El Atlàntida Film Fest presenta esta noche, a las 21 horas en Ca n'Oleo, Idrissa, crónica de una muerte cualquiera, un documental de Xavier Artigas y Xapo Ortega, autores de Ciutat morta. En la cinta se relata la historia de la muerte de Idrissa Diallo, un migrante que murió en un hospital de Barcelona tras ser detenido en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Zona Franca. Diario de Mallorca ha podido hablar con Xavier Artigas.

P ¿Quién es Idrissa y cómo llegáis a su historia?

R Nosotros somos una cooperativa de producción audiovisual, Metromuster. Aunque nació antes de lo que fue el 15M en el 2011, se impregnó totalmente de esas movilizaciones sociales. Desde la comisión audiovisual del 15M empezamos a investigar casos de violencias institucionales, sobre todo relacionadas con la impunidad policial. En medio de todo esto murió Idrissa, algo que conmocionó a todas las personas que en esos momentos nos estábamos movilizando en Barcelona para defender los derechos de las personas migrantes, y de todo el mundo. Fue una muerte totalmente anónima, pasó desapercibida. Tardamos mucho en saber el nombre de quién había muerto porque no había información. Nos propusimos, como activistas y cineastas, descubrir qué había pasado con esta persona. En este contexto empezó el proyecto, en el que estuvimos implicados durante cuatro años.

P Habla de violencia institucional, también le he oído hablar de violencia estructural€

R Son cosas diferentes. Las violencias estructurales son aquellas que la gente tiene integradas en sus cánones de comportamiento. Un ejemplo es la violencia machista o los microracismos. Nos vienen por defecto y es muy difícil liberarnos de ellas. En cambio, la violencias institucionales, para mí, van un paso más allá porque vienen protagonizadas por los representantes de los estados. Los cuerpos policiales son unos de estos representantes del Estado: funcionarios, cargos públicos que en ocasiones actúan de una forma contraria a la ley. El tipo de trato que se da a las personas migrantes en los centros de internamiento para extranjeros es un caso paradigmático de violencia institucional y, concretamente, de racismo institucional. Estas violencias encuentran la complicidad de gran parte de la sociedad, porque el racismo es estructural. El combate contra las violencias estructurales es más largo y complejo, pero el de las institucionales es más fácil de detectar. Aunque cuesta, es más sencillo determinar cuál es el policía que no ha respetado los protocolos, las leyes, etcétera. Con el tipo de proyectos que hacemos nos proponemos descubrir cuáles son las anomalías que permiten que haya prácticas de violencia institucional.

P ¿Lo han conseguido?

R En el caso de Ciutat morta pudimos determinar, con nombres y apellidos, una serie de personas que pertenecían al poder político, judicial, policial y mediático que habían sido cómplices de un entramado de violencia institucional que llevó a un grupo de jóvenes a la prisión y que acabó provocando el suicidio de Patricia Heras, una persona inocente. En el caso de Idrissa no ha ido así. Por la naturaleza del caso - una persona sin papeles, de un país subsahariano y sin familia en el Estado que pudiera denunciar el caso - fue una muerte que pasó desapercibida y la opacidad que la envuelve es mucho más fuerte. No hemos podido determinar qué pasó. Nos hemos quedado con una investigación frustrada. Queríamos desmontar un caso de violencia policial y no pudo ser.

P ¿Quién no quiso hablar con ustedes?

R Cómo pasa siempre en estos casos hay una versión oficial que es inamovible, a partir de aquí no se dan más explicaciones. Nos pusimos en contacto con la dirección del centro de internamiento de extranjeros, intentamos hacer entrevistas con la policía nacional y conseguimos que hubiera una pregunta parlamentaria en el congreso de los diputados de Madrid que respondió el partido político que estaba al gobierno en ese momento, que era el Partido Popular. Pero en todos los casos la respuesta que se dio siempre fue la que se había dado desde un inicio y que provocó que el caso se archivara inmediatamente después.

P ¿Cómo siguieron con el documental ante una investigación frustrada?

R Nos adaptamos a lo que iba pasando. Hubo un momento en que no había por donde tirar la investigación. Decidimos pasar a la acción e intentar hacer un acto de reparación ante lo que había pasado. Responsabilizarnos como sociedad, ya que no lo hicieron nuestras autoridades, por la muerte de una persona que estaba bajo custodia de nuestro Estado. Lo hicimos de forma colectiva a través de una campaña de micromecenazgo que no tenía como objetivo hacer una película o un proyecto audiovisual, sino conseguir repatriar el cuerpo de Idrissa. A través de esta acción rompemos la barrera que normalmente un periodista mantiene con su objeto de estudio, por decirlo de algún modo, y pasamos a ser parte activa del documental. Nos convertimos en coprotagonistas de la pieza en este viaje de retorno de Idrissa que nunca pudo hacer. Enviar el cuerpo a su pueblo para que pudiera hacerse la ceremonia de entierro correspondiente.

P ¿Cuál es la versión oficial de lo que pasó?

R Que tuvo una parada cardiorrespiratoria, con 21 años, y que fue muerte natural. Consideramos que no hubo un gran interés en saber lo que había pasado.

P ¿Qué preguntas se hicieron?

