Nací en Ciutadella (Menorca), el 14 de agosto de 1930, de padres menorquines establecidos en Mallorca.

Mi padre, Francesc de Borja Moll, dedicó su vida a la redacción y edición del Diccionari català-valencià-balear (conocido también como Alcover-Moll) y a actividades de promoción de la lengua y la cultura catalanas, por medio de la Editorial Moll y de una intensa actividad docente, investigadora y de divulgación en varias entidades. Su numerosa familia —ocho hijos— estuvo siempre muy vinculada a las peripecias de la Obra del Diccionari y tuvo ocasión de entrar en contacto con importantes lingüistas catalanes y extranjeros y con toda la resistencia cultural catalana de la época franquista. Esto influyó, sin duda, en mi vocación, hasta el punto de convertirme en colaboradora de mi padre en todas sus actividades.

La guerra civil me sorprendió en Menorca, donde había ido a pasar las vacaciones con mi hermana segunda, cuando apenas habíamos aprendido a leer y escribir. La pasamos en un terreno de mi abuelo, haciendo vida salvaje. Estudiamos, sin embargo, unos Elementos de varias asignaturas, que no sé de donde habían salido, y devoramos cuentos mallorquines y la colección completa del Patufet. Al finalizar la guerra, fui dos años a la escuela e ingresé, a los once años, en el Instituto Joan Alcover de Palma.

Hacia el final del bachillerato, con mi hermana Francesca, trabajé en una compilación del vocabulario de Joaquim Ruyra, que obtuvo el premio Marian Aguiló del Institut d'Estudis Catalans (1948), y me inicié en la dialectología acompañando a mi padre y a Manuel Sanchis Guarner en un viaje de encuesta dialectológica para el Atlas lingüístico de la península Ibérica (ALPI), que duró tres meses y nos hizo recorrer toda Cataluña.

Acabé el bachillerato con premio extraordinario en el año 1948, y cursé estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, el primer curso como alumna libre, y como alumna oficial a partir del segundo. En junio de 1953 obtuve, con premio extraordinario, el título de licenciada en Filosofía y Letras, especialidad de Filología Románica.

En el año 1953 formé parte del grupo de estudiantes de Románicas que trabajaron en la organización del IX Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas (del que fue secretario general el Dr. Badia i Margarit), celebrado en Barcelona el mes de abril, y, como otros compañeros, me convertí en miembro de la Société de Linguistique Romane, organizadora de estos congresos.

Finalizados los estudios universitarios, en el mismo verano de 1953 hice mi primer viaje de encuesta dialectal a Ibiza, para la tesis doctoral que proyectaba sobre El dialecto ibicenco, bajo la dirección del Dr. Badia i Margarit. También participé por primera vez en el Curso de verano de español para extranjeros, que organizaban el Estudi General Lul·lià y la Universidad de Barcelona, y quedé vinculada por muchos años a estos cursos y a otras actividades del Estudi General: fui profesora de los cursos de catalán, que dirigía mi padre, y después fundadora, profesora de francés y primera directora de la Escuela de Idiomas del Estudi General Lul·lià, y colaboradora de la Cátedra Ramon Llull —del Estudi General y de la Universidad de Barcelona.

Durante el primer cuatrimestre de 1954 amplié estudios de Filología Francesa en la Sorbona, con una beca del Gobierno francés, que completé con un mes en la Universidad de Estrasburgo para estudiar fonética y un curso de verano de lengua alemana en Frankfurt/Main, becada por estas universidades a propuesta de los profesores Straka y Von Richthofen, respectivamente, que habían participado en el Congreso de Barcelona (el conocimiento personal con los congresistas me proporcionó, además de estas becas y de ofertas de otras que no pude aceptar, la oportunidad de sacar mucho más provecho de las estancias en el extranjero de lo que normalmente puede conseguir un becario desconocido: pude acceder a lugares de acceso muy restringido, como la École des Chartes, y a los círculos de alumnos predilectos de profesores importantes como Fouché, Straka, Hoepffner, etc., que se reunían con ellos fuera de las aulas universitarias).

