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Pelaires/Medio siglo de historia

Los Pinya: "Si no fuera por la iniciativa privada, el panorama artístico sería un desierto"

Una exposición colectiva rinde homenaje a Pep Pinya, fundador de la galería Pelaires - Grandes nombres de la historia del arte pasaron por la sala que tuvo a Joan Miró como principal impulsor

Julio de 1969. La galería Pelaires abre sus puertas en Palma. No es una galería más. En sus paredes, obras de Picasso, Tàpies, Miró, Clavé, Saura y Mensa. Se trata del primer espacio de Mallorca dedicado íntegramente al arte contemporáneo. Han pasado 50 años desde aquella primera exposición y la sala es, a día de hoy, la galería de arte contemporáneo con más trayectoria del Estado. Una fecha tan especial se celebra por todo lo alto y esta misma semana la Pelaires ha inaugurado la primera de dos exposiciones conmemorativas. Esta muestra se centra en el pasado de la galería y es un reflejo y un homenaje al fundador, Pep Pinya, pero también un tributo al arte contemporáneo y al trabajo del galerista. Entre los trece nombres escogidos no falta el de Joan Miró, figura clave en la historia de este espacio expositivo.

Inevitablemente es éste un momento de echar la vista atrás y Pep Pinya recuerda cómo su primera exposición marcó un antes y un después: "Cambió el rumbo de la historia cultural de Palma. Miró vivía aquí y nadie sabía quién era; lo conocían como el marido de Pilar; era algo insólito".

Joan Miró, la persona que le dio impulso gracias a su colaboración y a la de sus amigos, quiso que la Pelaires fuera su galería y puso en contacto a Pep Pinya con personalidades como el director del MoMA o del museo Guggenheim. Artistas e intelectuales acudían a la isla para visitar a Miró, pero todos pasaban, antes o después, por la Pelaires, que se convirtió en un altavoz de lo que estaba pasando culturalmente en el resto del mundo.

Pep Pinya se define como galerista accidental, pero construir un proyecto de 50 años no es fruto de un accidente. Una mirada atrás aporta nombres que ya forman parte de la historia de la cultura y del arte. Los artistas y los intelectuales más importantes de la época se daban cita en la calle Pelaires. Miguel Ángel Asturias, Camilo José Cela, Vargas Llosa, Vicente Aleixandre. Y también Sartorius, Montalbán, Tierno Galbán.

"Lo más destacable de los inicios es el interés y la colaboración de muchísimas personas, que hubiera tanta gente con esta avidez". Reconoce que también resultaron molestos para ciertos sectores de la sociedad: "Cuando montas una historia con un abecedario nuevo crea mucha incomodidad. Políticamente, además, estábamos muy posicionados".

Pep Pinya recuerda que la estética imperante en ese momento era el postimpresionismo y que desde Pelaires se rompió esa dinámica. "Tuvo una acogida bestial. La gente venía a las exposiciones, a las conferencias. Es un orgullo que escritores como Llop o Mesquida digan que aquí vieron sus primeros cuadros".

El marchante puso en marcha esta aventura en un momento y un lugar, Mallorca, en el que "no había nada, estaba todo por hacer". Hablamos del siglo pasado, de la dictadura franquista: "La situación política era complicada; difícil. Nos ponían prohibiciones absurdas. Para la exposición de Picasso, tuvimos que ir a pedir permiso a Madrid", recuerda el fundador. Finalmente la muestra del malagueño pudo llevarse a cabo, con la condición de que dos grises la vigilaran.

La adversidad del momento político no pudo frenar la efervescencia y las ganas de conocer de un público necesitado de novedades; de saber lo que estaba pasando en el exterior.

Consciente de la importancia de la cultura y su poder transformador, Pinya mira hacia adelante y lamenta que algunas cosas no hayan mejorado: "A nivel nacional los cambios no han sido positivos. Recientemente se ha editado un libro sobre los cien mejores pintores del siglo XX y no hay ninguno español". Para Pep Pinya esto no quiere decir que no haya ningún artista español a la altura: "Es el resultado de una mala política cultural, de falta de proyección y de visibilidad. Desde Juan Gris, todos los grandes pintores españoles han sido potenciados desde fuera", resume.

Con todo, cree que el panorama artístico estaría "desierto" si no fuera por la iniciativa privada. Y los recortes no son el único motivo: "El dinero es importante, pero sobre todo falta voluntad. Nosotros hicimos muchas cosas, no teníamos dinero pero sí voluntad de hacerlas. Hay que seducir, convencer, potenciar y, sobre todo, tener un proyecto. La meta no ha de ser vender, sino mostrar".

Recuerda haber hecho muchas exposiciones sin vender nada y cuenta como el mísmisimo Antoni Tàpies tenía aquella duda a pesar de ser uno de los grandes: "¿Tú crees que venderemos algo?", preguntaba justo antes de una inauguración.

El relevo generacional

Ha pasado medio siglo y si algo se mantiene intacto es la ilusión y la pasión por el arte. Otras cosas, inevitablemente, han cambiado. Y eso es porque la Pelaires ha sabido adaptarse a un contexto cambiante. Al frente de la sala ya hay una nueva generación, Frederic Pinya, la mirada puesta en el futuro, pero firmemente enraizados en un pasado esplendoroso.

Frederic ha crecido en la galería y enseguida tuvo clarísimo que se quería dedicar profesionalmente. Aunque la dirige desde 2008, lo cierto es que lleva más de 20 años trabajando y colaborando. Señala que cuando la sala abrió "había un movimiento artístico en Mallorca, aunque era alternativo, lo que no había era plataformas". Una diferencia clave es que la galería aglutinaba a todos los sectores de la cultura, no sólo las artes plásticas.

La velocidad de vértigo a la que se suceden los cambios y la importancia de la economía son para Frederic los cambios más importantes que se han producido en el sector. Sin embargo apunta que " la pasión es la misma aunque cambien los decorados y la forma de comunicar. Si en el pasado el artista buscaba provocar una reacción, hoy en día prima mucho la transacción económica; obviamente hay otros aspectos, pero sin economía, no hay galería".

Para Frederic Pinya el reto consiste en saber conjugar el aspecto puramente económico con los sentimientos: "Nosotros hacemos proyectos que son casi museísticos que, si lo valorara fríamente, no los haría", reflexiona. El suyo es un oficio que va más allá del puro mercantilismo y esto se traduce en el compromiso con el entorno, la ciudad, la isla y su interés en hacer llegar la cultura y el arte al ciudadano: "La cultura se vende de una forma aburrida, hay que hacerla accesible y eventos como la Nit de l'Art son una obligación moral , pero el retorno económico que obtenemos es cero". A nivel de creación subraya que Mallorca es rica: "El problema es la presencia, la proyección y no es solo una cuestión de dinero sino de sentido común y de estrategia: porque si nos falta la estrategia, solo hay improvisación".

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