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Crítica de cine

Comida para dragones

Nadie niega que hay un antes y un después de J.R.R. Tolkien en la literatura fantástica. La pregunta del millón es ¿su vida fue tan, o lo suficiente interesante como para trasladarla al cine? Veamos. Ofrece un episodio con mucho potencial dramático: tras la muerte prematura de su padre, su madre vivió casi en la miseria por hacerse católica. Falleció, segunda desgracia, cuando J.R.R. y su hermano eran todavía adolescentes. Ambos fueron acogidos por una pudiente benefactora y poco después él se enamoró de una huérfana protestante. Su cura tutor le prohibió verla hasta que cumpliera la mayoría de edad, se casaron al llegar ese momento y el futuro autor la convenció de que se pasara al catolicismo.

A todo ese episodio le recorta las alas este biopic, escondiendo bajo la alfombra la intransigencia estructural, secular, de ambas religiones. Lo limita a una concertina más en el proceso de madurez del chico, explotando el género muy en boga ahora de historias 'inspiracionales': cómo un huérfano logró estudiar en Oxford, cómo fue aceptado por un grupo de escolares con genuina y exacerbada curiosidad intelectual, cómo encontró a la mujer de su vida pero hasta los 21 años no pudo reunirse con ella, cómo salvó su carrera in extremis trocando literatura por filología, cómo sobrevivió (omitiendo el alto grado de suerte) a la I Guerra Mundial y cómo superó el bloqueo creativo y parió el germen de El Hobbit. Ese cúmulo de elementos inspiracionales, más la ausencia de un reparto y un realizador con garra, dejan la película en eso, en muy animosa y algo blanda.

Tolkien

Augusta

***

Nacionalidad: Reino Unido, 112 min.

Director: Dome Karukoski

Actores: Nicholas Hoult, Lilly Collins, Colm Meaney.

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