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Análisis

La maldición de Es Baluard

El museo sigue descabezado por el desinterés político y la irresponsabilidad de algunos miembros del patronato

Una de las salas de Es Baluard.

El mundo no se para porque haya unos señores y unas señoras muy importantes pactando un gobierno e intercambiando cromos como en la puerta de un colegio. "¿No me das el que quiero?" Pucheros, "me levanto y me voy". El mundo no se para porque los políticos jueguen sus estrategias, sus monopolys e incluso sus cluedos. En Son Espases, los médicos siguen operando en los quirófanos y cerrando la agenda para meses venideros; en la Universidad, aunque no haya clases, los profesores organizan el curso siguiente y cierran flecos. En el IBDona, no se detienen los programas de atención integral para mujeres maltratadas. El servicio público continúa su curso. O así debería ser. La maquinaria sigue engrasada y funcionando bajo criterios profesionales de cara a los meses venideros. Los ciudadanos son la prioridad, o deberían serlo. Eso nos dicen.

En Es Baluard no es así. El museo sigue descabezado desde el pasado mes de marzo, cuando Nekane Aramburu dijo adiós a un mandato de seis años. Ayer era la última oportunidad que había para que el patronato del centro (formado por las instituciones y una fundación privada) nombrara inmediatamente directora a la ganadora del concurso según los criterios de un jurado formado por profesionales, en los que precisamente nuestros próceres depositaron la confianza.

El asunto no es baladí. En absoluto. Ahora mismo, la planta 0 del museo está vacía: la exposición Alma cerró sus puertas el pasado 2 de junio. Y Faces terminará el 29 de septiembre. ¿Qué es un museo sin proyectos artísticos vivos? ¿Qué es un museo sin voz propia e independiente? ¿A quién le interesa tanto que allí dentro no haya dirección, un profesional que enhebre un discurso sobre la contemporaneidad lo más alejado posible de intereses partidistas y privados? En Es Baluard, el mundo sí se ha parado; no se ha extinguido por la tenacidad de sus trabajadores. ¿Quién está trabajando profesionalmente en las futuras exposiciones, quién está pensando el rumbo del resto de proyectos, quién está trabajando en las conexiones con la ciudadanía, en los grandes retos de futuro que deberían ser objeto de debate en un centro de estas características? Nadie.

Es gravísimo que el museo no tenga todavía un responsable volcado en la función pública que en teoría le toca desempeñar a la institución. No sabemos si su presupuesto estará bien invertido, si cumplirá con unos mínimos criterios profesionales, si se invertirá en los intereses públicos o si responderá a cuestiones de otro tipo. Una situación incierta que ahora mismo apacenta la peor rumorología y deja en muy mal lugar a una de las instituciones menos transparentes de la isla. Aún esperamos las explicaciones oficiales de la anulación de la reunión de ayer.

Es imperdonable que el patronato no haya sabido dejar en un día crucial (el patronato hoy ya se ha disuelto a la espera de que se conformen y confirmen Ayuntamiento, Consell y Govern) los cromos en casa, los pactos de poder y los grupos de guasap de la negociación para sentarse a una mesa y tener el quórum suficiente con el fin de poner un capitán o capitana al frente del barco. El paso del tiempo (difícilmente habrá un director antes de septiembre), el abandono y los intereses particulares son los enemigos de la función pública de la cultura. ¿Es esta situación la antesala de la legislatura que nos espera en política cultural? Seguramente sí: muchos repetirán en el tablero.

El mundo se ha parado en Es Baluard: ¿veremos salas vacías o excentricidades caprichosas en sus paredes?

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