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Crítica de cine

Si no hay palabra no hay paz

uidado, en esta película, con las expectativas previas. Los que esperan una película de narcos se llevarán una grata sorpresa por el ingrediente étnico-antropológico y el comedido uso de la violencia. A los que hayan visto filmes anteriores de Ciro Guerra, como El abrazo de la serpiente o Los viajes del viento, les costará digerir el maridaje de tráfico de estupefacientes y pueblos anclados en la caza y recolección.

El filme, en formato docudrama, abarca las décadas de los 60 hasta los 90 del siglo pasado. Cuenta cómo se inicia el cultivo de marihuana en una región del norte de Colombia para exportar a Estados Unidos y las tensiones que produce en una familia aborigen. Un joven pide la mano de una chica de otra tribu, la familia exige una alta dote ganadera; el joven se entera de que unos gringos buscan marihuana y convence a un primo suyo de las montañas para que la produzca en cantidad creciente. Se enriquecen y siembran futuras discordias. En el nivel más superficial la película no despega del todo por su rimo lento, los personajes bastante esquemáticos y los acontecimientos muy previsibles.

Sí es potente en la fotografía y muy atractivos los retazos antropológicos, como el baile de cortejo inicial o la figura del 'palabrero', el mediador que tiene cada familia para resolver disputas con otras. A nivel más profundo plantea, por omisión más que por acción, el angustioso dilema de las etnias que no se han amoldado a los tiempos modernos. Intentar preservar su identidad, su esencia, de forma radical y morir por inanición; o ceder al consumismo contemporáneo y desaparecer por disolución.

Pájaros de verano

Augusta, CineCiutat

***½

Colombia, Dinamarca, Méjico, 125 min.

Director: Cristina Gallego, Ciro Guerra

Actores: Carmiña Martinez, José Acosta, Natalia Reyes.

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