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Nils Burwitz: "Un cuadro es una demostración de libertad, pero también de tus miedos"

El pintor alemán inaugura hoy en la iglesia del Convent de Sant Domingo de Pollença una retrospectiva de su obra

Nils Burwitz, junto a una obra, en la exposición 'Pelegrí del món', abierta en la iglesia del Convent de Sant Domingo de Pollença. guillem bosch

Nils Burwitz (Swinemünde, 1940) pasea por el interior de la iglesia del Convent de Sant Domingo con la delgadez propia del ayuno y el ejercicio matutino. Es una figura casi mística, como un personaje salido de sus propios cuadros. El pintor afincado en Valldemossa se muestra satisfecho con la gran retrospectiva que le ha organizado el Museu de Pollença, comisariada por sus directores, Aina y Andreu Aguiló. Un recorrido certero por su producción que se inaugura esta mañana a las 12 horas. Algunas de las serigrafías expuestas están en colecciones extranjeras, como en el Victoria and Albert Museum de Londres o en el Albertina Museum de Viena. Es el caso del conjunto de obras que realizó para denunciar el apartheid de Sudáfrica, una suerte de palimpsestos en los que Nils investiga sobre la memoria de ciertos objetos que son símbolo de la opresión y la barbarie. Muchas de estas piezas encontraron la oposición de los poderes establecidos, relata el artista. Durante muchos años, Burwitz atesoró un importante archivo sobre Nelson Mandela, "un ejemplo de persona conciliadora". Su perfil aparece junto al de su esposa Winnie en el tríptico Nose Kiss. Los bancales con textos y una veintena de pinturas figurativas con trazos expresionistas, llenas de vivencias personales, completan la muestra. Una de ellas, la que ilustra la portada del catálogo editado para la ocasión, aúna lo mejor de este místico comprometido con la vida: emoción, denuncia y verdad. Unos bancales verdes (la visión infrarroja nocturna es de ese color) en explosión. Un recuerdo del bombardeo que vivió cuando sólo tenía cinco años.

P ¿Cuál fue el primer cuadro que pintó en Mallorca?

R Entre los cuadros que se mudaron conmigo a Mallorca, había una pequeña carpeta de dibujos de mi hijo. Eran papeles que había pintado entre los tres y los diez años. Me dediqué a reproducir algunos de ellos en óleo sobre tela. Fue una suerte de investigación tanto por el cambio de mirada como de soporte. Es un trabajo íntimo, que jamás he expuesto.

P ¿Tiene mucha obra sin exponer?

R Mucha. Por ejemplo, tengo una colección en la que salgo desnudo. Parte de una fotografía que me hizo mi esposa en la que parezco un Sant Sebastià atravesado por flechas. Es una obra muy performática. Hago este tipo de obras para compensar miedos, angustias y emociones negativas.

P ¿Cómo se siente en el panorama artístico actual?

R Un outsider. Lo he sido siempre. No sé nada de tendencias ni nunca he querido saberlo. En general, mi obra siempre ha estado muy ligada a mi biografía y a los lugares en los que he vivido. En Sudáfrica, la segunda exposición que hice fue un ataque frontal al sistema político, el apartheid.

P ¿Por qué los pintores extranjeros acaban en la Tramuntana?

R Culturalmente es muy rica. Quizá tenga que ver con la magia de las montañas. Yo vivo en la zona de los bancales [en Valldemossa], en el mismo lugar de siempre. Estoy como aislado. Allí abajo vivía el doctor Juncosa, quien fue testigo de mi constancia con el dibujo de los bancales. Llevo unos 400 pintados. También fue él quien me permitió acceder a Joan Miró y Pilar Juncosa. Miró me dio un consejo que apliqué y me hizo un verdadero outsider. Me dijo: "Nils, si no encuentras una persona que sea cien por cien de tu confianza, no entres en ninguna otra galería: tienes la suficiente fuerza creativa para hacer tu camino".

P Cuando pasea por un museo de arte contemporáneo en estos momentos, ¿qué siente?

R Poca emoción. En el arte, lo vivido debe estar plasmado con emoción, aunque sea obra conceptual. Yo lo que veo ahora en las exposiciones es como la presentación del último modelo de iPhone.

P ¿El arte conceptual ha perjudicado al arte?

R Un poco sí, pero hay excepciones. Puede haber obras conceptuales, pero debe haber una superficie que irradie emociones.

P Cuando llegó a la isla ya estaba por aquí Mati Klarwein...

R Sí, pero yo con quien me hice fue con Bruno Zupan. Cuando llegué, para nosotros fue muy importante encontrar una casa. Y él tuvo un momento de generosidad enorme.

P La Valldemossa a la que llegó no es la de ahora, colapsada por el turismo.

R Esto sucede en todo el mundo. Es algo global. En este siglo todo es movimiento, flujos. Si no son refugiados, son turistas.

P ¿Sigue haciendo dibujo al natural, libreta en mano?

R Sí, pero ahora selecciono más lo que voy a dibujar. Me gusta mucho este tipo de dibujo porque después es irrepetible en el taller. A día de hoy, sigo llevando una libreta encima.

P El pintor Antonio López sostiene que hacer un cuadro "es adentrarse en un territorio hostil".

R Hay muchas maneras de entrar en un cuadro. En general, yo no siento eso. Para mí, un cuadro es una demostración de libertad, de lo que te ha pasado, de qué te ha dado miedo. Y el cuadro es la manera de superarlo. El arte ayuda. Después de pintar, te sientes liberado.

P El compromiso político es otra de sus señas de identidad. ¿Sigue estando en ese punto?

R Siempre. En la exposición de Pollença, hay muchas obras que lo certifican. Además de las de Sudáfrica, con las que experimenté muchísimo en técnicas y lenguajes, hay una que se llama Salvem sa Canova. También he pintado otras a favor de Es Trenc o la Dragonera.

P ¿Quiénes son los enemigos de Mallorca?

R En general, hay buenas intenciones. Más que hablar de enemigos, pienso que la oportunidad de negocio ha sacado lo peor de los mallorquines, un pueblo al que amo. Pero supongo que esto no sólo sucede aquí. A mí me echaron de mi taller hace diez años, aquí en Mallorca, porque me quisieron subir bastante el alquiler de un día para otro. Esto me sucedió el día después en que se decretó el comienzo de la crisis, el 15 de septiembre de 2008 (cuando cayó Lehman Brothers).

P Su pintura es bastante utópica: aboga por el fin de la confrontación humana. ¿Va a pintar un cuadro metafórico sobre España?

R En España se está viviendo esta situación. Yo siempre he tenido tres utopías: la primera era que se unificaran las dos Alemanias. Yo soy refugiado del este. Esta utopía se cumplió: el muro cayó. La segunda, la liberación de Nelson Mandela. La tercera utopía es que haya un entendimiento sin rencores entre las religiones, algo que veo muy difícil. En cuanto al tema de España, también lo veo complicado. Veo posturas muy cerradas. No veo demasiado posible el diálogo. Pienso que la oportunidad de que se abriera una puerta ya ha pasado. En Alemania, por aquel entonces, la utopía todavía era posible, ahora no lo sé. Vivimos un poco en Absurdistán.

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