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Literatura con trasfondo histórico

Pilar Eyre: "Fui rechazada por el Partido Comunista por ser demasiado frívola"

La escritora y periodista catalana presenta 'Un perfecto caballero', una novela donde rememora la Barcelona franquista de su infancia

La periodista y escritora catalana Pilar Eyre. / Aida M. Pereda Aida M. Pereda

Fue rechazada por el Partido Comunista por ser "demasiado frívola", recuerda Pilar Eyre. "Salía por las noches, fumaba porros y hacía cosas fuera de la moral estricta", confiesa. Y desde entonces ha arrastrado esa imagen de rica burguesa alejada de la realidad, aunque al hablar con ella todo prejuicio se desvanece. Esta escritora y periodista, nieta de un juez gallego e hija de la burguesía catalana, se declara no independentista, aunque apuesta por el diálogo y comprende "a quienes tienen un sueño que no es el suyo".

El cisma que abren las diferencias políticas también ha hecho mella en su familia. Cuando comenzó a militar en Bandera Roja, sus progenitores no podían entender "cómo una niña criada entre algodones" viraba a la izquierda más extrema. Y ahora, cuenta que prefiere no hablar de política para no discutir. Antitaurina, se declara votante de Pacma, partido por el que su hermana se presenta como senadora.

Biógrafa real y cronista del corazón, presenta su libro número 22, 'Un perfecto caballero', una novela hecha de "sobremesas familiares", donde rememora la Barcelona franquista que vivió en su infancia. De hecho, su propia familia tiene un papel protagonista en sus páginas y su ciudad se convierte en escenario de una historia de amor, traición y política en la que desfilan con nombres y apellidos los empresarios, políticos, actores y los protagonistas del papel couché de la época.

-Se trata ante todo de una historia de amor...

-Sí. El libro es una historia de amor a mi ciudad, Barcelona, y una historia de amor entre Mauricio, un empresario del textil, rico, guapo, del bando de los vencedores, que parece que lo tiene todo en la vida; y Amparo, una de las obreras de su fábrica, que es una maestra anarquista que viene de Cieza caminando y que tiene a su marido en prisión. Es una historia que se dio en la realidad. Recuerdo a mis padres comentarlo y a mi madre llevarse las manos a la cabeza, porque que un fabricante tuviera una querida y le pusiera un piso o una mercería era normal, lo que era insólito era que se enamorara de ella.

-¡Dos mundos alejados completamente!

-Sí. Me ha servido para poder retratar el mundo de la burguesía, que fue franquista, por supuesto, y que se enriqueció de corruptelas y sobornos, que era la forma de hacer dinero en aquella época, en aquel río revuelto que fue la postguerra; y el mundo de los vencidos, que es el mundo de Amparo, de los que silbaban en las puertas de las fábricas para ver si había trabajo, vivían en cuevas y dormían en el suelo porque no tenían dónde vivir, que pasaban hambre y miserias... Y del choque de esos dos mundos venimos los catalanes. La situación actual también es fruto de aquello y a mí me gusta recordarlos porque existieron los dos.

-¿Ha tratado de sacar a la luz los orígenes de la Barcelona más franquista con esta novela?

-Me sorprendía que siempre se hablara de los años 40 y 50 como si Cataluña hubiera sido un reducto antifranquista. Empecé a acordarme de lo que yo había vivido y lo que me habían contado y llegó un momento en el que decidí escribir sobre ello y cristalizarlo en una novela. Es una manera de aprender historia porque he reconstruido minuciosamente ese contexto histórico y todos los personajes que aparecen son auténticos. Me llama gente continuamente para decirme pero que hago referencia al médico de su familia, a su tío, a una casa...

La sombra de Franco

-¿Cree que la exhumación de Franco ha dejado patente que la herida aún está abierta?

-Sí. Hasta que no se empezó a hablar del Valle de los Caídos, ¿quién se acordaba de que Franco estaba allí enterrado? Yo había ido al Valle de los Caídos y no había absolutamente nadie, era una explanada desierta. Sin embargo, volví hace un par de años y aquello era como Disneylandia, estaba lleno de autocares, de turistas, merchandising... Cuando se empezó a hablar de esto fue con la Ley de la Memoria Histórica. Yo creo que no era imprescindible sacar a Franco, pero había razones para hacerlo. Una vez hecho, pues ya está hecho, pasemos página y vayamos a otros problemas, que desgraciadamente hay muchos.

