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Decisiones morales

Decisiones morales

Los coches autónomos del nivel 5, es decir, los que tomarán por sí solos el control de la conducción bajo todas las circunstancias, serán una realidad en el 2024. Pero las dudas que plantean nos preocupan ya. En particular se ha hecho hincapié en los problemas morales a los que se enfrentaría una máquina así si tuviese que optar entre chocar con un muro, con posibles daños graves para sus ocupantes, o atropellar a un peatón.

Ni que decir tiene que carecemos de momento de algoritmos capaces de dotar a las máquinas de mecanismos de decisión para actuar en situaciones de este tipo. Pero en busca de entender, al menos, el problema, los investigadores intentan entender mejor cuáles son los mecanismos mentales que aplicamos nosotros, los humanos, para resolver dilemas morales como el planteado en el párrafo anterior. En ese sentido, un equipo interdisciplinar en el que participa Javier Gómez-Pilar, ingeniero de la Universidad de Valladolid, ha publicado en la revista Scientific Reports un artículo, con Annemarie Wolff, del Institute of Mental Health Research de la Universidad de Ottawa (Canadá) como primer firmante, que intenta averiguar la forma como el cerebro humano responde ante emergencias morales. Para ello han utilizado el muy famoso dilema del tranvía que dio lugar al nacimiento del paradigma dual a través de los estudios de Joshua Greene publicados a comienzos de siglo. Se trata de decidir, ante un tranvía que rueda sin control y amenaza la vida de varios operarios que están en la vía, si es moralmente lícito desviarlo hacia unos carriles divergentes donde se encuentra un trabajador que, en caso de hacer tal cosa, morirá. Greene y sus colaboradores concluyeron que intervienen circuitos cerebrales diferentes si en el acto de sacrificar a una persona para salvar la vida de varias otras hay intervención personal de quien decide (ha de matar a esa persona con sus manos) o el sacrificio se lleva a cabo accionando una palanca.

El experimento de Wolff y colaboradores, realizado mediante electroencefalografía, concluye que el cerebro actúa de forma distinta cuando las decisiones implican dilemas morales y no morales. Algo que se sabía de sobras ya. Pero ni aclara nada acerca de las redes neuronales implicadas en uno y otro caso, ni toma en cuenta las numerosas críticas que ha recibido el paradigma dual de Greene por ser muy poco realista. Dicho de otro modo, seguimos igual que antes en cuanto al problema de si podremos en un futuro dejar nuestras vidas y las de otros en manos de la decisión que tome una máquina. Es del todo cierto que, como dicen los autores, resulta necesario aclarar más y mejor la manera como funciona nuestra mente a la hora de resolver dilemas morales, en particular si hay que aplicar lo que se averigüe en el diseño de los protocolos de conducción autónoma. Pero la manera como se plantean las investigaciones sobre las redes cerebrales no puede ser cualquiera. Ese primer paso hay que darlo bien.

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