Crònica desordenada de Ciutat Antiga, que publica Pagès Editors, es una novela ambiciosa, dice su autor. “Gabriel García Márquez siempre decía que había que escribir con ambición y grandeza, aunque se escribiera algo muy cotidiano. Yo redactaba pensando en escribir la gran novela de Palma, que es una pretensión asquerosa. Para mí, la gran novela de Palma es Mort de dama (Llorenç Villalonga, 1931)”. El libro arranca cuando un joven de 19 años que no ha visto nunca un árbol ve el ficus de La Misericòrdia. “¿Cómo debe ser la sensación?” se pregunta.

Amante y fascinado por la ciencia ficción y las distopías -menciona a George Orwell, Margaret Atwood, Aldous Huxley...-, si fuera Dios castigaría la falta de imaginación: “Me da mucha rabia la gente que dice que todo está inventado”, apunta.

En las páginas que firma Jaume Oliver se esconde una distopía: “Planteo que mañana se pone a llover y no para. Llueve durante tanto tiempo que el mundo empieza a dejar de funcionar. No va bien la electricidad, ni el internet, ni lo aeropuertos. Llegan las enfermedades. Y en esta crisis mundial irrumpe un poder totalitario, con mucha aversión por la naturaleza que construye una red de túneles de cristal donde la gente se refugia de las enfermedades. Pero hay una ciudad, que es Palma aunque no la mencione en casi ningún momento, que por su manera de ser no acepta este nuevo mundo. El libro explica cómo resiste esta ciudad. No es un libro de Historia de Palma, sino un libro de historias de Palma”.

Pero esto no fue premeditado. Oliver asegura que “a todos nos ha infectado un libro que nos ha hecho lectores”. En su caso fue Crónicas marcianas (Ray Bradbury, 1950), que leyó cuando era un adolescente. “Me maravilló, me fascinó”. En su cabeza, durante muchos años, quedó instalado un relato en concreto sobre un hombre que sembró semillas en Marte porque le costaba respirar, y que de un día para otro se convirtieron en grandes árboles. Empezó la novela cuando la energía de esa historia le empujó a escribir algo de ese estilo. Pero aunque le gusten mucho la ciencia ficción y las distopías, “me preocupa mucho la verosimilitud. Mientras construía el marco, la arquitectura de la historia para justificarme a mí mismo, vi que estaba escribiendo una historia de Palma. Al final, esto de las semillas ha quedado completamente diluido”.

No obstante, insiste en que no es una novela local, sino universal. “Habla mucho del poder, de la manipulación del lenguaje, de la identidad, de las libertades. Ciutat Antiga resiste, sus habitantes no quieren vivir en los túneles de cristal, no quieren a pasar por el tubo”. Todo esto lo explica el narrador, que es un disidente del mundo de cristal que se ha unido a los rebeldes. La pregunta es cómo es posible que haya sobrevivido esta ciudad al desastre.

Oliver cree que Palma sobreviviría a un hipotético diluvio universal, precisamente por la manera de ser de sus habitantes: “A los mallorquines no nos gusta nada meternos en problemas, pero cuando tocan nuestra manera de ser y de ver el mundo nos defendemos. En cambio, otro lugares del mundo aparentemente más potentes, organizados, más modernos y con más recursos no lo superarían”. No obstante, no le gustaría comprobarlo, “porque a mí me gusta mucho el verano”, bromea, “pero es cierto que desde el domingo por la noche el cielo está lleno de nubes negras”.