Xavier Fiol ha cambiado en estos últimos cinco años. Rictus relajado y sonriente. Afianzado en sus convicciones como galerista, no le preocupan las dictaduras de la estética dominante. "Mi programa es el que es en defensa de mis artistas", asegura aliviado. 30 años de historia y la liberación de ciertas ataduras esmaltan el discurso de un marchante crítico pero no destructivo. En diciembre inaugurará la tercera exposición que conmemora estas tres décadas consagradas al arte.

P ¿Por qué se hizo galerista?

R Me gustaban mucho la música y el cine. Y estaba relacionado con el mundo del arte indirectamente. Era muy joven y leía sobre Vollard o Leo Castelli, todas esas galerías históricas. El espacio galerístico era un lugar de contrapoder, de debate. Y no sólo era un contrapoder aquí por el franquismo, sino que también lo era en EE UU y en París.

P ¿En qué momento dejaron de serlo?

R No han dejado de serlo del todo. Las galerías eran esponjas de lo que los artistas decían. Y los artistas eran testimonios de su tiempo. Normalmente los artistas criticaban la realidad social y las injusticias políticas. Si las galerías eran esponjas de eso, obviamente, los espacios galerísticos se convertían en un lugar de crítica al poder y por lo tanto en un lugar de contrapoder. Esto, desde el punto de vista teórico, ha desaparecido. Éste es el gran cambio que yo he experimentado en 30 años. Ahora hay acciones puntuales que sí son de contrapoder. Se puede hacer una exposición de un artista concreto que denuncia una cosa concreta, pero son acciones puntuales. Además, lo que pasa es que el arte interesa poco.

P ¿Interesaba más antes?

R Siempre ha interesado poco. En este punto, creo que hay que hacer una reflexión. El arte, desde el punto de vista estético, siempre ha interesado poco. Lo que pasa es que hace 30 ó 40 años se rodeaba de gente que sí estaba interesada en el pensamiento crítico y en la vertiente intelectual del arte. Ahora está más rodeado de lifestyle, de glamour y de show. Tampoco se puede ser maximalista, porque es cierto que hace 30 ó 40 años también había glamour. Y ahora también hay gente que se acerca a los terrenos del arte para encontrar una crítica a lo que está pasando. Pero son cosas más puntuales en estos momentos.

P Como galerista, ¿se siente incómodo con este cambio de paradigma que describe?

R Ya no. Me sentía incómodo hace cinco años. Hace cinco años me transformé a nivel personal. Es más importante ser que estar. La galería es un negocio, de acuerdo, un negocio legítimo, pero ha de ser un negocio que no te provoque engañarte a ti mismo respecto hacia adónde vas. Para mí, ahora es más importante ser yo que figurar. Hace unos años, cuando abrí la galería de Madrid, empecé a sentir gratitud con lo que yo había hecho y con lo que era la galería. No quería tener que justificar cada vez mi programa en base a las dictaduras de la estética dominante del momento. Mi programa es el que es en defensa de mis artistas, a los que estoy muy agradecido. Lo que me interesa es apoyar cada vez más lo de aquí, pero no en un sentido nacionalista, sino en el sentido de que a veces en la búsqueda de la creación nos centramos más en lo de fuera que en lo de aquí.

P La profesión ha cambiado mucho: los galeristas ahora están todo el día con las maletas.

R Siento un profundo amor a mi profesión. Es la única manera de abrir cada día, pero no espero resultados a corto plazo. Esto es una carrera de fondo. A mí me gusta estar en la galería. Ahora todos los galeristas están para arriba y para abajo con las maletas todo el día, pero porque a la gente no le interesa el arte y a las galerías viene muy poca gente. Pero esto tenemos que cambiarlo para que las galerías vuelvan a ser un punto de encuentro y también espacios de contrapoder. No nos podemos convertir en feriantes, eso es una barbaridad.

P ¿A qué achaca esta situación?

R Esto pasa en España por el coleccionismo que tenemos, el escaso interés por el arte y por la precariedad institucional. Todo es tan precario que los galeristas se han de buscar la vida. Es lógico. Y han de ir allí donde hay negocio. En Alemania, los galeristas hacen tres o cuatro ferias, pero reciben en su casa, en su galería.

P ¿Cómo podría revertirse este estado de cosas?

R La política cultural es nefasta desde hace 30 años. Es el resultado de un desnorte generalizado. Esto de cambiarlo todo cuando cambian los políticos es una barbaridad. Y un proyecto cultural no da tiempo a hacerlo en cuatro años. Yo no es que sea partidario de que los directores de museo estén 25 años, pero, ¿qué pasa, que en cada cambio de legislatura ha de haber un nuevo concurso? ¿Cosas positivas? Pues que hay un sector galerístico privado en Mallorca que es excepcional. Nos une las ganas de difundir a nuestros artistas y el arte contemporáneo. Y es cierto que en Mallorca hay muy buen galerismo y muy buenos artistas.

P ¿Qué presentará para la Nit de l'Art?

R Un dúo artístico-cultural que será una acción-diálogo. La gente deberá participar. En esta acción precisamente nos cuestionaremos la misma Nit de l'Art después de 23 años.

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