Hace 300 años que los hornos de vidrio de Gordiola se mantienen encendidos y la familia Aldeguer, propietaria de la fábrica lo celebrará hoy por todo lo alto. No es habitual encontrar empresas centenarias y menos que elaboren un producto único en el mundo. Gordiola sigue fabricando su propio vidrio, mezclando en el crisol sílice, sosa y cal a 1.200º C de temperatura. El horno debe mantenerse siempre en marcha.

La sede de Gordiola en Algaida se prepara para conmemorar su tercer siglo de vida. Lámparas majestuosas, delicados juegos de copas, jarrones, candelabros, palmeras, platos... todo ello moldeado a miles de grados de temperatura. La técnica exige rapidez, si la pieza se enfría no puede moldearse, y la destreza que dan al menos diez años de aprendizaje. No es oficio para impacientes.

Mar Aldeguer, miembro de la familia propietaria de Gordiola, nació en la calle Portella, en la casa familiar que se encontraba sobre los hornos que poseían en Palma, antes de su traslado a Algaida en 1969. "Ésta es la fábrica de mi padre, he crecido rodeada de todo esto", rememora Mar Aldeguer. Junto a sus hermanos Daniel, Marisa, Inmaculada y María Antonia, continúa al frente de esta empresa familiar que dio sus primeros pasos en la Palma de 1719. El primer Gordiola de esta saga fue un artesano catalán que aprendió el oficio en Venecia y que decidió establecerse en Mallorca. En todo este tiempo, nada ha cambiado en la forma de elaborar las piezas de vidrio soplado. Gordiola ofrece, eso sí, algunas características específicas: fabrica su propia materia prima y elabora vidrio de color siguiendo fórmulas antiquísimas. La singularidad es, para Mar Aldeguer, el factor que ha hecho posible que Gordiola perviva en unos tiempos en que reina la inmediatez.

Aunque se pueden adquirir piezas ya elaboradas, en Gordiola se trabaja principalmente por encargo. España, otros países de Europa, Marruecos o Singapur son algunos de los puntos del globo donde Gordiola envía sus productos. El matrimonio formado por James Costos y Michael Smith se cuenta entre sus clientes. Michelle Obama es también una gran enamorada del vidrio soplado y ha adquirido servicio de mesa en la fábrica de Algaida. "Hicimos unas copas de Martini para Barak Obama, recuerda Aldeguer como anécdota.

El valor de un oficio artesano

En su camino para convertirse en Patrimonio Mundial de la Unescoconvertirse en Patrimonio Mundial de la Unesco, candidatura en la que está trabajando el ministerio de Cultura, la tradición del vidrio soplado ha sido declarada representativa del patrimonio cultural inmaterial español. Para Aldeguer estos reconocimientos pueden ser muy positivos para dar visibilidad y valor a esta tradición. "Creo que es importante que la gente sepa cómo se hacen las cosas, solo así se pueden valorar". En efecto, solo observando cómo se realiza este trabajo se aprecia toda su dimensión. En el obrador uno de los maestros artesanos está elaborando un juego de vasos. Necesita de la ayuda de una aprendiz que le asiste en la confección de cada pieza, de las más sencilla que se llevan a cabo en la fábrica. En cada vaso invierte diez minutos. Mantener la temperatura es básico para poder trabajarla adecuadamente. Una vez terminada debe enfriarse de forma progresiva, durante 48 horas, para que no se rompa con los cambios bruscos de temperatura. Otras piezas más complicadas pueden requerir hasta 45 minutos y la participación de varios artesanos. Todas las personas que trabajan en la fábrica han aprendido aquí su oficio. Pedro Torres es el más veterano. Empezó hace 27 años cuando contaba 16. "Me gusta ver que puedo crear lo que quiera a partir de una bola de vidrio. Cada pieza es diferente; cada una tiene su atractivo", explica Torres. Este experimentado artesano señala que es preciso enfrentarse con "otra filosofía" a este oficio. "Mucha gente ha venido a trabajar aquí y quieren saber hacerlo todo en un mes", reflexiona. El tiempo no transcurre de igual manera en este obrador donde el fuego arde de forma constante. Se necesita tiempo para que el vidrio te vaya "embrujando", en palabras de Torres.

Menciona que una de las piezas más complicadas que elaboran son los candelabros de cuatro brazos con cuatro tulipas. hasta siete personas intervienen en el proceso que se alarga durante 45 minutos. "Trabajamos casi sin hablar, muy coordinados y concentrados porque no puede haber ningún fallo", explica Torres. "Es un trabajo muy peculiar porque trabajas contra la fuerza de la gravedad, la bola de vidrio siempre tiende a caer, debes darle vueltas para evitarlo. Al principio o lo haces demasiado deprisa o muy lento", destaca sobre un oficio en el que solo los años de dedicación permiten llegar a la excelencia.

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