La gran fiesta de la poesía empezó con Biel Mesquida, director del Festival de Poesia de la Mediterrània, entonando la canción popular que reza horabaixa post el Sol, plorinyava l'infantó. Le acompañó Clara Peya que, como siempre, abrazaba el piano como si fuera la única cosa que hay en el mundo. "Estamos en casa, felices. Hoy hace 21 años que resistimos, batallamos, cantamos y contamos muchas historias, íntimas y épicas", dijo ayer en el Teatre Principal el director de un festival que, año tras año, reitera su compromiso con las personas exiliadas y perseguidas por su aportación a la poesía invitando a dos escritores que huyen de las prohibiciones. Recordó a los "presos políticos" y a los políticos exiliados, así como a "nuestro querido Valtonyc". Y explicó que este año, el festival ha arropado a los poetas Ileana Álvarez y Francis Sánchez, ambos cubanos y refugiados.

De una manera especial, esta edición estuvo dedicada a las muertes, olvidadas, de personas migradas y refugiadas en el Mediterráneo, un mar que "es mucho más que esta red turística que no hace nada por la cultura". Mencionando algunas excepciones, el escritor y colaborador de Diario de Mallorca lamentó el desinterés que los "millonarios" hoteleros tienen por la cultura. Siguió hablando del mar, "civilizaciones que hibridan, que mutan. Un mar que debería ser comunicación, un espacio de intercambio de ideas y de conceptos es, sin embargo, una muralla que no deja que Europa, donde se vive en un falso Estado del Bienestar, acoja a las personas que huyen de la miseria", expresó Mesquida. "Este mar es una tumba donde mueren cada año más de 4.000 personas", sentenció.

Un total de 14 poetas y ocho lenguas distintas. De lo más especial que tiene la Festa de la Poesia es la variedad de sonidos que ofrecen las diferentes lenguas, incluso una misma según el territorio. La catalana Anna Gas, la más joven de los poetas invitados -es del 1996-, fue la primera en recitar algunos de sus versos, acompañados en todo momento por el piano de Peya. Continuó el cubano Francis Sánchez, que casi recitaba de memoria sus poemas, a quien le siguió Adela Greceanu, de Rumanía, que entonaba, más expresiva que los anteriores, poemas que hablaban de fronteras. Un muy elegante Jad Hatem (Líbano) vocalizaba versos mientras buscaba constantemente la mirada del auditorio, y cedió después la alfombra roja del escenario donde se situaban los escritores al único mallorquín -además de Mesquida- de la noche: Joan Josep Barceló. El isleño brindó algunos de sus poemas en los que más puede intuirse su formación en ciencias. Llegó el turno de la cubana Ileana Álvarez, que se mostró visiblemente emocionada durante su recital. Después se escuchó otra vez la lengua francesa, pero esta vez del Quebec, en boca de Martine Audet, que inició su lectura susurrando al micrófono. Instantes más tarde, enmudeció el piano y Peya se retiró. Desde el centro del escenario, y en alemán, José F. A. Oliver, además de recitar, se puso a cantar hasta en tres ocasiones, enterneciendo a los asistentes. También tuvieron su momento de intimidad con el público Castillo Suárez, poeta navarra que escribe en euskera, Àngels Moreno, de la Comunidad Valenciana, el catalán Lluís Calvo, la poeta sudafricana Lebobang Mashile, la gallega Chus Pato y la italiana Silvia Bre.

Son ya más de 300 los poetas que han participado en este festival, liberando sus palabras. Y es que la poesía, señaló Mesquida, "es libertad".