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Crítica de cine

La historia la escriben algunos perdedores

Vincent van Gogh sigue fascinando por su cúmulo de contrastes vitales y artísticos: vendió poco en vida (quizás más de una obra) y ahora se pagan burradas por sus obras. Su vida fue atormentada, su pintura luminosa. Con depresiones, soledad y decepciones por la ausencia de ventas, fue aún así muy prolífico. Su automutilación es la guinda de un cóctel irresistible y vigente, morbo, compasión, admiración hacia su talento y perseverancia. No extraña por ello que reconocidos directores y actores caigan con regularidad en su embrujo: Vincente Minelli, George Cuckor y Kirk Douglas en 1956, Robert Altman y Tim Roth en 1990 o Julian Schnabel y Willem Dafoe ahora.

Las novedades aquí son mínimas, aunque no desdeñables. El pasado de Schnabel como artista plástico se aprecia en las sesiones de pintura al aire libre. Ahí la sensibilidad del cineasta, el talento de Willem Dafoe y los agresivos apoyos de piano logran acercar bastante al espectador a las turbulencias internas del artista. Derrapa en cambio con la mareante cámara en mano en interiores. En el guion se aprecia la mano de Jean-Claude Carrière (guionista de la etapa francesa de Buñuel, más Berlanga y un sinfín de películas destacadas) sin superar el deja vu. A toro pasado es fácil, y no del todo cierto, explicar que fue un adelantado a su tiempo. Problema añadido, si los psiquiatras actuales no se ponen de acuerdo aún sobre su patología mental, los guionistas presentes y futuros seguirán dando palos de ciego. La película, en resumen, es interesante por las llamativas aristas y fallas del pintor, y por la gran actuación de Willem Dafoe.

Van Gogh, a las puertas de la eternidad

***½

Nacionalidad: Estados Unidos, 111 min.

Director: Julian Schnabel

Actores: Willem Dafoe, Oscar Isaac, Rupert Friend, Emmanuelle Seigner

Cines: Augusta

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