En el año 1956 asistí al X Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas, celebrado en Florencia (y más tarde a los de Estrasburgo —1959—, Madrid —1965— y Nápoles —1974—), e hice una nueva estancia en el extranjero, de un semestre, con beca de intercambio entre ministerios, en la Universidad de Zúrich, donde trabajé particularmente con el profesor Steiger. (He participado también en varios stages de profesores de francés, en París, Besançon, etc., que han tenido mucha menos influencia en mi formación.)

En los cursos 1953-1954, 1954-1955 y 1955-1956, fui nombrada profesora ayudante de clases prácticas de la Cátedra de Gramática Histórica Española de la Universidad de Barcelona, y los tres cursos siguientes, del Instituto de Bachillerato Joan Alcover de Palma; pero solo ejercí estos cargos (no retribuidos) de manera intensiva en caso de suplencias por ausencia temporal de los profesores titulares, Dr. Antoni M. Badia i Margarit y Manuel Sanchis Guarner, respectivamente, puesto que a partir de 1954 entré de lleno a colaborar con mi padre.

De 1954 a 1961 trabajé en el Diccionari (volúmenes IX y X), repartiéndome primero con Sanchis Guarner las tareas de preparación de los materiales y asumiéndolas todas a partir de 1959 (la redacción es toda de Francesc de Borja Moll). En la Editorial Moll era correctora de pruebas del Diccionari y directora de las colecciones literarias: «Les Illes d'Or», «Raixa», «La Balanguera»; así estuve en contacto permanente (en especial por la coordinación del volumen anual de crónicas y miscelánea Cap d'any, de «Raixa») con numerosos escritores de los Países Catalanes. También colaboré con Sanchis Guarner, como becaria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en la preparación del primer volumen (y único publicado) del Atlas lingüístico de la península Ibérica. Estas ocupaciones me absorbían completamente, en perjuicio de la tesis doctoral, para la que hice algunos viajes a Ibiza y mucho trabajo de vaciado de cuestionarios y de ordenación de los materiales; el volumen de estos hizo aconsejable reducir los objetivos del trabajo (que inicialmente se referían a todo el dialecto) al estudio del léxico, y aprovechar el resto de las fichas para artículos que se publicarían en revistas científicas; pero solo llegué a redactar el estudio de los sufijos, que apareció en la Revista de Filología Española (1957) con el título «Sufijos nominales y adjetivales en ibicenco».

En el año 1959, Sanchis Guarner regresó definitivamente a Valencia, y el director del Instituto Joan Alcover me convenció para que ocupara como profesora interina la plaza de profesor de francés que él dejaba vacante. Al cabo de poco tiempo, la cátedra fue convocada a oposición; concurrí y la gané con el número 1 de la promoción (abril de 1961). Esta circunstancia marcó una inflexión en el curso de mi vida, que dejó de orientarse a la investigación para entregarse progresivamente a la docencia y a la divulgación. De 1959 hasta bien entrado 1962, compaginé mis tareas docentes con las del Diccionari y la editorial (las del ALPI habían cesado con la marcha de Sanchis). Pero desde la finalización del Diccionari (mayo de 1962), fui dejando las tareas de la editorial en manos de Josep M. Llompart, que se había incorporado a la misma en el año 1961, y me entregué progresivamente a la enseñanza y a la elaboración de libros de texto, hasta abandonar definitivamente el proyecto de tesis.

