoni Martorell componía en Roma y, antes de presentarlas, dejaba que experimentáramos con ellas. Eran unas misas muy modernas", recuerda con una sonrisa.

Els Valldemossa tocaron a su puerta en 1978, recién salido del internado. Por aquel entonces estaban en Jack El Negro y le ficharon como bajista. Hasta que su pianista, el uruguayo Jorge Cauci, dejó el grupo, en 1980, para irse con Lorenzo Santamaría. Fue entonces cuando se sentó con ellos al piano, para acompañarles hasta el final de la travesía de un conjunto que perdía al último de los hermanos Estaràs, Tomeu, hace solo unos meses. "Con Els Valldemossa aprendí a vivir la vida. Viajamos mucho y viajar te fuerza a convivir con tus compañeros. Sabían exprimir la vida al máximo. Y encima del escenario también aprendí mucho con ellos. Entendían muy bien al público y conectaban con él de un modo extraordinario", subraya.

Los estudios Maller también dejaron huella en el músico bunyolí. Los había levantado, como quien levanta un imperio, el compositor, director de orquesta, productor y empresario musical Miguel Aller. Brunet entró en ellos con Els Valldemossa, para grabar un disco que nunca vio la luz: unos conciertos didácticos con los Beatles interpretados en catalán y algunos espirituales negros. Parte de la tecnología que se empleó en aquellas sesiones se puede encontrar hoy en Ona, los estudios que Brunet posee en Bunyola. "Con Toni Fernández, con quien estuve entre 1992 y 2011, en Ona Digital, compramos todo el material de Maller en una subasta pública", señala.

Considerado uno de los grandes productores de la isla, Miquel Brunet considera que el concepto estudio "se ha prostituido un poco. Una cosa es tener un ordenador en tu habitación y otra bien distinta es un estudio de grabación. Yo soy un amante de los estudios clásicos, de la figura del productor, de la preproducción, el mastering, las mezclas... Adoro la cadena de producción de las de antes". Clásico, romántico y exigente, como pocos, quizá en exceso. "Soy un absoluto insatisfecho. No estoy satisfecho de casi nada. Volvería a grabar muchas de las cosas que hice en el pasado", confiesa. Aunque hay excepciones, que aplaude y que reconoce brillantes, por ejemplo, Arasíquesí, lo nuevo de Biel Majoral, y Entre mites i flautes, el disco de Tomeu Estaràs que registró en 2002. Siempre enfrascado en proyectos, prepara estos días la revisión de las partituras de Rua Fosca, la cantata con texto de Jaume Santandreu que fue premiada por la Obra Cultural Balear en 2007, y un disco de la Banda Municipal de Esporles, Hidroescenes. "Algunos me han puesto la etiqueta de tradicional, pero son muy pocos los estilos que no he tocado. Siempre he seguido la línea del eclecticismo, con una salvedad, la del reguetón. No sintonizo con esa música urbana", sentencia.