R Nos preguntamos cuál es la causa de la muerte, si se actuó correctamente ante esta situación crítica - si se intentó salvar, si la ambulancia se llamó a tiempo€ - y, además, dónde están los testimonios que estaban presentes en el momento de su muerte. Idrissa compartía celda con cinco personas más, que uno o dos días después fueron enviadas por la policía a otros espacios del Estado Español. Fueron dispersadas y puestas a disposición de una serie de asociaciones que acogen a personas que salen de centros de internamiento para extranjeros pero que tienen una confidencialidad total sobre lo que pasa con estas personas. Intentamos tirar de ese hilo y no conseguimos hablar con ninguna de estas personas. Esto da margen para pensar que quizás no querían que se supiera algo que estas personas vieron.

P ¿Esto dice que los que tienen que protegerlos no lo hacen?

R Creo que lo que nos dice es que tenemos unos cuerpos policiales que no siempre están ahí para proteger los derechos fundamentales de las personas. Y en caso de personas que no tienen el estatus de ciudadanía aun es más exagerado porque no se les considera ni personas.

P Cuatro años de rodaje. ¿Qué es lo que más les ha sorprendido o impactado?

R El momento que más nos impactó fue cuando se nos dejó asistir al enterramiento de Idrissa. Un acto de una solemnidad que nunca podíamos haber previsto. Creo que es uno de los momentos más intensos que he vivido nunca.

P ¿Esto ha provocado que los próximos proyectos los hagan con otra mirada?

R Creo que cuando vienes del activismo provoca un cierto respeto hacerte partícipe de la historia que explicas. Considero que este proyecto nos ha cambiado en el sentido que hemos entendido que era un ejercicio de sinceridad hacernos presentes en el documental. Siempre hay alguien explicando la historia, y a veces es mucho más honesto mostrar quién es ese alguien y saber cuáles son sus intenciones que no que se esconda siempre detrás de la cámara con una pretendida objetividad que nunca es posible. Todos y todas tenemos una intención cuando explicamos algo.

P De persona anónima a tener un nombre, el suyo, Idrissa. Un nombre que también puede universalizarse porque hay muchos como él. Habéis ido de la particularidad a cuestiones tan amplias como la violencia institucional o el racismo.

R Creo que la película intenta hacer un ejercicio interesante que pasa por de la idea de la persona migrante anónima, de la muerte de una de tantas personas que mueren en el mar, o donde sea, a quien no ponemos cara. Muertes de personas a las que entendemos más como una masa que no como individuos. Puede parecer que tiene un carácter universal, pero para nosotros es todo lo contrario. En el momento en que le ponemos cara, nombre e identidad, deja de ser universal. Pero después llega el instante más íntimo que podemos asistir de una persona, que es su entierro, y probablemente el nacimiento. Así que pasar de ser este personaje anónimo y universal a alguien que podemos identificar y con el que nos podemos identificar, hasta el punto que asistimos todos los espectadores a su enterramiento, vuelve a convertir la historia en algo universal. Es en lo más intimo y personal que más nos parecemos.

P Ciutat morta, Ciutat mortaTarajal. Desmuntant la impunitat de la frontera sud

R Creo que es muy difícil poner un límite claro porque todo creador o artista, toda persona que practica la cultura, siempre tiene algo que le mueve a hacer lo que hace. Esto ya es una forma de activismo. Indiscutiblemente, tener una trayectoria ayuda a que tus otras historias tengan más impacto. Si hubiéramos empezado por la historia de Idrissa hubiera sido más complicado, porque no es una obra muy dinámica en el sentido de que no tiene una trama de carácter tan televisivo como, por ejemplo, Ciutat morta. Pero la forma de explicar las cosas se convierte en un acto político, las historias piden ser explicadas de distinta manera.

P ¿Cuál es el impacto de vuestro trabajo? ¿Es útil?

R Eso es como todo. ¿Es útil ser periodista? Creo que desde el momento que comunicas ya estás provocando algo. Desde que no dejamos que los casos caigan en el olvido estamos contribuyendo a generar nuevas capas de cultura y a cambiar consciencias. De qué forma, creo que es imprevisible. Pero vale la pena, sin ninguna duda.

P ¿Hay interés para este tipo de documentales e historias? Ahora están muy a la orden del día los documentales sobre el cambio climático, los plásticos€ ¿Cuesta más ver cómo los humanos nos hacemos daño entre nosotros que no el daño que hacemos al Planeta Tierra?

R Alguien dijo que si el periodismo no es incómodo son relaciones públicas. Opino que hemos encontrado formas de denuncia social, de la que hay demanda porque la gente cada vez es más crítica, que no molestan excesivamente. Es decir, cuando hablamos del cambio climático hay empresas y políticos que se apuntan a ello pero siempre da la sensación que es como un fenómeno natural. Siempre es más fácil estar todos de acuerdo en que hay algo que no estamos haciendo como como sociedad, y es más incómodo señalar directamente a una institución determinada, a una persona€ Y creo que nuestros proyectos son molestos en este sentido, porque buscan señalar a una institución como la policía nacional que está custodiando centros internamiento para extranjeros o políticos responsables de la políticas migratorias del país. Y sí, la población en general sí que tiene interés. Otra cosa es que estas historias lleguen a la gente. Una vez llegan, y Ciutat morta es un caso paradigmático, la gente tiene mucho interés y fascinación por saber quienes son los responsables de que haya vulneraciones flagrantes de los derechos humanos.