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Con ciencia

Resurrección

Resurrección

El artículo publicado en la revista Nature por Zvonimir Vrselja, investigador del departamento de Neurociencia de la Yale School of Medicine de New, Haven (Estados Unidos), y sus colaboradores abre una puerta que en realidad no se había terminado de cerrar bien. Lo que han logrado los autores es, tras varias horas —hasta cuatro— después de producirse la muerte de un cerdo, recuperar su actividad cerebral y reemprender su metabolismo en ausencia de una actividad electrocorticográfica total. Dicho de otro modo, Vrselja y sus colaboradores han resucitado el órgano esencial al que asociamos la condición vital, en un mamífero tan grande como un cerdo. Lo han hecho poniendo a punto un sistema externo al animal de perfusión pulsátil, al que llaman BrainEx, una máquina similar en cierto modo a las que se utilizan para preservar órganos como los riñones una vez extraídos del cuerpo. El BrainEx proporciona fluidos protectores a un ritmo semejante al del flujo sanguíneo permitiendo así preservar la citoarquitectura, atenuar la muerte celular, restaurar la actividad microcelular y, en suma, recuperar la viabilidad de las células cerebrales.

Los autores comienzan el artículo recordando que muchos mamíferos cuentan con cerebros que exigen un aporte muy grande de energía y apenas toleran la falta de oxígeno que provoca el cese del flujo sanguíneo. En muy poco tiempo —cuestión de segundos— se produce la pérdida de consciencia y la necrosis; la muerte, en otras palabras, que suele relacionarse con la parada de la actividad eléctrica global del cerebro. Pero en la medida en que distintos estudios habían apuntado la posibilidad de que ese proceso fuese reversible —como es el caso de la recuperación neurológica después de un proceso severo de hipotermia—, Vrselja y sus colaboradores diseñaron la máquina capaz de restaurar ciertas funciones cerebrales tras la muerte.

En el mismo número de Nature que publica el artículo de Vrselja et al, Nita Farahany, Henry Greely y Charles Giattino han apuntado un problema ético obvio: el de la dificultad de definir la muerte tras BrainEx. Si hasta ahora era común identificar con un electroencefalograma plano el cese de la actividad vital, ese criterio se tambalea cuando es posible recuperar parte de las funciones cerebrales después del cese de la respuesta eléctrica. Farahany, Greely y Giattino plantean también la necesidad de rehacer, en términos más exigentes, los criterios que buscan minimizar el padecimiento de los animales de experimentación. Y restringir el uso de mamíferos tan cercanos a nosotros como pueden ser los cerdos aunque, en el caso del experimento que comentamos, procediesen de un matadero industrial.

Quizás lo mas preocupante de la resurrección, aun parcial, del cerebro lograda por Vrselja y colaboradores tenga que ver con el uso de órganos humanos para su trasplante. Arrojar dudas acerca de cuándo tiene lugar en realidad la muerte va a sacudir más de una conciencia.

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