Manuel Blanco (Daimiel, 1985) es uno de los grandes trompetistas a nivel internacional. Ha ganado un sinfín de concursos, algunos muy prestigiosos, como el ARD Music Competition de Munich 2011, obteniendo la calificación más alta de la historia de la competición. Este galardón solo se ha concedido a otros dos trompetistas en sus 62 ediciones antes de Manuel Blanco, siendo Maurice André el primero en conseguirlo en 1963. Blanco es considerado como su legítimo heredero. En el concierto que ofrecerá este jueves en el Auditorium de Palma ejecutará una de las piezas más complejas para su instrumento, el Concierto para trompeta de Schnyder.

-Tiene usted voz de cantante lírico.

-Dicen que tengo una voz potente. La trompeta es el instrumento más parecido a la voz humana, ya que tienes que utilizar la impostación en el sonido, la vocalización e incluso un simple resfriado te puede afectar a la hora de tocar.

-¿Cómo se aferró a la trompeta?

-Vengo de una familia en la que por parte de mi madre se tocaba el clarinete y el saxofón. De muy pequeño, con tres o cuatro años, cada vez que veía una trompeta, en una banda o en la tele, me fijaba un montón. Era como ver dibujos animados, los ojos me hacían chiribitas. Por mi personalidad me decanté por ese instrumento, valiente y muy activo. Mis padres querían que tocara el clarinete, el saxofón o la guitarra, y yo les dije que para eso no contaran conmigo, que la trompeta o nada.

-¿Hay programadores valientes en el circuito de la música clásica?

-Cada vez más. Ejemplo de ello es mi estreno con la Simfònica de Balears con una obra tan atrevida como es el Concierto para trompeta de Daniel Schnyder. Casi ningún trompetista la afronta en directo por su dificultad, de un virtuosismo máximo, muy exigente para toda la musculación. Algo está cambiando entre los programadores, cada vez se atreven más y no solo programan violín, piano o algún cantante con violonchelo, lo típico de los últimos años.

-Desde 2006 es trompeta principal de la Orquesta Nacional de España. ¿Es la Nacional la mejor orquesta de España?

-Sí, sin duda. La Orquesta Nacional está en un gran momento y cuenta con un gran maestro, Josep Pons.

-¿Qué valora de la Simfònica de Balears?

-Como dije antes es mi estreno con ella pero ya conocía a algunos de sus músicos y tengo muy buenas referencias de su director titular, Pablo Mielgo, alguien muy atrevido a la hora de programar y muy centrado en llevar a la orquesta a todos los públicos. Me hace mucha ilusión actuar en Mallorca, donde tengo familia, tíos que llegaron a la isla como emigrantes tras la Guerra Civil.

-¿Qué le ha enseñado la trompeta?

-La trompeta te enseña muchísimos valores, el principal, el respeto por lo que haces. Es el típico instrumento que te pone en tu sitio muy rápido. Un día que no practicas lo notas tú, dos sin practicar lo nota la gente cercana a tí, y más de dos días relajándote lo puede llegar a advertir el público. La gran enseñanza es la disciplina.

-Sin disciplina no se alcanza la magia, si es que existe.

-La música es magia, no tengo ninguna duda. Lo que sucede en esos pocos metros cuadrados que tienes en el escenario cuando te acompaña una orquesta y surgen esas sinergias, esas conexiones entre los músicos y el maestro contigo, y ves cómo a la gente del público se le cambia la cara, se emociona, eso son momentos muy difíciles de superar. Es una magia que engancha y de la que es difícil desconectar tras los conciertos. Después de una actuación no puedo dormirme hasta las cinco de la madrugada.

-¿Cómo logra desconectar?

-Haciendo ejercicios, trabajos de concentración basados en la respiración, en el yoga.

-¿Tiene un compositor de cabecera o necesita saltar de partitura en partitura, siempre descubriendo nuevas obras?

-Soy culo inquieto. Por todo el trabajo técnico que he hecho y sigo haciendo me adapto muy fácil a todos los estilos. Y mi siguiente álbum tirará por ahí, una fusión con otros lenguajes como es el jazz.

-¿Ganar el primer premio del premio ARD Music Competition de Múnich en 2011 le cambió su vida profesional?

-Sí, totalmente. Ese concurso lo gané con el concierto más temido en todo el mundo por los trompetistas, el de Zimmermann. Actualmente solo lo podemos tocar con garantías cuatro o cinco trompetistas en directo. Es muy duro y difícil de entender. Antes de ganar ese concurso yo vivía muy bien, tenía un trabajo muy bueno, con la Orquesta Nacional de España, y era feliz preparando los conciertos, tenía mucha más vida social que ahora. Ganar en Múnich me cambió la vida. Es el concurso de mayor prestigio que ha habido en la música clásica. Su primer ganador fue Maurice André, en 1963. Gracias a ese triunfo se empezaron a interesarse por mí agencias, promotores y programadores de conciertos.

-¿Se considera un heredero de André?

-Me lo tomo como un gran honor cuando me dicen eso. André fue un pionero al defender la trompeta como concertista, igual que un violín o un pianista. En ese sentido estoy muy orgulloso de haber cogido ese testigo. Tuve la suerte de conocerle un día en su casa€

-¿Y qué le dijo?

-Me enseñó su diploma de Múnich, me escuchó tocar y me soltó: "Quiero que vuelvas dentro de unos meses con este mismo diploma con tu nombre". No pude hacerlo porque él estaba enfermo aunque se lo hice llegar a través de su hijo.

-Como docente siempre cita a Nadal como un modelo en el que mirarse.

-Nadal es un ejemplo de mejora constante, día a día, de superación. Lo que hace él, siempre tratando de mejorar, también lo hacen los grandes trompetistas: intentamos ganar más sonido, más pureza, tener más resistencia, llegar a una nota aguda más, conseguir más potencia...