Emplumado y crucificado Harvey Weinstein, el zoco de cazar votos, con mercenarios tan hábiles en obtenerlos como en ocultar sus manejos, ha estallado de regocijo. Un artículo del New York Times del pasado lunes explicaba que producir Roma le costó a Netflix 15 millones de dólares, y la campaña de relaciones públicas para obtener galardones más de 20 millones. El mismo artículo narraba que este año las puñaladas y el chalaneo para amarrar votos han sido más intensos que nunca por la ausencia de un favorito claro al premio gordo, la mejor película. El lobbying es un factor, no el único, para intentar comprender los resultados de estos Oscars. Otro es la guerra abierta de Netflix contra las salas de cine. El empuje de esa empresa ha provocado la contradicción de que Roma estuviera nominada como mejor película y mejor película de habla no inglesa. ¿Desde cuando no son excluyentes? Al concederle el premio 'forastero' han evitado el feo a los exhibidores y a la vez despreciado a filmes como Cafarnaum o Un asunto de familia.
¿Es Green Book la mejor película del año? Según los espectadores, la puntuación de IMDB, sí (8,3/10 con 88.500 votos). Según los críticos, en el agregador Rotten Tomatoes, no. Repasando las puntuaciones de los críticos a las películas que han obtenido ese galardón en las últimas décadas, ocupa solo el puesto 64. La primera, por cierto, es Moonlight, vencedora hace dos años. Ergo toca acatar el veredicto del respetable. De los actores, considero el premio a Olivia Colman el más merecido y el de Rami Malek el más discutible. Cierro con una lectura política. Buscando tres pies al gato se aprecia un sopapo a Donald Trump y su America first: Una película sobre racismo, dos actores afroamericanos, una actriz inglesa, un actor americano de origen árabe y un director mejicano. Americanos blancos e inmaculados, cero pelotero. La reivindicación de la pluralidad y la denuncia de las desigualdades por raza o género es el mejor resultado de estos premios.