-¿Cree que se trató de un funeral de Estado como dicen algunos?

-Creo que se hizo con gran dignidad, no solemnidad como han dicho algunos. No fue un funeral de Estado como el de Alfonso XIII o Tierno Galván. El entierro del propio Franco fue una ceremonia sobria y creo que el día de la exhumación, la familia de Franco nunca se hubiera imaginado que se les iban a cuadrar los soldados ante Francis Franco a la entrada, cuando llegó el helicóptero. Fue un gesto automático. La familia del dictador tuvo un protagonismo y se volvió a hablar de ellos como no se hacía desde hace cuarenta años. Recuperaron esa notoriedad que tenían cuando eran la primera familia de España.

"En la exhumación de Franco, su familia recuperó la notoriedad que tenía cuando era la primera familia de España. Se volvió a hablar de ellos como no se hacía desde hace 40 años"

-En su historia salen los grandes apellidos catalanes de la época.

-Sí, y resulta que las 20-30 familias de apellidos conocidos de aquella época siguen siendo las mismas, se han ido adaptando a todos los regímenes políticos. Poco después de que entraran los nacionales, empezaron a hablar castellano y a cantar el 'Cara al sol' en el Liceo. Y esos son, seguramente, los abuelos o bisabuelos de los que ahora cantan 'Els Segadors'. Lo diferente es que en aquella época se hacía ostentación de la riqueza y ahora no. Tienen barcas pequeñas en la Costa Brava, pero impresionantes yates en Cerdeña o en Grecia.

-¿Qué recuerdos tiene de Franco?

-De pequeña iba a recibirle a la Diagonal el primero de abril, cuando se celebraba el desfile de la Victoria bajo los gritos de '¡Viva Franco¡'. Y Franco y su mujer venían a menudo a Cataluña. Mi madre me contaba que los honores que rendían a Carmen Polo eran como si fuera una reina. Le hacían reverencias, le trataban de señora e incluso iba a las funciones del Liceo con corona, como Doña Sofía luego.

-Siendo tan importante la industria textil en Barcelona, ¿su mujer aprovechaba para visitar el atelier de Pertegaz, verdad?

-Exacto. Yo le hice una entrevista a Pertegaz muchos años después, cuando trabajaba en Interviú, y me explicaba que le hacía los trajes a la generalísima, como así la llamaba. Y yo le pregunté: ¿la viste desnuda alguna vez? "No la vi nunca desnuda", me respondió. Fue ése el titular que se quedó y el modisto se cogió un cabreo impresionante (ríe).

Pilar Eyre dedica su última novela, 'Un perfecto caballero', a su padre.Aida M. Pereda

Pero contra lo que se dice de que no pagaba, dice que sí pedía rebaja, pero pagaba religiosamente. Corrían leyendas de que ocultaba un audífono en sus perlas o que las llevaba para tapar las arrugas del cuello y no era así, fue Pertegaz quien le aconsejó llevarlas, porque ella tenía la piel de un tono muy cetrino y el brillo de las perlas le otorgaba brillo al rostro. Y no tenían el valor que dicen que tenían, por lo menos las que él le vendía, pues eran de bisutería, me contó.

Recuerdos familiares

-En esta novela también hay muchos recuerdos familiares.

-Sí, está hecha de las sobremesas familiares y de mis propios recuerdos... pero bueno, esto de los recuerdos es un poco peligroso porque al final no sabes si son recuerdos inventados o de verdad, o si es algo que ya te han contado tantas veces que te parece que lo has visto y no lo has visto, pero bueno, al fin y al cabo es una novela y si los recuerdos están ficcionados no importa.

-Incluso aparece usted de pequeña.

-Sí, aparezco yo, que soy una niña feúcha, con unas gafas muy gordas, porque de muy pequeñita ya tenía tres dioptrías que luego fueron aumentando. Vengo de una familia de súper guapos y yo era la fea. Mi madre, Pilar Estrada, era una de las mujeres más guapas de Barcelona, morena y de ojos verdes, se parecía a Ava Gardner. Mis hermanas son muy guapas y mi padre también. A mi padre se le ocurrió la gracia de darme un duro por cada poema que escribía, y como buena catalana, así nació mi vocación como periodista y como escritora (risas).

"Quería escribir un libro sobre personas, como las de mi familia, que no forman parte de los libros de texto. No cambiaron el curso de la historia, pero son la base"

-¿Le ha resultado difícil?

