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Entrevista

Iván de la Nuez: "Ya no se pueden hacer más obras de arte que terminen dentro del sistema que critican"

"Con los patrocinios, acaba pasando que es el museo el que da entidad y empaque a las empresas y a la banca privada"

Iván de la Nuez (La Habana, 1964), ayer, en la sede de este periódico. b. ramon

P ¿En qué consiste la teoría de la retaguardia?

R Cuando yo estaba escribiendo el libro, se cumplieron cuarenta años de La teoría de la vanguardia de Peter Bürger. Es un libro denso de un alemán que planteaba que el objetivo de la vanguardia era romper la frontera entre el arte y la vida. Cuarenta años después, me di cuenta de que quizá el arte habría que medirlo por otro tipo de tensión, una tensión del arte con la supervivencia y no con la vida. Nosotros no vivimos, sobrevivimos. Y la supervivencia siempre digo que es la continuación de la vida por cualquier medio. El superviviente no tiene mucho donde escoger. Ésta es la situación que creo que tenemos como humanos, pero también como artistas y gente que trabaja en la cultura. Es una cultura de supervivientes donde la supervivencia es lo que marca nuestra relación con la vida. Y eso está en todo: desde en los grandes desplazamientos humanos hasta en los pequeños contratos de trabajo que firmamos.

P Se está refiriendo a la precariedad del tejido cultural. En el libro critica que el propio arte que se produce no habla sobre ello.

R Los museos se llenan la boca para preparar grandes eventos donde se habla de las tesis y las teorías de Piketty del 99 y del 1%, que es la proporción de la precariedad. Es decir, un 1% que acumula una gran riqueza frente a un 99% cuya vida va menguando. Ahí se habla de todo, pero no se habla del arte. El arte cumple esa propia proporción de Piketty. Las asociaciones de artistas, por ejemplo, tienen muy claro que sólo el 1% de los artistas vive del arte. También hay que decir que en el arte ya casi no hay clase media. Y que no se habla sobre esas cosas. El arte habla sobre la gentrificación, de la especulación del suelo, pero no dice que la mayoría de los museos de arte contemporáneo son avanzadillas, son vanguardia estética de esa acumulación neoliberal que tiene lugar. Me parece un contrasentido estar en una posición hipercrítica desde un museo que ha contribuido a esa gentrificación.

P ¿Y por qué presenta su libro en un museo?

R Es el único museo donde lo voy a presentar, de momento. Yo formo parte de este mundo, ese museo forma parte de este mundo, ese museo tendrá los mismos problemas que estoy planteando yo, y creo que ahí hay que decirlo también. Me interesa dirigirme a las distintas escalas del arte. No todo el mundo quiere escuchar este mensaje. Hay como un pacto no escrito de que sobre esto no se habla en público, no se asume públicamente. Decirlo en un museo público como Es Baluard me parece importante porque es como decirlo a todos los templos del arte. No tengo ningún inconveniente en decirlo en una pequeña librería, como he hecho ya, o en La Central, o con estudiantes o en un museo como el de Palma.

P ¿Ha tenido el arte en algún momento de la historia menor incidencia que ahora?

R Yo no puedo medir cuánto ha incidido o no el arte contemporáneo. Lo que sí pienso es que nunca como hoy ha existido la paradoja tan grande de que el arte no se cansa de hablar a una sociedad y de interpelar a una sociedad que no le contesta, que le da respuestas vacías, que no lo comprende. Ahí tenemos un problema. Otras veces el arte también ha tenido una intervención mínima en la sociedad. Pero pocas veces se ha jactado tanto de interpelar a esa sociedad y de hablar en nombre de ella. Eso sí me parece curioso porque la distancia entre lo que dice y la realidad es descomunal.

P ¿No debería existir un nuevo arte político que cargara contra el actual arte político?

R Hay un arte político que se plantea este politicismo de ese arte, de ese arte sobre lucha de clases que se hace para coleccionistas, para esos millonarios que compran obras radicales. Eso para mí está agotado. No va a ningún lugar. Ya no se puede hacer una obra más que al final termine dentro del sistema que critica.

P Habla de un pacto de silencio respecto a la crítica del sistema del arte. ¿Hay censura si se habla de ello?

R Te hacen el silencio. Estamos hablando sobre un sistema montado. Aquí se han ido montando museos de arte en plan jugar al Monopoly. No hubo un programa político de la modernidad española de la democracia que no comprendiera su museo, su teatro€ Pero había ciudades en que eso no tenía sentido y donde se podría haber hecho otro tipo de emplazamiento cultural que no fuera exactamente un museo. Y ahora, de todo eso que en Europa se montó sobre la base de casi un experimento socialdemócrata de dinero público en las artes, en este momento que se ha desplomado la socialdemocracia, nos quedan una serie de barcos varados y de burbujas. Criticamos las burbujas económicas, pero todas estas instituciones están también atravesando problemas. Yo vengo de Barcelona y la Miró está pasando por una crisis terrible. Con el MACBA hay un debate entre su ampliación y un centro de salud. Hay una crisis de espacios, de modelos e incluso una crisis en asumir todo esto. Se sigue mirando hacia otro lado. Nadie quiere asumir esta situación. También porque el dinero privado en las artes en España es mínimo. Por una parte, porque no hay una Ley de Mecenazgo que se aplaza y se aplaza. Pero a mí no me interesa mucho eso. Me interesa más una ley del artista. Pero, por otro , también sucede que muchas veces esos patrocinios no es que estén patrocinando el museo, es que el museo los patrocina a ellos. Entonces es un espacio público que le da una entidad y un empaque a las empresas, a los negocios y a la banca privada.

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