Madre alemana, padre mallorquín es el primer libro que publica Sabina Pons (Colonia, 1967), con el que ofrece "un retrato familiar muy particular de la Mallorca del boom turístico de los años setenta" y con el que responde a una cuestión: ¿cómo lograron encajar las familias mixtas las costumbres mallorquinas y alemanas ?

"Aunque los matrimonios entre indígena y extranjera remiten en Mallorca a un imaginario poblado de turistas rubias que ligan con isleños hirsutos en la playa de Cala Major, mis padres -un mallorquín muy mallorquín y una alemana muy puntual pero muy excéntrica- se conocieron en la ciudad de Colonia", escribe en ¡Que fifa Ispania!, uno de los 28 capítulos en los que está escrito un libro "muy luminoso" que recrea "una infancia feliz" y que refleja la formación periodística de su autora, colaboradora de este diario.

"No sé qué es la identidad, no tengo ni idea. Es verdad que el hecho de tener dos nacionalidades me provocaba, en cierto sentido, cierta inestabilidad. Yo quería ser mallorquina, renegaba de mi parte alemana. Mi madre me hablaba en alemán y yo le respondía en castellano. Mi madre me quería apuntar los sábados a un colegio alemán, y yo me negaba en redondo. Yo no quería tener aristas, facetas, quería ser monolítica, como mis amigas, que se llamaban Pons Martorell, y no tanto exotismo y tanto rollo de nacida en Colonia. Los niños sienten ese impulso de tener referentes muy claros. La ambigüedad, los pliegues, no les gustan demasiado. Y a mí es verdad que no me gustaba en su momento. Luego cuando entras en la adolescencia empiezas a ver que es bastante cool esto de viajar y entender el alemán y tener otras referencias, pero de niña, no", reflexiona.

A modo de memorias, Madre alemana, padre mallorquín está salpicado de divertidas anécdotas, como la de un sorprendente cameo de Chiquetete en "un lugar extraño", El Bonaire, un establecimiento hotelero ubicado en Ca'n Pastilla que dirigía el padre de Sabina Pons y que alojaba "a los turistas que comenzaban a llegar en los primeros vuelos chárter"; o el referido al frío invernal mallorquín: "Cuando mi madre decidió trasladarse a Mallorca, se preparó psicológicamente para el calor, pero olvidó hacer lo mismo con el frío".

"Llegó noviembre y entendí a George Sand, de verdad -escribe en boca de su madre-. Aquellas casas eran auténticas neveras. Y ensima te desían: Siéntate a la camilla y ya verás qué calentita estás. A los sinco minutos te ardían las pantorrillas y tenías los brasos y el pecho rosando el punto de congelación".

Antes que libro este volumen escrito con humor, inteligencia y elegancia fue material periodístico. "El origen de todo está en una idea que le propuse a Ciro Krauthausen, el director: una serie de artículos dirigidos al lector alemán acerca del carácter mallorquín y alemán trasplantado a Mallorca. De eso hace dos veranos. A él le hizo gracia y los fuimos publicando. Se me ocurrió rebotarlos en Facebook y sorprendentemente a la gente le hizo gracia. Pensaba que les haría gracia a los alemanes pero a los mallorquines no, pero me equivoqué, también les gustó. Así que intentamos darle un formato de libro aunque es verdad que se vislumbra un poco el contenido más periodístico, de artículo", reconoce Pons.

Confiesa la autora que "tanto a los lectores alemanes como a los mallorquines les parece muy extraña la Mallorca de los años 70", la de un boom turístico que "se dio en unas zonas muy acotadas, el resto era paraíso (Es Trenc, Muro, Can Picafort, alrededores de MuroCan PicafortSóller. Esta ambivalencia ahora ya no se vive. El boom turístico está en cada roca, del litoral y del interior".

Sabina Pons ha pasado toda su vida en la Playa de Palma y sabe de lo que habla. "Representa el mayor de los errores del modelo turístico", espeta. "No creo que la glorificación del local de ocio enfocado a la borrachera sea conveniente para alguien: no lo es ni para el hotelero, ni para los comerciantes, ni vecinos... El turismo familiar ha desaparecido de la Playa de Palma. ¿Quién va a venir con un par de niños? El de adultos también ha desaparecido porque llegan con los megaloros y se plantan con ellos en la arena, que la colonizan con una especie de cintas de seguridad. Es lo contrario de un modelo inteligente y sostenible, y civilizado de turismo. Mallorca tiene que ser turística, pero no así. Así se beneficia solo uno y salen perjudicados los otros 99. Todo lo que sea criticar o decir una palabra más fuerte que la otra sobre el modelo turístico... te crucifican y eres poco patriota. Reivindico mi derecho a decir que esto no me gusta".