-En cierta manera sí, pero ha sido un proceso interior muy largo y yo he escrito mucho sobre mi familia y sobre mí en los 21 libros que llevo escritos. Al fin y al cabo, uno escribe siempre el mismo libro, con diferentes argumentos, pero siempre es el mismo libro. Lo que sí me ha resultado es doloroso en algún momento, porque yo quería escribir un libro sobre personas, como las de mi familia, que no forman parte de los libros de texto. No cambiaron el curso de la historia, pero realmente son la base. Los cimientos de la sociedad están en las historias de letra pequeña.

-Las personas de las que hablan pertenecen a su círculo, ¿se han sentido ofendidos por su retrato?

-Bueno, yo siempre he sido una 'outsider'. A finales de los sesenta, cuando entré en la universidad, con Franco vivo, quise entrar en el Partido Comunista. Estuve un año haciendo esos cursillos que hacían sobre marxismo-leninismo, pero no me permitieron la entrada por frívola.

-¿Qué significaba ser frívola en tiempos de Franco?

-Me tildaron de frívola por mis orígenes, porque salía por la noche, me gustaba fumar, fumaba porros... Ellos tenían esa moral estricta del comunista. Pero entonces me fui a un partido todavía más de izquierdas, a Bandera Roja, y fueron años de mucha actividad política, tratábamos de combatir la dictadura.

-¿Cómo lo vivieron sus padres?

-Para mis padres fueron unos años terribles. Sus cimientos de derechas se dieron la vuelta porque no podían admitir que una hija suya fuera de izquierdas y la verdad es que no podían entenderlo. Me decían: "pero si lo tienes todo, pero a ti qué te importa esto si has vivido entre algodones, si tienes lo que te da la gana, si no te quieres poner de largo no te pongas..." En aquella época yo no quería ponerme de largo ni ir al Liceo ni hacer nada. Les llamaba burgueses, les decía que me daba asco vivir en aquella casa.

-¿Qué le hizo moderarse?

-Estuve enferma dos años por una tuberculosis y me quitaron un pulmón -ahora tengo solamente uno. Fue algo que me hizo madurar a marchas forzadas. Había estudiado Filosofía y Letras antes de ser ingresada y mientras estaba enferma me matriculé en Ciencias de la Información. Luego empecé a trabajar y senté la cabeza.

-¿Y ahora cómo se define?

-Fui de derechas hasta que llegué a la universidad, donde me hice de izquierdas. Ahora me sigo considerando una persona de izquierdas, aunque bueno, ya no sé muy bien lo que significa ser de izquierdas.

"Mi padre, del bando nacional, estuvo preso en la checa de Vallmajor, creyendo cada mañana que iban a fusilarle, pues fue condenado a muerte dos veces"

-Subraya en sus páginas que en los dos bandos se cometieron atrocidades...

-Yo creo que la guerra fue nefasta para todo el mundo, para los vencedores y para los vencidos. Mi padre y sus ocho hermanos formaron parte de los vencedores, pero ninguno de ellos se aprovechó, ninguno se enriqueció, todos continuaron con sus vidas. Y aquella grieta que abrió la guerra en sus vidas, no se cerró nunca. Mi padre tenía 18 años cuando empezó la guerra y supuso un antes y un después para él. Estuvo años en prisión, en la checa de Vallmajor, creyendo cada mañana que iban a fusilarle, pues fue condenado a muerte dos veces. No quiso nunca hablar de la guerra, pues le marcó profundamente. Fue una guerra entre hermanos que yo espero que no se repita nunca más.

-Precisamente en estos momentos tenemos una situación de gran tensión en Cataluña.

-Sí, y mi libro explica un poco de dónde viene todo esto, porque la sociedad catalana es una sociedad con muchas luces y muchas sombras, muy heterogénea, con mucha migración también... es un caldo de cultivo para este tipo de movimientos. Yo no soy independentista, pero respeto a los que lo son. Hay más de dos millones de independentistas en Cataluña, pero también hay más de dos millones que no lo somos y creo que merecemos un respeto. Tienen un sueño que no es el mío, pero es un sentimiento y un movimiento legítimo, no es ilegal, y están formados por gente seria. Hay un núcleo de gente muy pequeño que son violentos y esto sí que no me gusta, pero creo que también perjudican al movimiento independentista.

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