En un escenario entregado a una jam, comiendo en una pamboleria, paseando por Deià o Montuïri, o tocando y cantando una de The Band en el mercado sabatino de Campos. Son solo cuatro posibilidades, pero acertará si anda buscando a Tomàs Graves. El cuarto y último hijo que el escritor Robert Graves tuvo con su esposa Beryl Pritchard no puede desvincularse de la música, un arte que descubrió siendo un niño y que concibe como "una manera de entender la vida, de interactuar con los demás y de conectar con otra gente que de otra manera igual no podría".

Una frase lapidaria define la filosofía musical del único Graves nacido en Mallorca: "Ensayar es de cobardes". Bien distinto es el rodaje que atesora, que le ha permitido codearse con celebridades como Andrew Lloyd Webber, Mike Oldfield, Kevin Ayers, Eric Burdon, Ollie Halsall, Archie Leggett o Curtis Jones, y siempre con humildad. "Alguna vez me han dicho: ¡Hostia!, ¿has tocado con ese, no sabes quién es? Pues no. A veces los que mantienen su pose de estrella no caen bien", confiesa.

Como sus hermanos William, Lucía y Juan, Tomàs creció en Deià, el pueblo que el autor de Yo, Claudio descubrió durante su primera visita a Mallorca, en 1929, y en el que decidió echar raíces en 1946. "A mi padre le gustaba el jazz pero apenas escuchaba música. Había canciones que le recordaban a su infancia y cantaba de vez en cuando en alguna reunión familiar, pero lo de poner música? Siempre decía: apaga ese ruido". El folk de The Kingston Trio, Woody Guthrie y Leadbelly conquistó a los hermanos mayores de Tomàs, sobre todo a Juan, que con el tiempo llegaría a inspirar a toda una generación de músicos mallorquines. "Juan era el que escuchaba Radio Luxembourg, así que estaba al tanto de todo, al tanto de lo que pasaba musicalmente en el mundo. Mallorca estaba a ca una puta, aquí no llegaba nada".

Sus padres no eran músicos pero se encargaron de que sus hijos estudiaran y todos fueran a clases de música. A Tomàs le tocó la guitarra, y a Juan, la bandurria. "Siempre me he llevado bien con la guitarra porque nunca me la he tomado muy en serio. Y he aprovechado mis debilidades para hacerme fuerte. Por ejemplo -desvela-, de pequeño, y todavía hoy, me mordía las uñas, y mi madre me decía: porque no fumas en vez de comerte las uñas. Al no tener uñas no podía tocar la guitarra clásica con la postura correcta, porque no suena, así que empecé a tocar con la muñeca, a modo de percusión. Una manera de acompañar a otros músicos, siempre he sido acompañante, nunca he tocado solo, porque no tengo voz de solista".

La rumba gitana, Whonkai Palma, -un grupo afromallorquín de finales de los años 80-, el jazz, el rock&roll, la canción protesta y el fallecido Toni Morlà, con el que tocó durante veinte años, fueron formando el carácter musical de Tomàs, perfeccionado gracias a maestros como Bartolomé Calatayud o Juanito Coll. "Cuando estuve en el internado de Bedales (en el año 1964), en Inglaterra, no seguí con la guitarra clásica y empecé con un profesor de guitarra que en realidad era un músico de jazz frustrado, y comenzamos a hacer clases que eran jam sessions. Ahí vi la versatilidad, cómo encajar musicalmente con otros estilos, y empecé con un grupito en la escuela. Desde entonces no he parado".

Montuïri se convirtió en su hogar en 2004, cuando dejó de vivir en Deià, donde intentaba llevar una vida familiar que tropezaba con todo tipo de problemas: obras, ruido, la divertida Sa Fonda delante de su casa "y nosotros de papá y de mamá para mucha gente, que venía a la hora de comer a mi casa? Perdí la tranquilidad y escapé a Montuiri", recuerda. De Deià se queda con los amigos y los recuerdos, que son muchísimos, como cuando, contando 10 años, cantó Me lo dijo Pérez en la piel de un delincuente neoyorquino durante una de las fiestas de cumpleaños de Robert Graves, o cuando a Mike Oldfield, tocando en Las Palmeras, el dueño le desenfuchó el equipo en mitad de un solo, a las doce de la noche. "Se quedó cortado, pero se rió un poco porque se dio cuenta que ahí no era Oldfield sino un tío tocando en un bar que molestaba al dueño".

Si la Pa amb Oli Band ha sido el grupo que le ha dado la diversión -entró en sus filas tras documentar la revolución sandinista con grabaciones y fotografías-, el placer lo ha encontrado con Tomás con Gas (y Steve además), trío que completan Gus Pollard y Steve Lambert, una banda adicta a la calle y deudora de James Taylor, Dylan, Beatles y otros grandes.