-Ha venido a hablar sobre la condescendencia y el machismo hacia las creadoras jóvenes.

-Tengo muchos ejemplos de testimonios de escritoras. Esta mañana mismo repasaba la prensa. He leído lo que se ha publicado sobre una escritora que se llama Emma Cline, que fue una superventas con Las chicas, una novela muy chula publicada en Anagrama, y era curioso porque en la primera entrevista que salió de ella en España el periodista escribió antes que nada "qué guapa es", "qué aspecto más tierno tiene con ese toque infantil".

-He leído lo mismo sobre usted en las entrevistas.

-Sí. Es una constante. Hablan del físico o de cosas personales que de un hombre jamás se dirían o que incluso de una mujer en edad más madura no se atreverían a decir. Es llamativo: desembarca en España el último fenómeno literario de EE.UU después de muchas ventas y haber demostrado mucho en una primera novela, y de lo primero que se habla es cómo eran sus zapatillas y que tenía los ojos muy hermosos. A partir de estas anotaciones que he ido haciendo como periodista leyendo a compañeros, porque sobre todo son compañeros los que escriben así, y leyendo sobre mujeres que están entre veintipocos y cuarenta y pocos, veo que es una constante ese desmerecer su trabajo simplemente porque son mujeres y jóvenes. Cuando me invitaron de Cultura Millennial para hablar sobre el concepto de generaciones y sobre qué es ser millennial, me permití el lujo de poder llevarlo no sólo a lo generacional sino también a una cuestión de género. Porque creo que también pertenecemos a una generación donde las mujeres estamos siendo cada vez más visibles, se nos ve más, aunque queden restos de machismo en cómo se habla de nosotras. Somos mucho más visibles, sólo basta ver los últimos premios literarios o las mesas de novedades de los últimos meses para ver que en ese sentido somos privilegiadas respecto a generaciones anteriores. En este punto de inflexión, el debate de esta noche [la noche del jueves para el lector] es qué debemos hacer ahora que parece que tenemos la sartén un poco por el mango. Y digo la sartén también por todo lo que implica.

-He pensado en el caso de Elvira Sastre inmediatamente. Ha recibido críticas duras por el libro. ¿A un hombre le habrían dado la misma estopa?

-Creo que influye que sea una mujer joven. Hay un hilo muy interesante de un escritor que se llama Carlos Recamán en Twitter que decía algo así como "qué casualidad que publicándose libros menores constantemente de autores consagrados, éstos sigan siendo los laureados y entrevistados constamente y nadie diga nada, no seamos capaces de hacerles una crítica como la que se ha hecho a Elvira Sastre". Que, ojo, también estamos en todo nuestro derecho a que no nos guste Elvira Sastre. Pero ya es casualidad que sea una mujer, de 27 años, lesbiana y con seguidores. En realidad, ella no necesitaría que se le hiciera una crítica negativa o positiva en un suplemento. Es decir, ¿contra qué estamos peleando? Si realmente lo que queremos es pelear contra los errores de la industria del libro, hay muchas capas antes que quitar y hay muchas capas antes que denunciar y hay mucha mala literatura que desentrañar antes que la de esta persona. Leía a alguien que decía: "Así ahora vamos con las cosas claras con esta generación", como si nos estuvieran tratando como iguales. Y no lo están haciendo si a los intocables de las generaciones pasadas todavía no hemos podido ni toserles. Es decir, por qué de repente esta virulencia o condescendencia con algunas reseñas. He leído críticas así a Elisa Levi, que acaba de publicar su primera novela. Incluso también sobre La hija de la española, de Karina Sainz. Mucha gente está poniendo todos los peros por cuestiones absolutamente ajenas a su literatura. Igualmente forma parte de un proceso de cambio al que algunos tendrán que acostumbrarse. Y nosotras también nos tendremos que acostumbrar a las críticas.

-Casi todos los críticos son hombres.

-Sí. A mí me ha pasado con mi novela. Las reseñas negativas me las han escrito hombres y las positivas mujeres. Esto es algo que me llama la atención porque el libro ha gustado a hombres y mujeres. Y lo han detestado tanto hombres como mujeres.

-Hombre, se ha atrevido a torpedear un monumento de la literatura como Nabokov.

-Es tremendo que con todas las versiones que hay de nínfulas escritas por hombres, de repente una mujer haga su propia versión y eso sea ya más dudoso. Es una constante. Pero nosotras ahora tenemos que tomar y aprovechar este momento en el que parece que nos hacen caso, ya sea porque es un boom, ya sea porque es el mercado o ya sea porque de repente parece que estamos de moda.

-¿Hay fuerzas políticas contrarias?

-Desde luego. Hay una periodista argentina feminista que a mí me encanta y que se llama Luciana Peker que decía que cuanto más se hablaba de feminismo en Argentina, más ensañamiento se veía en los cuerpos de las mujeres víctimas de crímenes machistas. Las medidas que se están proponiendo por parte de algunos políticos son medidas con ensañamiento. Igual que ha habido una regeneración de los movimientos feministas, también está habiendo una regeneración de los que están en el otro lado, de los que se niegan a que esto se abra.

