Cafarnaum
Libano, Francia, 126 min.
De Nadine Labacki. Actores: Zain Al Rafeaa, Yordanos Shiferaw, Fadi Yousef
Cines: Augusta, CineCiutat
Cafarnaum no deja de ser la enésima actualización de Los olvidados de Buñuel (1950). La vida en el escalón más bajo de la sociedad mostrada a través de los más débiles de eso débiles, los niños. Un escalón inferior aún al de los ladronzuelos de Un asunto de familia de Koreeda.
La diferencia, el abismo, son los papeles. A los inmigrantes ilegales se les denomina clandestinos, invisibles o, término utilizado por el padre de Zain, el protagonista de este filme, insectos. Analogía insuperable. Se ahogan como insectos cuando intentan cruzar el Mediterráneo, desfallecen como insectos cuando intentan atravesar la frontera de Méjico a Estados Unidos, viven en la calle, en chabolas, en sótanos, malcomen como insectos, están siempre a un tris de ser pisoteados por empresarios con escasos escrúpulos, traficantes de personas desalmados o policías emocionalmente blindados. Y si encima, como los padres de Zain, procrean como insectos, el futuro de los vástagos es negro sobre negro, salvo un golpe de suerte o un brote de inteligencia.
La película es dura, suavizada por los flash forward del juicio que se intuye cambiará el rumbo vital del chico. Y podría ser mucho más dura aún si no esquivara la cara más violenta de ese inframundo. El ritmo es ágil y la fotografía naturalista, logrando no recargar más el dramatismo. Las actuaciones, otra constante del género, entre impecables y sobresalientes. Duda colateral. ¿Hay esperanza de que disminuya esa población de desafortunados insectos? Improbable ante la creciente codicia de los más ricos y los rampantes populismos xenófobos. Aun así, aunque no dejen de ser gotas en el océano, son necesarios estos docudramas.
