Hay casetes que dejan huella y Lalo Garau (Palma, 1982) bien lo sabe. El Appetite for Destruction de Guns N'Roses le cambió la vida cuando contaba 15 añitos. "Me volví loco al escucharlo", confiesa. Aquella música, veloz, sucia y transgresora, le llevó hasta la composición, un ejercicio que continúa cultivando, ahora centrado en un segundo álbum de canciones propias, reflexivas, salpicadas por los sentimientos, que verán la luz en formato físico muy pronto. Hoy mismo se podrán escuchar algunos de esos nuevos temas en sa Possessió, en el marco del Festival Maldito (a partir de las 19 horas), cita organizada por los responsables del ciclo Malditos cantautores, del cual es cofundador.

El cantautor de Bons Aires, el barrio palmesano que le vio nacer, y donde siendo un niño quedó cautivado por la música que le ponía su padre, de Miguel Ríos, Juan Luis Guerra y Sabina, reivindica la insensatez como forma de ser. "Las mejores decisiones siempre son poco calculadas, insensatas", defiende un hombre que dejó su trabajo y se compró un billete de ida a México con su pareja. Allí se hicieron con una furgoneta, en la que vivieron durante un año y pico, se lanzaron a la caza de peyote, y fue gestando su siguiente decisión insensata: grabar un disco, Decisions insensates (2017).

Al margen de 'Por el filo' y 'Altura', canciones de corte político, la primera, dedicada al hundimiento de Urdangarin y la segunda, al 1-O -"no estáis a la altura, os falta cintura, corazón y literatura", entona-, su cancionero rehuye de la política para entregarse a los sentimientos, al amor y al desamor, con sus múltiples caras. "Soy muy reflexivo. Me fascina la vida, que siempre te sorprende. No tengo las ideas claras, soy muy escéptico, de pensar, de maravillarme ante las cosas. Y no propongo soluciones, lo que tengo son preguntas", señala el autor de canciones como Sobre el capó, Cosas que están deseando suceder, Las nubes ácidas o Ganas de cantar.

A diferencia de su estreno discográfico, un álbum "abstracto" en el que descubría cómo veía la vida, su próxima entrega, que llevará por título Suelo, habla más de lo que le pasa en la vida. "El suelo simboliza esas cosas imprescindibles en nuestra vida que nos sostienen y a las que no prestamos atención, ocupados como estamos mirando el cielo, las estrellas, y otras cosas 'bonitas'. Pero el suelo está ahí, debajo de nosotros, prestándonos discretamente un apoyo fundamental para desarrollar nuestra vida. Del suelo brotan las plantas que nos dan oxígeno y alimento. En él jugamos de pequeños y de adultos construimos nuestras casas y nuestras vidas, y allí nos entierran al morir. El suelo simboliza todo lo que damos por sentado, pero es fundamental para nosotros". Palabra de cantautor.

El método no existe, dicen casi todos, pero cada uno tiene el suyo. "Para componer te tiene que estar pasando algo, y no debes pensar que escribes. Solo así llego a la honestidad y originalidad", asegura. En cuanto las musas le visitan, siempre en horas de trabajo, todo fluye: "Compongo de un modo muy compulsivo. En cuanto aparece la chispa, que nunca es la misma, compongo dos días enteros, me enfrasco todo el día en una canción, y luego puedo estar dos semanas vacío".

Puede actuar en solitario, en formato dúo, trío o banda, siempre con una guitarra. Un instrumento que descubrió en el colegio (estudio en el Montesión y San Cayetano) y que hizo suyo en cuanto aprendió tres acordes, "suficientes para mis primeras canciones", recuerda. Autodidacta, aunque recibió algunas clases de canto con Marian Lush, afirma que "lo de componer es cuestión de horas, no de talento", y se siente cómodo con la etiqueta de cantautor, "muy amplia", y que hace extensiva a músicos como el líder de Extremoduro, Robe Iniesta; Iván Ferreiro, Enrique Bunbury o Leiva.

Con el propósito de acabar con comentarios del tipo "¿un cantautor?, ¡qué aburrido!", creó a finales de 2017 junto a Tom Trovador y Luis Cadenas la plataforma Malditos Cantautores, una iniciativa sin ánimo de lucro que tiene por objeto impulsar la música de autor y facilitar las redes de colaboración y solidaridad entre artistas. "Merecemos ser escuchados", protesta. Siempre que pueden ofrecen conciertos a tres en los que cantan juntos las canciones de sus respectivos repertorios, desde la complicidad y el respeto mutuo. Tres cantautores muy diferentes entre sí pero que encajan a la perfección en recitales con energía, profundidad y sentido del humor, tanto, que se han animado incluso a grabar en conjunto, algo que hicieron en julio de 2018 en L'Oncle Jack, en L'Hospitalet de Llobregat, una fusión que fructificó en un cedé de 16 cortes.