-¿Qué le ha llevado hasta Beethoven?

-Lo de Beethoven responde a un sueño. Descubrí su música celta hace quince años, en una de las primeras giras por Alemania, cuando visité su casa en Bonn, donde entré en contacto con sus partituras; recientemente también estuvimos en su residencia de Viena, donde compuso, durante sus últimos quince años, todas estas canciones. He esperado hasta ahora para presentar este proyecto porque en 2020 se cumplen 250 años del nacimiento de Beethoven.

-¿Qué características tienen esas obras?

-Beethoven compuso casi 200 obras de músicas celtas y tradicionales durante sus mejores años, los últimos de su vida, cuando estaba entregado a la Séptima y Novena Sinfonías. De hecho, todo el final de la Sinfonía núm. 7 es música tradicional, de Irlanda y Escocia, que él aprendió durante esos 15 años y que destiló en sus obras. Son piezas bellísimas y además muy difíciles. Y son un regalo, porque alejan la imagen que tenemos de Beethoven como jefe de la música clásica. Son unas músicas que a él le sirvieron para aprender y descubrir métodos y sistemas que estaban fuera de la clásica. Con ellas renovó la música clásica y el resultado es una fusión con la que tienes la sensación de que se adelantó cien años al nacimiento de cosas que luego pasarían en Estados Unidos, como la blue note o el backbeat rítmico típico del rock. Beethoven fue un pionero en fusionar la música celta.

-¿Cómo llegó el genio de Bonn a la música celta?

-A través de George Thompson, un productor y editor escocés que residía en Londres. En aquellos años lo celta se puso de moda, porque James Macpherson, otro escocés, dijo haber encontrado los famosos poemas de Ossian, un bardo legendario del que se conocía su nombre, no así su obra. Thompson diseñó un equipo con los mejores letristas de la época, como Lord Byron o Walter Scott, que escribieron para Beethoven. Él mandaba las canciones y las letras se escribían después. Esas letras las encontraremos en el disco Celtic Beethoven que estoy terminando.

-¿Cómo se cantan esas piezas?

-Uno de los secretos de esta música celta reside en el tipo de voces. Hasta ahora se ha cantado con voces muy operísticas, impostadas, y creo que estas canciones no estaban hechas para ser interpretadas ante 2.000 personas en una ópera, sino para cantar en casa, con el piano o arpa, entre amigos, era lo que se llamaba 'piano para señoritas', porque las jóvenes de la época antes de casarse tocaban el piano o cantaban, de una forma muy naïf. De hecho, esas voces que hemos escuchado en la música celta tipo Enya o Loreena McKennitt no vienen tanto de la tradición como de aquel imaginario celta del piano para señoritas del siglo XIX. Son voces muy de hadas, más naturales.

-Presente a los músicos que le acompañarán en sa Pobla.

-Desde sa Pobla, cuya iglesia cuenta con un órgano fantástico, me propusieron este concierto, con Miquel Bennàssar. Tuvimos varios ensayos a distancia (skype) y el órgano me pareció de inmediato muy interesante, por sus sonoridades, muy antiguas, y porque aunque sea un órgano barroco aun conserva cosas del Renacimiento, temperamentos que le dan un color y un misterio a la música fantásticos. Es un concierto que me hace mucha ilusión porque este tipo de recitales, con este formato, lo hemos hecho muy pocas veces. En sa Pobla también estará Tomeu Payeras, con quien tocaremos músicas de la isla.

-¿España cuida su patrimonio rural?

-Así como hay países, empezando por los americanos, que nos han vendido su Texas, su Cañón del Colorado y sus vaqueros, dando un sello de calidad a lo rural y al interior, aquí tenemos la España vaciada, la España abandonada, tan solitaria como Laponia. Si algo he aprendido en las giras por España es que es en el interior donde se guardan las esencias, nuestra memoria, nuestras tradiciones. También en Mallorca, porque es en los pueblecitos de su interior donde está el alma de esas músicas y de esas tradiciones. Este país tiene que cambiar y aprender a valorar toda esa herencia, porque si no nos vamos a convertir en un centro comercial. Sería una pena que perdiéramos toda esa sustancia que nos hace especiales, mágicos. Creo que la celta es la música que podría convertirse en la banda sonora de esa España abandonada. Instrumentos como la xeremia o la dulzaina solo son exportables en el marco de la música celta. Lo más interesante en todo el mapa de las músicas celtas del mundo pueden ser las músicas celtas hispánicas, que además son las más desconocidas, porque todos ya saben que los irlandeses emigraron a Estados Unidos, en cambio, pocos saben que los mallorquines, como Junípero Serra, también cruzaron el Atlántico, y que los hispánicos tocaban gaitas. La gente ni podría imaginarse que las gaitas escocesas e irlandesas son hijas de las gaitas ibéricas. La xeremia mallorquina es más antigua que la gaita escocesa. Lo celta no es solo lo Atlántico. Somos un encuentro de dos energías diferentes, la del Mediterráneo y la del Atlántico.

-¿La música conserva un componente mágico?

-La música tiene un poder fascinante, y siempre ha habido una obsesión por controlarla, aun hoy. Que dejen en paz a la música y sea el público el que decida, y diga si una música mola o no. ¿Por qué tienen que ser ellos con el dinero público de las instituciones los que prejuzguen? Que sea la propia taquilla la que decida.

-Quizá todo esto lo solvente el nuevo Gobierno de coalición.

-Desde que llegó la democracia se han cometido desde la izquierda errores, y uno de ellos ha sido pensar que ser moderno era cortar con el pasado. Un error muy importante que hay que volver a reparar. Cuando vea que la gente que quiere modernidad la entiende desde un punto de vista sano con la historia, con las raíces, con el pasado, estaré feliz. De momento aun no lo he visto.

-Usted fue Embajador Europeo del Medio Ambiente. ¿Por qué se desvinculó de ese cargo?

-Vi detalles que no me parecieron muy medioambientales, por ejemplo, viajes en primera en aviones, hoteles de lujo, papeles satinados y gordos en las reuniones€ Así que decidí continuar desde mis conciertos. Tenemos que madurar el desarrollo, ver en las culturas rurales que aun tenemos no un subdesarrollo sino algo maravilloso a lo que abrazar y con lo que aprender. Sigue latente que lo rural, la tradición, es subdesarrollo, y es una pena, porque es precisamente lo que nos hace ricos, diferentes en Europa.

-No puedo dejar de preguntarle por Dylan, con quien tocó hace ya un tiempo, en 1994, en Japón. ¿Fue un concierto memorable?

-Yo iba con mis maestros, The Chieftains. Fue un concierto organizado por la Unesco. Estaban Ry Cooder, Joni Mitchell, Bon Jovi€ y Dylan, con quien tuve la oportunidad de hablar y sacarme una foto. Me pareció muy tímido. El encuentro entre los Chieftains y Dylan fue como un encuentro de jefes indios. Se saludaron como tales. Dylan era el jefe de la tribu del folk americano, de los que destilaron de aquellas raíces, algo nuevo; y los Chieftains eran los representantes de la tribu de Irlanda. Me encantó una frase de Dylan cuando le dieron el Nobel, un consejo a los nuevos creadores: "Antes de poneros a hacer músicas contemporáneas, bebed de vuestras propias raíces". Ahí está la clave. La música tiene poder, puede conectar a la gente con la realidad. ¿Y qué es la realidad? ¿El centro comercial, los escaparates, el plástico, o las tradiciones?