Stan Laurel y Oliver Hardy provocaron risas con su humor primitivo, universal y tierno a como mínimo dos generaciones de niños y adultos de medio planeta. Sus vidas personales no fueron modélicas, cosa nada infrecuente, y sufrieron el perentorio ciclo de iniciación, auge, cima y descenso indeseado más que imprevisible.
El gordo y el flaco recrea la gira teatral que realizaron entre 1952 y 1953 por el Reino Unido e Irlanda, intentando relanzar su carrera como dúo y cerrar la cicatriz de la separación temporal a finales de los años 30. La película, con ambientación cuidada, ninguna virguería en la fotografía y sin forzar el ritmo, apuntala los dos temas que mantienen su vigencia por encima de la nostalgia. El primero es la voracidad del mundo, del negocio del espectáculo, tan rápido en encumbrar artistas como en arrinconarlos cuando el (no siempre) respetable se cansa de ellos o a la inversa, cuando ellos no son capaces de adaptarse a los nuevos tiempos. Es una variante light de El crepúsculo de los dioses, aunque no por ello desdeñable. El segundo afecta a los dúos artísticos. Cómo, si cuajan, acaban convirtiéndose en un sucedáneo de hermanos, o matrimonios, con similares alegrías y sinsabores, aprecio, envidias, complicidades, celos, tedio, excitación? Y la perversa interferencia de los cuñados o equivalentes, en este caso las mujeres de Stan y Oliver. El guion remarca mucho esa influencia negativa de las parejas y suaviza los excesos de ego de los protagonistas. Los actores, Reilly y Coogan, logran acercarse a la química de la mítica pareja de cómicos. Lo dicho, dramedia amable, e instructivo, sobre las luces y sombras del show business.
El gordo y el flaco
***½
Nacionalidad: Estados Unidos, Reino Unido, 97 min.
Director: Jon S. Baird
Actores: John C. Reilly, Steve Coogan, Sherley Henderson, Nina Arianda
Cines: Rivoli, Ocimax, Cinesa Festival Park
