Ganó un Goya por Woody & Woody en 2018 - ella firma el guion del cortometraje que nació como una obra de teatro de barra-; venció en el V Torneig de Dramatúrgia de Balears con su ingenioso texto Seguí; y acaba de publicar su primera novela, La cosina gran, con la editorial Lleonard Muntaner. Tiene 25 años, un futuro prometedor y experiencia a la hora de relativizar tanto las alabanzas como las críticas: "Estoy preparada para todo tipo de valoraciones sobre el libro", advierte. "Cuando ganamos el Goya recibí muchas muestras de respeto y admiración, pero también hubo quien me tildó de traidora por haber homenajeado a Woody Allen con toda la polémica que envuelve su figura. Sé que el libro no va a gustar a todo el mundo, pero si haces las cosas pensando lo que se espera de ti pierdes libertad", reflexiona Laura Gost (sa Pobla, 1993), quien sabe que hay muchas expectativas puestas sobre esta aventura literaria. No obstante, todo esto le provoca más curiosidad que ansiedad: "El mundo puede sobrevivir sin que yo escriba, y por tanto quiero liberarme de la presión de pensar que debo hacer mi gran obra maestra en cada proyecto. Si escribo es porque el proceso me resulta placentero, no angustioso; escribo porque eso es lo que me hace feliz".

En este primer idilio con la narrativa, Gost propone un viaje a la primera etapa de la adolescencia narrado en primera persona por Rosa, el personaje principal de las 150 páginas de la novela. "Me interesaba retratar esos momentos de dudas, conflictos y el alejamiento de la infancia para dar paso a la madurez". Y ha decidido hacerlo desde la perspectiva femenina porque "si yo puedo empatizar con la insatisfacción de un niño porque no le sale la barba", por qué no puede un hombre sentirse igual de cercano a la inquietud de una niña con su cuerpo porque no le crecen los pechos. "Los personajes del libro son mujeres fuertes y complejas, vistas desde la subjetividad de Rosa. Ella es quien proyecta sus miedos sobre los otros personajes, se define, por aproximación o por rechazo, a partir de los demás", explica la escritora. No es, pues, una novela de mujeres para mujeres. Ni tampoco juvenil: "Aunque el prejuicio existe, me parecería simplista que se dijera que es para mujeres. Y no por tratar la adolescencia, es juvenil. Yo hago una retrospectiva desde mi experiencia, mientras que la protagonista analiza esta etapa de su vida de una manera muy introspectiva".

Gost escribe desde que era pequeña, y cuenta que siempre ha sido muy de "diseccionar los sentimientos, las sensaciones" y cuestionarse "las contradicciones interiores". Así, presenta a una Rosa que se abre en canal con su lector, que quiere hacerse mayor y que sufre ante la condescendencia de su entorno adulto. Examina sus acciones y expone sus pensamientos a un sinfín de interrogantes.

La precisión de la autora a la hora de describir el espacio físico y la atención que pone en los detalles hacen que sus palabras se conviertan fácilmente en imágenes. "Soy muy visual por mi influencia cinematográfica. Soy incapaz de escribir sin ser así de descriptiva. Automáticamente pienso en cómo se vería la escena en una pantalla". También utiliza concienzudamente metáforas visuales, como la relación entre la meteorología y el estado de ánimo de la protagonista. "Todo esto ayuda a crear una atmósfera concreta, a que la lectura sea también sensorial". Además, del cine absorbe la rigurosidad de los tiempos y ritmos, algo que consigue haciendo que cada capítulo del libro tenga su propio principio y final. Es aquí donde también se puede apreciar la experiencia de Gost escribiendo relatos cortos.

No obstante, concreta que recurre a fórmulas muy distintas si se trata de escribir un relato corto o una novela. "Cuando escribo relatos me permito vomitarlo todo y escribir de manera más impulsiva. De hecho, cuando lo empiezo lo acabo. En cambio, enfrentarme a un proyecto más largo sí que considero que requiere una estructura. Por una parte, por respeto al lector; y también para no perderte y tener claro a dónde tienes que llegar", apunta.

El resultado de la disciplina de Gost es un relato con una mirada "nostálgica, indulgente, tierna y contradictoria" sobre una etapa que "se banaliza, cuando a mí me parece tan legítima e importante como una crisis a los 50". Poco a poco, palabra a palabra, Laura Gost ensancha su carrera como escritora transversal con una serenidad adulta, que ya está muy lejos de las prisas por crecer que dominan a Rosa, su primera protagonista literaria.