Manolo García canta hoy en Palma, ante su público, espectadores que, en algunos casos, como el de Verónica Martínez, que seguirá su recital en primera fila de la Sala Magna del Auditorium, han hecho de su música "la banda sonora" de sus vidas. "Exprimir la vida quiero; hoy es un logro seguir en esas, que a veces la muy ladrona, se pone arrecha", canta el músico barcelonés en uno de sus temas (Exprimir la vida, del álbum Todo es ahora, 2014). Una canción que Verónica, Vero para sus amistades, conoce y hace suya, porque como ella bien sabe, "la vida puede ser muy dura".

Que no somos nada o, mejor dicho, que Somos levedad, como dice otra canción de Manolo García, empezó a advertirlo Vero en su etapa estudiantil, cuando conoció a su primer amor, Ernesto Real. "Nos conocimos en el Instituto Son Rullan. Éramos muy diferentes, él era el gamberro, el chulito de la clase, y yo la niña bien, la estudiante. La música nos unía. Ernesto cantaba muy bien, con una voz muy parecida a la de Manolo García", por aquel entonces al frente de El Último de la Fila, el grupo con el que conquistó España junto a Quimi Portet y al que la pareja de novios pudo entregarse en uno de sus últimos conciertos, en 1995, en la plaza de toros de Palma, donde presentaron el que sería su último álbum en su carrera, La rebelión de los hombres rana.

De los cantos y los saltos que dieron en aquel concierto, la pareja pasó a los llantos y la caída, mortal en el caso de Ernesto. "Al acabar el instituto enfermó de meningitis y tras seis meses muy complicados, murió. Era octubre de 1997, tres días antes de que yo cumpliera 20 años. En enero del 98 El Último de la Fila, el grupo que siempre me había acompañado, lo dejaba. Para mí todo aquello fue el final, el final de verdad, cuando me di cuenta de que todo se había acabado. Una coincidencia muy fuerte", subraya. "En caminar, aunque hoy no brille tu estrella", susurra Vero, parafraseando un verso de Somos levedad, al recordar aquellos trágicos días.

La vida le volvería a sacudir al poco tiempo. Cuatro meses después de la pérdida de Ernesto, a la madre de Vero se le diagnosticó un cáncer. Iniciaba así otro viaje -el final sería también trágico, con su progenitora venciendo ante la enfermedad- pero que no realizaría en soledad. "A los pocos meses Manolo García publicó su primer disco en solitario, Arena en los bolsillos, dándome una señal: Te sigo acompañando". Días después de una recaída de su madre, que coincidió con la salida del segundo disco del músico, Nunca el tiempo es perdido, Vero se armó de valor y, pluma en mano, decidió agradecerle a Manolo García a través de una carta el hecho de "haber puesto música a mi vida y haberme acompañado en muchos momentos con sus canciones, en cuyas letras me he visto reflejada en muchas ocasiones".

Aquella carta se la entregó a Miguel Vera, de los 40 Principales, aprovechando una visita de Manolo García a Mallorca, con uno de sus conciertos. Y se olvidó de ella, sin saber si la misiva había llegado o no a su destinario. "Hasta que Perro Records, su discográfica, me llamó y me dejó un mensaje: donde te enviamos un cuadro que te ha hecho para ti. ¿Cómo que me ha hecho un cuadro? Tardé en reaccionar y la primera reacción fue de flipar. Cuando me llegó el cuadro, una litografía, sentí lo mismo que sienten los niños con los Reyes Magos cuando se levantan en el día señalado. No por el cuadro, por el regalo, sino porque le había llegado la carta, porque la leyó y tuvo el detallazo de dedicarme una frase: Esperar para ver los árboles, vestirse de hojas, es ser un jilguero en el viento". Unas palabras que, tres años después, en el disco Para que no se duerman mis sentidos, vería reflejada en el corte Si te vienes conmigo: Pararemos a la vera del camino para ver los árboles vestirse de hojas. "Siempre he pensado que esa canción es mía", confiesa.

En el concierto de esta noche, el primero de los dos que Manolo García cantará en Palma, Vero se sentará en la primera fila de la Sala Magna del Auditorium, cerca de su guía espiritual, vital -"he estado en todos sus conciertos en Mallorca", afirma- con el corazón encogido en unos temas, y dilatado, a punto de explotar en otros, con lágrimas en los ojos y sin dejar de sonreír en todas y cada una de sus canciones, especialmente con Son 4 días, Sara, Cuando el mar te tenga y En mi pecho, con esa estrofa final que reza: Nunca ceder ante la adversidad. Quiero tener la alegría

del que está en paz. Mis cadenas he de romper; fuera penas, amargas como la hiel.