El Jazz Voyeur Club, heredero del antiguo Barcelona, un local con 53 años de historia y cantera de grandes músicos, desde Buika a Chenoa, desaparecerá en noviembre para convertirse en parte de un hotel de lujo que también afectará al Ábaco, otro reconocido establecimiento del barrio de la Llotja que deberá echar el cierre.

"Palma, espeta el director del Jazz Voyeur Club, Roberto Menéndez, al frente de esta catedral del jazz desde hace quince años. Visiblemente afectado, el también responsable del festival Jazz Voyeur suspira por una ciudad que trate "con cariño a los músicos" y que lograr una licencia para música en directo no sea un ejercicio "imposible".

También "dolido" por el cierre, David Aguiló, ligado al Barcelona durante trece años, recuerda que en su caso el ayuntamiento "tardó nueve años en concedernos la licencia de café-concierto". Aguiló llegó a programar alrededor de 5.000 actuaciones, con una nómina de músicos que incluye a nombres conocidos, como los de Juan Perro, Chano Domínguez, Kurt Rosenwinkel, Chris Cheek, Jaume Nadal, Richard Bona, Antonio Serrano, Carles Benavent, Jorge Pardo, Horacio Icasto, Ben Stivers, Joan A. Amargos, Chicuelo, Benjamín Habichuela, El Chato, Jacob Sureda, Tomás Merlo, Carolyn Breuer, Edwin Berg, Toni Cuenca, Cacho Montes, Mark Rossi o David Lee.

"El Barcelona fue cantera de buenos músicos", afirma Aguiló, quien presume, en tono de broma, de haber despedido a Buika. "Ella empezó en el Barcelona. Ahí se subió por primera vez a un escenario. Lo hizo con un gran pianista, Rubén Andreu. Hacía tres pases por noche, y se aprendió solo tres canciones. En cada pase cantaba tan solo una canción, luego se inventaba los temas y dejaba solo al pianista. No tenía repertorio, por lo que tuve que echarla, algo que ella siempre me recuerda entre risas".

"En sus inicios, Buika ya apuntaba maneras. Cuando cantaba, en el Barcelona no se oían ni las cucharas de los cafés. Eran conciertos de gala", subraya.

La historia del Barcelona se remonta a 1966, cuando Juana Salas y su hijo, Francisco Amat, decidieron montar un bar en lugar de la idea prevista originariamente, la de una peluquería. Durante años, el local fue frecuentado por 'marines' y no fue hasta la década de los 80 cuando la música en vivo se erigió en protagonista. Uno de los músicos que hizo del Barcelona su casa fue precisamente Aguiló, que llegó a tocar tres años y medio seguidos, cada noche, de lunes a sábado. "El local era muy pequeño, con un aforo de 32 personas, aunque allí se metían más de 80. Al principio tocábamos con las ventanas abiertas, para atraer al público, pero con el boom.

La última gran noche de este templo musical tendrá lugar el 2 de noviembre, con un cartel por definir.