"Yo en realidad no soy un manioretista, soy músico", explicaba Laurent Bigot antes de su actuación. Y sin embargo, ahí estaban él y su microcirco sonoro ayer en el Teatre Sans para dar comienzo al macroprograma del XXI Festival Internacional de Teresetes, que hasta el próximo domingo inundará la isla de marionetas.

¿Cómo ha llegado hasta aquí entonces? Compostior y saxofonista, comenzó a interesarse por utilizar "todo tipo" de objetos, tanto de la naturaleza como de la ciudad, para hacer música. Y de los juguetes le atrajo especialmente no solo el sonido que puedan hacer como juguetes, sino el que generan al practicar con ellos determinadas acciones.

Y así es como desde hace 18 años este músico electroacústico ejerce de jefe de pista del circo más pequeño del mundo, Le petit cirque: tan petit que apenas ocupa la superficie de lo que podría ser una mesa camilla.

Es pequeño y no se transporta en carromatos, pero su montaje no es cosa menor: Bigot tarda entre seis y ocho horas en montar su dispositivo (tensar cuerdas, colocar figuras, conectar cables...) y, lo más importante, "probar el sonido".

Porque el de Bigot es un circo de "objetos sonoros" y los protagonistas de su espectáculo (marionetas encubiertas) son peonzas, una campana, muñequitos de goma que se deslizan como equilibristas sobre una cortina, dos ratitas a pilas que no paran de moverse... y el sonido que generan al moverse todos estos objetos.

Para captarlo y reproducirlo sin artificios, utiliza unos pequeños micrófonos colocados estratégicamente para registrar y amplificar la más mínima vibración que se produzca sobre la mesa en la que dirige su show. Esa banda sonora combinada con lámparas que se van encendiendo y apagando, algunos filtros de colores, además de materiales inesperados (como la harina) generan un universo de sonidos y efectos visuales en algún momento casi alucinógenos.

"Es un espectáculo para oír y para ver", explicaba el artista francés, que al depender de unos micrófonos que captan la más mínima vibración de los materiales es consciente de que cada show tiene su dosis de riesgo. Cada manipulación tiene su peligro de caída: "Como en el circo". Y como en la vida.

Equipara esa sensación, ese mantenerse alerta y atento al más mínimo detalle (que en su caso son muchos), a la que se siente cuando se improvisa música: "No sabes qué van a hacer tus compañeros y te tienes que ir adaptando". Nunca sabe qué esperar de su espectáculo y siempre aprende y se lleva "nuevas sorpresas". Por eso el show también ha ido cambiando desde sus inicio.

Ayer adultos y niños, ansiosos con el sus del Festival de Teresetes, pudieron disfrutar de una doble sesión de Le petit cirque (y habrá otra oportunidad mañana en la Colònia de Sant Pere).

La inauguración oficial del festival tuvo lugar después, con la actuación en la sala grande del Teatre Sans del Trio Katastrofa: una formación musical multigénero ("scandi-balkan-folk-punk") definida como "un shinkansen (tren de alta velocidad japonés) en una pista inestable del que nunca querrías bajar".