Harold Bloom, el gran e influyente teórico y crítico literario norteamericano, fallecido el lunes en New Haven (Connecticut) a los 89 años, pasó 24 horas en Mallorca en mayo de 2002 tras la senda de Ramon Llull. Pero poco antes de que el autor de El canon occidental pudiera viajar a la tierra de su admirado Llull, fue Mallorca la que se desplazó a Estados Unidos para tratar de convencerle.

"Me sorprendió su casa repleta de libros, su carácter divertido, sencillo y afable, nada altivo, y que supiera más de Llulll y de nuestra cultura de lo que jamás podremos nosotros saber de la cultura norteamericana. También me sorprendió encontrar a una eminencia de la Universidad de Yale, a un sabio de su relevancia internacional, recibiéndonos en su domicio con total naturalidad, atuendo desenfadado y zapato deportivo".

Lo cuenta Pere Muñoz, que en aquel ya lejano mes de abril de 2002 era director general de Cultura del Govern, la mano derecha del conseller Damià Pons. Y que, con una delegación del primer Institut Ramon Llull, en la que también se encontraba el conseller catalán de Cultura, Jordi Vilajoana, viajó a New Haven con un objetivo: invitar a Bloom a dar una conferencia en Palma aprovechando que días antes iba a recibir en Barcelona, a propuesta de Baleares, el Premi Internacional Catalunya, dotado con 80.000 euros, tras imponerse a 252 candidaturas procedentes de 64 países.

"Se animó a viajar a Mallora muy rápido, no fue difícil convencerle", reconoce Pere Muñoz, que el 24 de mayo, tras llegar Harold Bloom a la isla en compañía de su esposa Jeanne y tras un trayecto en barco desde Barcelona que no le sentó especialmente bien, lo acompañó en un recorrido urbano por el barrio antiguo de Palma. "Quiso conocer la basílica de Sant Francesc, donde está enterrado el beato y el claustro, pero también la iglesia de Santa Eulàlia y recorrer las calles del centro histórico", rememora.

La parada para almorzar se celebró en el restaurante Mediterráneo, donde el escritor y titular de la cátedra Sterling de Humanidades de la Universidad de Yale podría contemplar una panorámica de la bahía, con una delegación de autoridades del Govern, entre las que se encontraba el conseller Damià Pons, de UIB, representada por Cathy Sweeney, y también de Sa Nostra. Tras la comida, una visita inesperada a la librería Sagitari de Xavier Abraham, en la calle Joan Miró, a veinte metros de la plaza Gomila.

"Me llamaron a las dos y media. No me lo podía creer. Uno de mis autores más admirados iba a entrar en mi librería y yo estaba metido en un atasco en el Polígono de Son Castelló y solo tenía media hora de margen", recuerda con humor el escritor y librero palmesano.

"Me puse muy nervioso. Me decía a mí mismo: No llegaré, no lo conseguiré, comenta. Abraham cuenta que el grupo lo completaban la esposa de Bloom, Jeanne, y una periodista norteamericana que iba a escribir sobra la visita del autor a Europa.

"Paseó por la librería con su cuerpo enorme y su semblante tan parecido al de Charles Laughton, estaba acalorado, consultó muchos libros de poesía y compró otros, que el Govern se prestó a enviárselos. Me firmó un ejemplar de una de sus obras, Shakespeare, la invención de lo humano. Y cuando me lo devolvió, me dijo divertido: Ahora vale más. Lo recuerdo como una persona amable y atenta, con gran sentido del humor. Su esposa Jeanne encontró un expositor con sus libros y eso le llamó mucho la atención. Para mí fueron momentos de gran emoción", rememora el librero y escritor.

Por la tarde, en el Centre de Cultura 'Sa Nostra' apareció el Harold Bloom cautivado por la obra y personalidad de Ramon Llull y también el visionario. "Internet me horroriza", dijo. "Como recurso tiene cosas buenas, pero si hablamos de literatura, no va a favorecer que se lea más. Todo lo contrario, generará confusión", aseguró, pues tan "peligrosa" consideró la escasez de estímulos como "la sobreestimulación masiva que no permite discernir lo bueno de lo que no lo es".

De Llull aseguró ante el auditorio que "es una figura sobrehumana, con un gran valor en contenidos, pero también desde un punto de vista meramente estético, un autor más teórico que pragmático". Y añadió: "Es un personaje al que admiro profundamente. Incluso un amigo mío experto en inteligencia artificial me asegura siempre que Llull fue uno de los fundadores de la disciplina".

Bloom quiso convertir la disertación en un diálogo con el público. "¿Leen a Cervantes en los colegios los alumnos de quince o dieciséis años?". Y ante la negativa general, lamentó: "Es un desastre. En Estados Unidos antaño se leía a Shakespeare, vaticinó.Y cuando se le citó la pujanza de J.K Rowling con su saga de Harry Potter replicó de nuevo: "Desconfío de todo eso. Hay que leer, es algo necesario, pero insisto en los clásicos".