-Cuando leyó por primera vez Lolita

-Ese libro me fue acompañando. Me molestó. Esa molestia se fue amplificando con el tiempo. Ese libro es de los que más he releído porque creo que no lo entendía. Quería ver qué se me estaba contando allí. Y me obsesionó esa figura de la nínfula, que era una constante en la literatura. La literatura es la historia de muchas mujeres jóvenes pasando penurias y siendo acosadas por hombres, por lo general mayores que ellas. Desde Ovidio es así. Por eso me parecía brillante también, porque me parecía que Lolita contenía muchas más cosas que la relación entre Dolores y Humbert Humbert. Esta obra es trascendental porque contiene la historia de la humanidad, que es la historia de las atrocidades hacia las mujeres. Y no sólo hacia la mujer joven, sino también hacia la mayor. También la madre de Lolita acaba muerta porque el otro hombre la maltrataba psicológicamente. Este libro siempre ha tenido mucho peso en mi imaginario. Y con las lecturas y relecturas ha ido significando cosas distintas, pero en su momento creo que sí es una lectura que me hizo daño. Y nunca me había pasado eso con la literatura.

-"Me hizo daño". En sus textos también se nota el dolor explicado a través del cuerpo. Como en muchas otras escritoras. Es una constante.

-Es algo que creo que he aprendido de personas a las que he leído mucho. A mí me gusta mucho por ejemplo la obra de Chantal Maillard, donde todo lo corporal está muy presente. O Angélica Liddell. Ponen como la humanidad en otro punto. Hablar de la humanidad a través del cuerpo de una mujer es algo que no se hacía nunca. El cuerpo era algo ajeno, no decidíamos nosotras sobre él. Y de repente que la humanidad entienda lo femenino como parte de la humanidad es un logro que han conseguido pues escritoras que han hablado constantemente de esto sin tapujos y que han estado en la primera línea siempre, aunque fueran las incomprendidas.

-¿Hay muchas mujeres que aún no han descubierto el feminismo?

Sí. Yo misma todavía lo estoy descubriendo. Y he llegado tarde a él. Yo no me atrevía a decir soy feminista, ni me planteé ni siquiera si lo era hasta hace no más de cinco años. Yo creía que para ser feminista tenía que haber leído teoría de género, toda la obra de Simone de Beauvoir, creía que era algo superado porque ya había muchas autoras€ Entonces me di cuenta de que había estado anestesiada quizá por esa falsa idea de igualdad. Y que mis propias acciones dentro de la literatura ya iban por ese camino aunque habían sido igualmente menospreciadas. En 2011-2012 hice una antología que se llamaba Sangrantes con diferentes poetas que hablaban sobre sangre, sangre menstrual, o maternidad€ Hubo gente que nos criticó: "otra antología de mujeres, qué horror", dijeron. Me alegré mucho cuando abrí el libro de Nuria Labari, La mejor madre del mundo, donde se acuerda y menciona aquella antología.

-Supongo que le gusta Virginie Despentes.

-Mucho. Es un icono. La descubrí por Paul B. Preciado, en Testo Yonqui, que es lo primero que leí en cuestiones de género. Él hablaba de su relación con ella. Después de leerla a ella, sus libros, las entrevistas, releí de nuevo Testo Yonqui y vi que allí había mucha intimidad de Virginie. Me impactó.

-¿Se puede escribir sin compromiso?

-Cuando me preguntan por El funeral de Lolita, creo que la escribí sin esa conciencia. Helena, la protagonista, no habla nunca de feminismo. De hecho, creo que la palabra feminismo no sale por ninguna parte. En parte, me interesaba eso también. Que el personaje fuera descubriendo ese feminismo poco a poco. Y me interesa también como escritora. Sé que dejo realidades fuera en mis libros. No puedes meter toda la diversidad en tus libros: personas LGTB, personas racializadas€ Pero creo que sí debemos estar atentos a esas historias y leerlas. Y respetarlas. Esto es algo que va a estar ahí y no me parece que eso sea autocensura, sino autoconciencia de en qué mundo vivimos. Al final somos escritores en este mundo y no en otro.

-Al final, damos vueltas en torno al poder, nos preguntamos cómo funciona, su estructura. ¿Teme que se pueda instalar en el propio feminismo?

-Sí. Por eso te he comentado la importancia de conocer los relatos de los otros.

-¿Al final se trata de escribir contra el relato del poder?

-Sí, es eso. Cristina Morales dice que como ella no tiene un rifle y no puede salir a la calle a disparar al canon, lo que sí puede hacer es disparar desde su propia literatura. Disparar al canon como sinónimo de disparar al poder. Yo estoy de acuerdo con eso. Por eso me planteo en las columnas que escribo hablar siempre de otros. Soy yo la privilegiada que tiene un sitio desde donde escribir. Por eso me pregunto qué puedo hacer para contar las historias de los demás. Yo creo que ese es el deber del escritor. Hace años discutí con un poeta de Valencia. Él me decía que mi generación no estaba politizada. Y yo de repente pensé, "cómo que no está politizada", si son obras que están hablando de lo que nadie habla: cuestiones de feminismo, precariedad, cuestiones de género... Nos decían ninis, que no sabíamos cómo estaba el mundo; nos decían que no sabíamos de política y de repente te das cuenta de que es toda una generación que está escribiendo, desde Cristina Morales hasta Elisa Levi, pasando por muchísimos nombres que están surgiendo; y, de repente, te das cuenta de que el poder nos había engañado, de que no éramos unos mierdas, sino al contrario. Yo creo que nos tenían miedo.