Joan Carles Bellviure se ha empapado hasta la médula de los escritos de August Strindberg. "Era un hombre muy extremo, en sus textos puedes encontrar desde genialidades hasta cosas que no tienen valor", señala. "Era escritor por necesidad psicológica", sostiene. Esta cualidad y circunstancia se hace patente en una de las piezas clásicas del autor sueco, Senyoreta Júlia, obra que ha adaptado el dramaturgo valenciano criado en Mallorca y que ha podido trabajar a partir de las residencias del Auditori de Peguera.

La idea de bucear en Senyoreta #Júlia (así aparece renombrada en el cartel) nació en 2017. "Iba en el coche con Agnès Llobet y conversábamos sobre obras en las que hubiera pocos personajes para poder hacer una producción sencilla. Surgió la idea de hacer ésta", relata. Bellviure regresó a sus páginas y devoró todo lo publicado por Strindberg y su biografía. Después les propuso el proyecto a Llobet, Xavier Frau y Lluqui Herrero. Las tres primeras semanas del pasado mes de julio empezaron a trabajar el texto. Realizaron ejercicios para entrenar algunas habilidades que podrían ser necesarias y útiles para enfrentarse a sus personajes, dos de ellos inmersos en un juego cruzado de dinámicas de poder.

"Júlia [Agnès] es una mujer rica. Jean [Frau] es un hombre pobre. Aquí hay dos líneas de poder muy claras: la estructura del patriarcado, padecido por las mujeres, y la cuestión de la clase social, de ricos y pobres", señala el director del montaje, que se estrenará el viernes 27 en Peguera y que también se presentará en el Teatre Mar i Terra de Palma los días 18, 19 y 20 de octubre.

Bellviure ha añadido un elemento que no puede desvelar para contemporaneizar una obra escrita en 1889. "El eje de la tragedia es que la hija de un conde se enrolla con un criado".

Agnès Llobet define esta adaptación como un proceso complejo porque se trata de una obra que reivindica el movimiento naturalista pero que en la propuesta de lenguaje escénico de Bellviure se crea una suerte de distanciamento para que el espectador contemporáneo entre "y se despierte un mensaje, una reflexión o una experiencia vital". "Es para no caer en la pornografía emocional. En este tipo de textos, es un peligro caer en el melodrama", considera. "El mundo de Strindberg centrifuga, los personajes también centrifugan. Se entra en una fase de bucle psicológico muy fuerte", comenta la actriz, quien advierte que en la pieza sí hay reivindicaciones feministas, "pero no hemos de caer en un mensaje moralista de todo lo femenino es bueno y todo lo masculino es malo. Ésta es una obra en la que se analizan las estructuras que dan lugar a la violencia del poder", apunta. "Los dos protagonistas son víctimas y verdugos al mismo tiempo", concluye.