Siempre preocupada por la búsqueda de la verdad de la forma, Annie Ernaux fue aplaudida ayer por una obra que desvela sin pudor la condición femenina y por un discurso en torno a la legitimidad de la literatura, un ejercicio de subversión para desenmascarar las jerarquías, sociales, masculinas y culturales, que le ha valido el Premio Formentor.

La escritora francesa, que sucede en el palmarés de este galardón literario al rumano Mircea Cartarescu, confesó durante la ceremonia que sintió "incredulidad" cuando se le anunció que había ganado el Formentor: "Me sentí dividida entre el orgullo y un sentimiento de ilegitimidad (...) Que el premio a lo largo del tiempo haya recompensado a pocas escritoras me situaba en una posición ambigua, la de lamentar la desigualdad anterior con respecto a las mujeres, a la vez que me sentía secretamente valorada como excepción". Autora de una destacada aportación a la riqueza de la lengua francesa, con una obra que interpela a la sociedad de nuestro tiempo con una crudeza insólita y difícil de encontrar entre sus contemporáneos, se remontó en su discurso hasta su infancia, "en el mundo popular, entre las privaciones de alimentos y las bombas de los Aliados que causaron 20.000 muertes de civiles en Normandía -donde nació en 1940- y destruyeron el 82 por ciento de la ciudad de Le Havre", cerca de donde vivía. "Todos somos seres atravesados por conflictos", afirmó una autora admirada por su conmovedora y terrible franqueza.

Del pasado, de donde se nutre su literatura, también distinguida con otros importantes premios como el Marguerite Duras o el François Mauriac, recordó las lecturas que le dejaron huella, primero Don Quijote, Jane Eyre y los cuentos de Grimm y de Andersen, y progresivamente, las de Stendhal, Camus, Sartre, Kafka y Dostoievski, hasta descubrir que "la literatura ocupaba el primer lugar, como valor superior a todo, incluso como modo de vida".

De su diario rescató una frase, "escribiré para vengar a mi raza", con ecos de Rimbaud, y añadió: "Convertir el sentimiento de una indignidad original en fuerza de desenmascaramiento y de subversión de las jerarquías, sociales, masculinas, culturales, es lo que creo haber buscado a tientas. La subversión está en la elección de los temas, en el espacio que concedo a lo cotidiano", y desde hace ya casi cuarenta años, "lo que me preocupa en cuanto surge la necesidad de un texto son los problemas de forma y de escritura. Buscar la forma justa. Me esfuerzo por explorar el mundo real, descifrarlo despojándolo de las visiones y los valores de los que la lengua es portadora en todas las épocas".

El premio, dotado con 50.000 euros, lo entregó Marta Buadas en nombre de las familias Barceló y Buadas, que gracias a su mecenazgo sostienen un galardón literario que se remonta a 1961. Tras la ceremonia, la fiesta literaria continuó en los jardines, junto a la piscina, donde se vio, entre otros, al reciente premio Ramon Llull, Rafel Nadal; el director del Instituto Cervantes de Londres, Ignacio Peyró; o la escritora Inma Monzó.