Lleva en antena tres semanas, tiempo suficiente para afilar, afinar, asentarse, perfilar y ser lo que quiere ser. Cuatro al día empezó siendo un magacín de tarde intercambiable con los magacines de la mañana, en concreto con el magacín de Telecinco. Aunque es verdad que Carme Chaparro aún no se pone las gafitas con ese toque pícaro de señora presumida como hace Ana Rosa Quintana, es verdad que Carme Chaparro no arrastra las sílabas como lo hace la dama de la mañana, es cierto que Carme Chaparro no va de intensa como lo hace AR, siendo eso verdad, Cuatro al día es lo que quiere ser, un contenedor para cobijar a ese tipo de información que hace del suceso, la desgracia y el dolor un túmulo al sensacionalismo, grandote como un cuesco de Paquirrín en la casa de Guadalix, un homenaje al periodismo amarillo, si es que calificar al periodismo es acertado. Es vedad que vivimos tiempos en que la televisión, la mayoría de ellas, sólo hace televisión, es decir, entretenimiento, pasto para consumir rápido y olvidar cuanto antes y así dejar la tripa preparada para la siguiente ingesta, que será igual de fresca y de tonta. Por eso, temas serios, asuntos que deberían ser tratados con aplomo y reflexión, cuando asoman su cuello por la pantalla se tornan ardientes, incandescentes, sofocantes, vamos, lo que viene siendo -apunta con el dedo tieso y la cabeza torcida el ahora recién estrenado escritor Antonio Resines, que va de vez en cuando a Ese programa del que usted me habla para hablar de su libro- purito espectáculo. Veamos. Los locos esos del bus, tan simpáticos y ocurrentes, flagelan a los "trifálicos" de la derecha caballuna con sus cosas, la última, haciéndose oír porque saben que los medios acudirán como moscas avaras de mierda, sobre la no existencia de la violencia de género. Y allí, al bus de las vulvas y los penes, de las peras y las manzanas, acudió un equipo de Cuatro al día con su reportera y todo para hablar con el jefe del chiringuito sobre ruedas, un tal Luis Losada, una especie de Pilar Gutiérrez, la conocida en el mundo del circo mediático como "la mujer más franquista de España".

Lobby homeopático

Durante la entrevista, y para gloria de la conexión, apareció por arte de magia un grupo de señores portando una pancarta para protestar contra los del bus. Pancarta donde se leía "Sois la prueba de que necesitamos el feminismo". Ya está. El lío. El encontronazo. El bueno y el malo. El espectáculo. El tal Losada, con ojo de crítico avezado, sentenció, "ha sido un montaje". Punto pelota. ¿Debate, reflexión, algo? A quién le importa. Esto va de que ocurra algo, de que alguien saque el pie del tiesto, de que los Eduardo Inda cobren su salario por liarla pardo allá donde aposenten su falsario y circense culo -por ejemplo en un bar de Alsasua-. Y como esta pieza va hoy de desguaces, de retiradas o de murallas que se vienen abajo, y en la tele nada hay perdurable, de golpe asoma el bandido Miguel Bosé un poco zombi, un mucho fantasma desparecido de la pantalla, como con ganas de volver a subirse a la cresta de algo que lo lleve al primer plano, y lo hace de la peor manera viniendo de un tipo listo y sensible como uno creía, lo hace poniendo a caldo a Pedro Sánchez, pero no por ideas políticas, que sería incontestable, legítimo, y hasta saludable, qué va, critica al presidente porque el ministerio de sanidad advierte en un vídeo de los peligros de ese lobby llamado homeopatía. Y papá Bose cree que el presidente se ha vendido al poder de las farmacéuticas con esta ironía, "Pedro Sánchez, ¿por qué no propones ley para cerrar los bares de tapas? Es que dañan mucho a los grandes restaurantes". Vaya y vaya, no me esperaba esto. ¿Miguel Bosé abrazando falsas ciencias, incluso, por qué no, la noche del domingo consumiendo el bebedizo de Íker Jiménez, el fantasioso de Cuarto milenio?

Femenina 'delicathyssen'

Por dios, dice un poco enfadada la aprendiz de Tita Cervera, doña Isabel Rábago, que ni es baronesa ni tiene en su váter cuadros de muchos millones para ayudar al tránsito y que el detritus salga a un ritmo tan apacible que podría convertirse en "delicathyssen", o sea, mierda casi de artista para vender en frascos estilo Piero Manzoni. Pero no, doña Isabel Rábago sólo es secretaria de comunicación del PP en Madrid y experta en prensa rosa. Bueno, sí, también tiene en común algo con la baronesa que habla con Évole y le marca los tiempos y le indica bajo qué luz sale mejor para que su atirantada faz entre los Monet, Gauguin o Renoir de su museo no parezca tan barroca. No soy feminista, soy femenina, soltaron ambas esta semana, Tita en Salvados, Rábago en Twitter. O sea, mal rollo. Estas no fueron a la "manifeminazi" el viernes. Hasta Carme Chaparro, y vuelvo con ella a Cuatro al día, se lanzó al tuit de la experta en telegenia del PP y le dijo que feminismo no es lo contrario de machismo, a lo que la dicharachera política respondió, "lecciones, cero". Luego, en Ya es mediodía, lo de Sonsoles Ónega, donde colabora, la lió más y metió en el mismo morral churras, merinas, galgos, podencos, liebres, gatos y gatitos que mueren de frío cada vez que alguien del PP monta su realidad al margen de la realidad siguiendo a su jefe, el aspirante a reconquistador Pablo Casado, alto maestro de la mentira y el engaño. Y como la columna de hoy iba del desguace de Cuatro viendo que la cadena hace aguas por todas partes, con audiencias que van siendo residuales, la compañía de Paolo Vasile es una cachonda y ante los comicios del 28 de abril ofrece lo que tiene, es decir, sabe que no es referencia de más información que no sea el suceso y la mugre de tipejos encerrados en Guadalix, y que la política le pilla tan lejos que ni se plantea competir. ¿Qué mejor que debatir en un programa de humor? Hala, ya lo solté. Que el debate electoral de Mediaset sea ni tan siquiera en Cuatro al día sino en Todo es mentira, el de Risto Mejide, es la prueba máxima de la genialidad o del fracaso.