Solo tiene 21 años y quiere ir poco a poco, con las ideas bien claras, trabajando hasta el último detalle las canciones a las que se entrega. Siempre rodeada de buenos músicos, la vocalista Júlia Colom (Valldemossa, 1997) antepone sus estudios, en el Conservatori Superior Taller de Músics de Barcelona, donde cursa como becada el grado superior, a cualquier canto de sirena, como puede ser la grabación de un álbum. "Todavía no he publicado ninguno. Primero quiero acabar mi carrera de canto y cuando la concluya seguro que sacaré un disco", adelanta.

Natural de un pueblo, Valldemossa, que ya "no sabe qué es el silencio" y que cada vez "parece más de plástico que de piedra", confiesa que sus faros siempre han sido sus padres, Toni Colom, "gran amante de la lectura", y Maria Antònia Nicolau, historiadora del arte, ninguno de ellos músico, pero ambos "con un sentido común muy desarrollado" que le ha ayudado "a tener los pies en el suelo" y que no le "deslumbre nada, que el trabajo hará el camino", señala.

Antes de hablar ya cantaba, en la parte de atrás del coche de sus padres. Con cinco años los Reyes Magos le regalaron un micro y desde entonces no lo ha soltado. El canto coral -primero en la Coral Universitat de les Illes Balears y luego en los coros del Teatre Principal- y las clases de flauta travesera le inculcaron el sano veneno por un oficio al que quiere dedicar su vida. "Si tenía clase el viernes, no dejaba de pensar en ella todos los días de la semana", confiesa una mujer que necesita la música como aire que respirar. "Soy una persona muy dispersa y veía que si escuchaba una canción podría concentrarme en escucharla, desde el primer acorde al último, atento a la música, los cambios de compás, los acordes, la melodía".

Admiradora de figuras musicales tan dispares entre sí como Ella Fitzgerald, Drake, Natalia Lafourcade, Joao Gilberto, Jorge Drexler o Sílvia Pérez Cruz, su voz encaja con naturalidad en un sinfín de estilos: el jazz, la canción mediterránea, el bolero americano... Y nunca aburre en directo, buscando en todo momento probarse con uno u otro género, con la innegable huella folk de la música popular siempre presente. "Con 6 ó 7 años -recuerda- mi abuelo me pidió que me quedara una tarde con él porque quería enseñarme la primera estrofa de la Sibil·la", un canto que defiende a capa y espada. "Es una lástima que lo tengamos arrinconado y solo lo saquemos el día de Navidad. Es importante quitarle el polvo a este patrimonio musical tan importante que tenemos y desestacionalizarlo, hacerlo brillar más allá de Nadal, cualquier época del año", reflexiona.

Su talento ha provocado que destacados músicos hayan querido trabajar con ella, desde Miquel Brunet a Toni Vaquer, con quien actuó hace unos días en el Arxiu del Regne de Mallorca. "Un concierto con Vaquer es como una master class", apunta en referencia a un pianista que ha dirigido la big band de la Berklee School of Music de Boston, que forma parte de la universidad privada de música más grande y reputada del mundo. Ella también ha hecho mundo. Así, en los últimos tiempos ha cantado en Nueva York, en el hotel The Wythe de Manhattan; en Francia; y en la India, en la frontera con China, "una experiencia muy divertida", recuerda. "Todo esto son vivencias que me reafirman en que esto es lo que quiero hacer. Siempre he tenido la suerte de estar acompañada de buenos músicos. Es cierto que a veces puede ser peligroso gastarse antes de tiempo pero yo siempre he hecho lo que a mí realmente me ha interesado y eso me ha servido de motivación para trabajar más y más", destaca.

Confiesa que su relación con su voz "es complicada" y a veces "incluso tóxica. Depende de la autoestima, del carácter, de si las críticas te afectan o no. Yo siempre he sido muy exigente conmigo misma. Quiero hacer las cosas bien, sin prisas, desde la honestidad", subraya. Del que será su primer disco publicado avanza que contendrá temas propios y que ya las tiene compuestas aunque no producidas. "Son canciones que hablan de cosas que mis ojos han visto toda la vida. Quienes son de Mallorca entenderán las texturas, a lo que me refiero, las situaciones, los paisajes, los tipos de comportamiento..."

Lo que puedan pensar de ella cuando se sube a un escenario le incomoda. Algún animal le ha llegado a decir tú haces conciertos porque estás buena. "Las presiones estéticas que tenemos las mujeres de por sí son muy grandes, así que imagínate cuando te subes encima de un escenario a dar la cara. No creo que está presión la sientan mis compañeros masculinos. ¿Cómo lo llevo? No lo llevo bien porque me incomoda cuestionarme ciertas cosas, a veces no tengo la conciencia del todo tranquila y puedo sentir un peso encima de mí".