Durante la entrevista, el pintor Miquel BarcelóMiquel Barceló no deja de pasar las páginas de su nueva creación, sus ilustraciones para la segunda parte del Fausto,Fausto de Goethe, que acaba de llegar a las librerías y que culmina un proyecto que empezó en el verano de 2017, en el norte de la India.

De cada lámina que acompaña el texto del escritor teutón recuerda dónde la creó y cómo. Verbigracia, explica cómo pintó el ojo de uno de los lienzos, una suerte de autorretrato: "Mitad yo, mitad pez, rompí el papel y le di la vuelta". "Todo el libro está contaminado por mi pintura", suelta en otro momento.

Publicado por Galaxia Gutenberg, y en la estela de la Divina Comedia que presentó hace diecisiete años, este segundo volumen de Fausto, en edición bilingüe en alemán y castellano, traducido por Helena Cortés, cuenta con 360 páginas, con 74 coloridas ilustraciones y se pone a la venta por 125 euros.

Miquel Barceló explica su intención con sus creaciones: "No es ilustrar lo que acabo de leer, porque está tan bien explicado que no hace falta, es más bien optar por una vida paralela".

A su juicio, es una obra que condensa toda la vida de Johann Wolfgang von Goethe, al que ve como alguien que se interesaba por todo. "Yo quería que el libro fuera algo así. Hay botánica, meteorología, cristalografía, un poco de todo. Este es, modestamente, mi universo; soy alguien a quien le interesa desde la vida de las hormigas a cómo se injertan las mandarinas", detalla.

Sobre el segundo volumen, en concreto, piensa que es "muy misterioso, tiene como alquimia, como Goethe mismo, que es un personaje lleno de vueltas, alguien muy sabio".

"En la segunda parte de Fausto, éste se casa con Helena de Troya, se va a Grecia, inventa el dinero, inventa los homunculus, es como un libro posmoderno. Se parece a una película de Tarantino, pero en bueno. Goethe es casi el inventor del posmodernismo", apostilla.

Respecto al hecho de que le haya quedado una obra muy vistosa, Barceló advierte de que no sabe si por tener más color que otros trabajos suyos: "Es más alegre, no estoy muy seguro de eso", y no descarta que haya tenido que ver que este libro lo empezara en julio de 2018, igual que el primero, en la India y que lo continuara en Tailandia, aunque el punto y final lo dibujara en su taller de París.

No esconde el artista que fue en la India donde ha incorporado "esta paleta tan intensa". "Son unos colores un poco nuevos para mi, pero a lo mejor es porque el señor que me vende los pigmentos me propuso estos colores magentas y fucsias, quién sabe", bromea Barceló.

"Pero es verdad -prosigue- que en la India todo es tan intenso que para estar al nivel de esa intensidad local uno sube el tono, es como la apertura de una cámara fotográfica".

Cuando residía largas temporadas en Mali (África) reconoce que todo era más "terroso" y confiesa que, además, allí las termitas se "comían" los lienzos y "el polvo lo recubría todo".

Preguntado sobre si vendería su alma al diablo por algo, el mallorquín contesta: "Pintar es una especie de trato que haces con el diablo cada día" y, entonces, recuerda que cuando finalizaba la Divina Comedia tenía que reproducir una imagen del demonio en uno de los dibujos, y un amigo suyo, ya fallecido, que también se llamaba Miquel Barceló, le dijo: "'Se parece a tu padre'; lo que me hizo mucha gracia, porque mi padre soy yo".

A punto de regresar esta misma noche a Mallorca, donde en su casa pinta a diario, avanza que ha acabado otro trabajo relacionado con la literatura, La metamorfosis de Kafka, para la editorial francesa Gallimard, y que tiene previstas cuatro exposiciones en museos japoneses.

Además, en el Museo Picasso de Málaga expondrá próximamente unas cerámicas nuevas y descubre que tiene "proyectos grandes". "Pero no puedo hablar de ellos porque están un poco en el aire", añade.

Tampoco rehúye la posibilidad de volver a trabajar en una catedral, como lo hizo en la capilla de Sant Pere de la Seu de Mallorca. "Ojalá, ¡es lo que más me pone!", exclama Barceló.