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Crítica de cine

El olor de aquella tortilla rellena

Esta película, adaptando una novela de Keiichi Tanaka, muestra, combina elementos muy sugerentes con otros muy melodramáticos y de moralidad dudosa. El arranque es muy prometedor: Un introvertido cocinero en el tiempo presente se especializa en caterings individuales a personas a punto de reencontrarse con el altísimo, con la rarísima habilidad de recrear platos que sólo probó, u olió, una vez en su vida. Un misterioso encargo le obliga a investigar un banquete ofrecido al emperador de Japón varias décadas antes, y eso le desvelará y enfrentará al pasado familiar del cocinero.

Lo más positivo del filme es esa premisa inicial y, a continuación, el tema de que la cocina puede servir (como la música o la literatura), para unir naciones enfrentadas. También es una oda a la cocina creativa y a la superación profesional. Sin embargo, en el segundo y tercer actos se lanza cuesta abajo por el melodrama. Abraza estereotipos como que los genios puros son personas atormentadas y además deben vender su alma al diablo por mor del arte. Asoma la patita en los flashbacks históricos. La conquista de la provincia china de Manchuria por parte de los japoneses en los años 30 fue muy cruenta; aquí se suaviza muchísimo. Y la resolución del misterio es muy forzada, artificial y buenista. Además de estos renuncios en el guion, la realización es muy ramplona. Decorados muy evidentes, música subrayando sin necesidad, y actuaciones correctas sin más. Lo mejor, como he dicho, es el arranque, la propuesta de utilizar la gastronomía como regalo final para afrontar la muerte. El resto es una maniquea TV movie.

El cocinero de los último deseos

***

Nacionalidad: Japón, 119 mins. Director: Yojiro Takita. Actores: Kazunari Ninomiya, Hidetoshi Nishima, Aoi Miyazaki. Cines: CineCiutat.

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