Fui durante once años directora de estudios del Instituto Joan Alcover, miembro del tribunal de diferentes oposiciones, tutora de profesores en prácticas, etc., y publiqué hasta trece manuales de lengua francesa (para todos los niveles de dos planes de estudios distintos), que tuvieron una gran difusión. Por otro lado, ya desde mi época de profesora interina, en el curso 1960-1961, he enseñado siempre catalán, además de francés, en el Instituto Joan Alcover (extraoficialmente, en pequeños grupos, hasta el cambio de régimen, y oficialmente después). También impartí durante un curso la asignatura de Filología románica en la Facultad de Letras de Palma de Mallorca (pero no continué, entre otras razones porque era incompatible con la dedicación exclusiva al instituto) y orienté, a título particular y puramente amistoso, los estudios de Filología Hispánica (que aún no se podían cursar en Palma) de tres mallorquinas, y más tarde los de Filología Francesa de otra, hasta su licenciatura: se examinaban como alumnas libres en la Universidad de Barcelona, con éxito notable.

Había participado, des de los quince años, en las actividades culturales (casi clandestinas, primero, y luego toleradas) que se llevaban a cabo en Mallorca: tertulias literarias, encuentros de los Amics de les Lletres, y sobre todo las acciones organizadas por los secretariados del Diccionari, que, desde Barcelona, Mallorca y Valencia, bajo la coordinación del benemérito e incansable Joan Ballester i Canals, aglutinó una parte importante de la resistencia cultural de los años cincuenta en los Países Catalanes. Al disolverse el Secretariado de Mallorca una vez finalizado el Diccionari, tenía que crearse otra entidad que pudiera continuar su tarea de promoción cultural. Fue la Obra Cultural Balear, creada el mismo año (diciembre) siguiendo el modelo de Òmnium Cultural, y formé parte del grupo que la fundó. Dejé la Escuela de Idiomas del Estudi General Lul·lià (y también las tareas de escultismo, que había realizado durante unos años, a instancias de Eladi Homs) y dediqué el tiempo que la docencia me dejaba libre a actividades de «la Obra» (cursos de catalán, conferencias, etc.) y de su filial CENC (Comisión para la Enseñanza i Normalización del Catalán, inspirada en Rosa Sensat).

Durante los años setenta, las actividades cívicas de promoción de la lengua y la cultura se intensificaron mucho. En el año 1975, durante el curso de la Universidad Catalana de Verano (UCE) de Prada, Lluís V. Aracil me invitó a entrar en el Grup Català de Sociolingüística (GCS), y pronto ingresé en él y empecé a asistir mensualmente a sus reuniones. Cuando se iniciaron los trabajos del Congreso de Cultura Catalana (CCC), me incorporé a las tareas del ámbito de lengua que se estructuró en torno al GCS, y también a las del Secretariado del CCC en Mallorca, con sede inicial en la Obra Cultural Balear. En Mallorca pusimos en marcha una campaña por la cooficialidad, con el consenso unánime de todos los que trabajábamos por al Congreso, y obtuvimos del periódico Última Hora un espacio semanal, destinado a ser un portavoz de la campaña, que titulamos «La columna de foc»; pero, al querer extender la campaña al resto de los Países Catalanes, surgieron discrepancias por la cuestión del nombre —cooficialidad u oficialidad— y en Mallorca se armó una larga polémica, por lo que acabamos consensuando una denominación intermedia: «Campaña por el uso oficial del catalán». («La columna de foc», de la cual fui coordinadora, además de asidua redactora, perdió con ello algunos colaboradores, pero perduró más allá del Congreso, hasta que me trasladé a Barcelona, en mayo de 1980). En el año 1977 participé activamente en los actos finales del ámbito de lengua en Vic y del de literatura en Mallorca, especialmente en la preparación de la gran manifestación por la autonomía (la mayor que se recuerda en Palma) del 29 de octubre de 1977.

Como consecuencia, quizás, de estas actividades, en las que colaboraron representantes de todos los partidos políticos y personalidades independientes, me encontré inmersa en una serie de colectivos durante la etapa preautonómica: fui miembro de la Comisión de Traspasos Estado-Consejo General Interinsular (CGI, 1978) y de la comisión redactora de un anteproyecto de Estatuto, que fue presentado al ministro Clavero; miembro de la Comisión Asesora de Cultura del CGI (1977-1980), que tuvo un papel importante en la preparación del llamado decreto de bilingüismo (1979), y de la del Ayuntamiento de Palma (lo que facilitó la relación entre ambas comisiones, que pertenecían a instituciones regidas por partidos diferentes, pero tenían objetivos comunes).

