No hagan leña del árbol Casado. Ya empezamos. Han pasado siete días, pero el tornado no para. El vendaval de chistes, tortazos, zascas, collejas, memes, inventos, mala, buena baba, ingenio, ironías, creatividad y cachondeo contra los líderes del PP, centrado todo en don Pablo, ha sido, es, apoteósico. Para el desayuno, comida, merienda, cena. No hay descanso para los perdedores bíblicos. ¿Vieron la noche electoral al trío de fúnebres sepultureros, todos vestidos de riguroso negro, en el no balcón, gélido y hostil, vacío y triste, de Génova? ¿Quién vistió a los tres prohombres? En vez de contratar a Palomo Spain para dar imagen de glamurosos horteras parece que pillaron a Ruth Myers, la diseñadora de vestuario de La familia Adams. Ni a caso hecho. ¿Nadie les dio un cogotazo antes de salir como salieron ante las cámaras? La sonrisa ancha y la lluvia en el pelo se tornaron en mueca falsa y rictus de enterradores a tiempo completo. Allí estaba el tirador de huesos de aceituna, un Teo García de dura quijada, apretando su rabia y desolación, allí estaba el FRAcasado, y allí estaba el cuentachistes Adolfo Suárez, componiendo la postal del derribo. Excuso decir cómo hervía, y aún resuena, el chisporroteo, el cachondeo en las redes. Venga, vamos, de verdad, no hagáis leña del árbol CAsado. Sigo con la noche electoral. Gran salto, y no al vacío, el de TVE. Qué gran programa hizo. Con un plató, sí, espectacular, brindó tensión, profesionalidad, brío, nada que ver con las aburridas, lacias, inanes, insulsas y pacatas noches electorales del pasado, cuando TVE parecía, de entrada, pachucha, sin fuerza, derrotada, otra dama que se enterraba a sí misma antes de acabar la función. La noche del día 28 fue un resurgir de la televisión pública en su apuesta por la información de alta calidad, con grafismos modernos, con pantallas gigantes, con eso que se llama realidad aumentada o realidad fingida, con conexiones al segundo para no perderse nada, con un equipo de tertulianos de primer nivel, con los presentadores, Carlos Franganillo y Ana Blanco dando una lección de fortaleza periodística, de nervio informativo. Vamos, una cena electoral como hacía tiempo no veíamos en la tele pública que, para más sorpresa, y de la buena, este lunes La 1 emitió un programa especial matutino con el infalible Xavier Fortes para analizar los resultados. Algo está cambiando. Ya era hora.

Vaya pastel

Que cada cadena tiene su programa, a su manera, de cocina, es una evidencia. Y llegan a empachar, sean programas de fogones de verdad o de fogones figurados. De cocinillas estoy hasta el sobaco. Hasta Mediaset, que trilla por libre, tiene una cosa que se llama Bake off, no me pregunten por qué. No me pregunten por qué se llama ese sindiós ni me pregunten quién es el lumbreras que echa mano de estas tontunas para llamar en inglés a lo mismo que podemos llamar en español, señalándolo con matizadas certezas. Como Bake off es algo que nadie entiende, el programa añade una coletilla que dice así, Bake off, el gran pastelero, o al revés, El gran pastelero, Bake off. Creo yo que si el Bake off este lo ve alguien en Cuatro, lo más que dice es que ha visto el programa ese de dulces que presenta uno de los comodines del emporio, Jesús Vázquez, quizá porque la otra pata del banco de Mediaset, Jorge Javier Vázquez, está embebido con las peripecias que le llegan de Honduras. Cuatro tiene, además, uno de los restaurantes de mentirijilla más surrealistas de la tele porque, alucino, lo de menos son las cenas. En First dates lo de menos es la comida, y lo que más, las barrabasadas que digan los comensales en busca de un amor tan espatarrado como el que fomenta Carlos Sobera, el señor de la ludopatía. El filete da igual que esté quemado, la lubina ni se mira, lo que importa es que algún comensal enamoradizo cuente que pilló a su novio con otro en su propia cama y ni por esas conquiste al pretendiente y los pajaritos vuelen cada uno por su sitio. O que la gorda rechace al gordo porque "a mí sólo me va la gente que se cuida".

La Pantoga

No salgamos de Mediaset, que ha hecho de Supervivientes, ahora sí, un sinfín con el que te da desayuno, comida y cena. La feligresía, encantada. La noche de las elecciones, como antes no faltaba en los telediarios la imagen de la monjita con su voto, se supo que enganchados al serial hondureño manifestaron su enfado por el programa especial de Piqueras, Sonsoles Ónega y Carme Chaparro retrasando Supervivientes. "Ya está bien, hasta el nabo de política", decía uno. "Metedle caña al recuento, joder, quiero que empiece Conexión Honduras", decía otro, o "Cansada de escuchar tonterías", decía una tercera. Yo no dudaba de que los 80.000 chirimbolos semanales de la Pantoga -ay, aquellas imitaciones que hacía Martes y Trece de Isabel y Encanna Sánchez, la fascista que hoy estaría a la derecha del partido del tío de la mula-, serían explotados a tutiplén por Vasile. Se veía venir que la presencia de la tonadillera más loca, la que se lió con Julián Muñoz cuando era alcalde de Marbella y las bolsas de basura atestadas de dinero iban y venían de aquí para allá, sería un sinfín, un empalagoso desayuno, comida y cena, y además en sus cadenas principales. Ahí está Sobera dando a los seguidores de su fe la sopa de la noche. Las primeras cucharadas en Telecinco, las últimas en Cuatro, pasando Tierra de nadie de una a la otra. Lo llaman, ajústense el kimono, televisión transversal. O sea, pasar el camión de la basura de Telecinco a Cuatro. Por lo demás, ya saben, son desayunos, comidas y cenas donde el plato exquisito es tan caro -insisto, 80.000 pavos a la semana- que el resto es sólo relleno, colección de etcéteras, carne podrida, morralla. Ver a la Pantoga hasta el chichi de barro, y resoplar para ganarse la vida como una temporera marroquí es un placer entre el vómito, la hilaridad y el descojone. Una payasa divirtiendo al pueblo, que tanto la ama. Y termino, ¿tiene La 1 bastante con Masterchef o Hacer de comer -lo de Dani García-? No, amor. Por eso también emite Cena con mamá, pero de eso, si eso, hablo otro día.