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Crítica de cine

¿Qué sueños se cumplen?

Desde Platón, ¿o antes?, el existencialismo no deja de trazar círculos alrededor de la máxima de que la vida es algo que pasa mientras soñamos que ocurra algo mejor. Las crisis de identidad atacan a todas las edades, pero escuecen mucho más a los adolescentes o jóvenes adultos.

En El peral salvaje Sinan (Dermikol), el joven aspirante a escritor, tiene un conjunto de virtudes y defectos que el director (intuyo) las ofrece como un reflejo de su sociedad, de un país al borde del desquicie. Cabeceando entre laicismo e islamismo no extremo, entre modernidad exigente y renqueantes tradiciones, entre patriarcado tambaleante y matriarcado quimérico. Esas contradicciones las asume y verbaliza sin complejos Sinan. Es activo, impertinente, arrogante. Recrimina (spoilers) a un escritor famoso su comercialidad pero descubre después la amargura de no vender un solo libro; ataca a su padre por su ludopatía pero él roba a sus abuelos para autopublicar su libro. Se topa con religiosos, políticos y pequeños empresarios que nadan en corrupción de pequeña o media escala sin darse cuenta de que él se queja mucho y no es capaz de arreglar nada. Todo ello se resume con la metáfora del árbol de fruta amarga del título. Al final, tras hacer la mili y reconciliarse con su padre, se centra. Acepta que la sociedad ni siquiera se esfuerce por cambiar para que todo siga igual. Toda esta maduración es lenta, exigente para el espectador porque se alarga hasta más de tres horas. Hay escenas muy planas, y otras (el reencuentro con su amor platónico del colegio, los desencuentros con su padre) muy intensas.

El peral salvaje

****

Nacionalidad: Turquía, Francia, 188 min.

Director: Nuri Bilge Ceylan.

Actores: Dogu Dermikol, Murat Cemcir, Bennu Yildirimlar.

Cines: Augusta, CineCiutat.

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