Por otro lado, fui coordinadora de los Cursos de verano de catalán en Mallorca (de la Cátedra Ramon Llull) en sus primeros años de funcionamiento en la Porciúncula (1978-1980); presidí el primer tribunal de profesores agregados de catalán de bachillerato en Cataluña (1979) y fui secretaria general del Comité Organizador del XVI Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas, presidido por el Dr. Badia i Margarit, bajo los auspicios también de la Cátedra Ramon Llull.

El Congreso tuvo lugar en Palma, del 7 al 12 de abril de 1980, y el 16 de mayo era nombrada directora general de Política Lingüística de la Generalitat de Cataluña, cargo del que tomé posesión el 3 de junio de 1980 y que ejercí hasta septiembre de 1988.

Durante estos ocho años, llevé a cabo una intensa actividad de contacto con el público para promover la normalización lingüística en un clima de consenso general y de respeto de los derechos de todos: conferencias, artículos, participación en mesas redondas, jornadas culturales y otros actos públicos, especialmente después de la publicación del llamado Manifiesto de los 2.300 contra la política lingüística de la Generalitat (1981) y durante la campaña de explicación de la Ley de normalización lingüística (1983). También preparé, entre mil dificultades, la publicación de los tomos 1 (1982) y 11 (1985) de las Actas del Congreso de Lingüística y Filología Románicas, y fui coordinadora del área 1 (Plantejaments i processos de normalització lingüística) del Segundo Congreso Internacional de la Lengua Catalana (1986).

Por otro lado, fui miembro de la Comisión Interdepartamental de Investigación e Innovación Tecnológica (CIRIT) y de la Comisión Interdepartamental de Promoción de la Mujer, en representación del Departamento de Cultura, y mantuve intensas relaciones exteriores a partir de un congreso sobre bilingüismo y enseñanza, organizado por el Centre Mondial d'Information sur l'Enseignement Bilingue (CMIEB), creado al amparo de la Unesco, que tuvo lugar del 7 al 11 de septiembre de 1980 en el Valle de Aosta (tuve que abandonarlo el día 10 por la noche, para poder acudir al programa televisivo Vostè pregunta, de Joaquim M. Puyal, que me sirvió de eficacísima presentación ante la opinión pública catalana); la exposición del marco legal del que disponía Cataluña y de los proyectos de la Generalitat para impulsar la normalización lingüística despertaron un gran interés, tanto entre los especialistas como entre los representantes de la Administración de países o comunidades con problemas de coexistencia de lenguas.

A partir de aquel congreso, las relaciones internacionales fueron intensas. Presenté la Dirección General de Política Lingüística al Congreso Mundial de Sociología (México, 1982), participé, como miembro del CMIEB, en el XI Congreso Mundial de Villes Jumelées-Cités Unies (Montreal, 1984), visité Quebec (1982, enviada por la Generalitat), Bélgica (valones y flamencos), Suecia, Eslovenia, Israel (en estos tres países formando parte de la comitiva del presidente Pujol en viajes oficiales), Galicia, Euskadi, Comunidad Valenciana, Asturias, Bretaña, Córcega, Cerdeña...) y establecí relaciones con sus instituciones académicas y políticas.

Dejé la Dirección General en septiembre de 1988, y en octubre retomé el servicio activo en el Instituto Joan Alcover, tras una excedencia especial de ocho años, y también la colaboración con la Obra Cultural Balear y numerosas actividades de divulgación y promoción de la lengua catalana (especialmente, un programa televisivo de media hora semanal de TVE-Baleares, durante el primer semestre de 1989, que fue la base del libro La nostra llengua, Editorial Moll, 1990).

En el año 1989, la Generalitat de Cataluña me otorgó la Cruz de Sant Jordi.

