Diario de Mallorca

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Teatro Crítica

Hamelín, Kurtz y un bosque de Inglaterra

Hamelín, Kurtz y un bosque de Inglaterra

Jerusalem

Auditori de Manacor****½

Autor: Jez Butterworth. Traductora: Cristina Genebat. Director: Julio Manrique. Intérpretes: Pere Arquillué, Chantal Aimée, Marc Rodríguez, Elena Tarrats, David Olivares, Víctor Pi, Adrián Grösser, Anna Castells, Clara de Ramon, Albert Ribalta, Jan Gavilan/Max Sampietro.

Arrancó con una gran explosión la Fira de Manacor. De la mejor manera. Una producción del Romea, el CDN y el Grec, reciente, en gira que se presume larga y que viene a recordar que Manrique y Arquillué son de lo más efectivo que tenemos a nuestro alrededor. El texto de Jez Butterworth -conviene seguirle de cerca- es pura subversión, un canto a la disidencia; un tributo mágico, horrendo, soez, hilarante, lisérgico, hiperbólico y fantasmal a los perdedores con carisma. Quizá sólo queramos ser como ellos el tiempo que dura la representación de sus proezas (tres horas y cuarto en este caso) pero en ese intervalo te van deformar por dentro.

Johnny Byron, el Gallo, el gitano, es el puto amo. El flautista que se hace seguir por aprendices de la vida perra; el camello con labia que nació con los dientes puestos, que cuenta historias imposibles y que habla con gigantes. Vais a leer que es un Falstaff postmoderno. Quizá. Pero a mí me recuerda más al Kurtz de El corazón de las tinieblas, o a un Dios en horas bajas rodeado de latas de cerveza, miseria moral y tiernas criaturas adictas a las rulas y el fracaso (ahí destacan Ginger/Marc Rodríguez y El Profesor/Víctor Pi). Un monarca bufón que desafía todas las convenciones mientras reina en medio de un bosque amenazado por una urbanización de adosados.

Me gusta la épica suburbial que destila Jerusalem, y el mensaje punky, estridente por momentos, y los colores y las músicas eléctricas que contrastan con el gris oscuro que tiñe el alma de todos los personajes (no se salva ni el hada), y el elenco que pone en escena todo eso. Y me fascina que todo fluya como si en vez de estar observando el infierno, estuvieses asistiendo a una rave soñada por el mismísimo Shakespeare. Brutal.

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