A finales de 1989, en virtud del Acuerdo Institucional para la Normalización Lingüística entre el Gobierno Balear, los consejos insulares y el Ayuntamiento de Palma (al que se adhirieron posteriormente el Ministerio de Educación y Ciencia, las corporaciones municipales y un gran número de entidades cívicas, políticas y culturales), fui nombrada coordinadora general de la Campaña de Normalización Lingüística de las Islas Baleares (organismo atípico, regido por una Comisión Interinstitucional). Los programas de esta campaña («que debe durar algunos años», según se especifica en el anexo del Acuerdo) comprendían una parte «general», que gestionaba la Obra Cultural Balear con presupuesto aportado por las instituciones firmantes, y una parte de la responsabilidad exclusiva de cada institución.

Desde septiembre de 1990, me dediqué a ella a tiempo completo, desde la Oficina de la Campaña de Normalización Lingüística —incluyendo en esta dedicación una tarea permanente de contacto con el público, por medio de artículos, programas radiofónicos o televisivos, conferencias, etc., enfocados a la divulgación de conocimientos sobre la lengua y la situación sociolingüística y a salir al paso de maniobras perturbadoras—; y otra tarea de relación con el resto de los Países Catalanes y con el exterior: UCE, distintas jornadas (como las organizadas por las Cortes Valencianas sobre lenguaje parlamentario y por la Generalitat Valenciana sobre cuestiones de sociolingüística, o las de Galicia sobre enseñanza), y el simposio de Bruselas sobre el papel del catalán y del neerlandés en la Europa del futuro, el Congreso de la Asociación Internacional de Lengua y Literatura Catalanas celebrado en Alicante, etc.

La Oficina de la Campaña promovió la primera campaña de concienciación con medios publicitarios modernos (con el lema «No te muerdas la lengua»); dentro de su contexto se creó la Junta Evaluadora de Catalán, que acreditó oficialmente los conocimientos de lengua catalana en los concursos y oposiciones (hasta el 2004, en que fue disuelta), y mantuvo la sección periodística de concienciación y atención de consultas de tema lingüístico de más duración hasta ahora en las Baleares («Línia directa amb la Campanya de Normalització»). La caída del presidente Cristòfol Soler (mayo de 1996) precipitó el final de aquel sistema organizativo.

En el año 1993 había ingresado en la Sección Filológica del Institut d'Estudis Catalans, en cuyas actividades he colaborado desde entonces, en especial en el campo lexicográfico, en cuestiones relativas a las hablas de las Baleares y en las conmemoraciones del Año Antoni M. Alcover (2001) y el Año Francesc de B. Moll (2003). En el año 2004 publiqué la biografía Francesc de B. Moll: la fidelitat tossuda (2004).

Durante aquellos años también intervine en el asesoramiento lingüístico de la edición balear de la Bíblia catalana interconfessional, publicada en 1994.

En el año 1997 me fue concedida la máxima distinción del Gobierno de las Islas Baleares, el premio Ramon Llull, en su primera edición.

La Generalitat de Cataluña me concedió, en el año 2008, uno de los premios Pompeu Fabra, instituidos aquel año, a la trayectoria profesional, científica o cívica.

En el mismo año 2008, el pueblo de Sencelles, que es el municipio donde vivo en la actualidad, me rindió un homenaje promovido por la delegación de la Obra Cultural Balear y me encargó el pregón de las fiestas de la Virgen de Agosto.

En noviembre de 2010, con motivo de mi octogésimo aniversario, el Institut d'Estudis Catalans me organizó un homenaje en Palma, donde acababa de establecer una nueva sede. La revista Lluc, en su número 876, recogió los parlamentos que se hicieron.

Más recientemente, en mayo de 2011, el Colegio Eugenio López de Palma ha querido honorarme adoptando el nombre de Escuela Aina Moll i Marquès y, en el acto que tuvo lugar con este motivo, la Consejería de Educación y Cultura me entregó la Medalla al Mérito que me había otorgado en el año 2010, en reconocimiento a mi trayectoria educativa, cultural y cívica.

[Marzo 2012]